Cuando la Sputnik V fue aprobada el 11 de agosto, el mundo miró con recelo. El Presidente ruso, Vladimir Putin, con orgullo anunciaba el lanzamiento de la primera vacuna contra el Covid-19, que en ese tiempo había cobrado la vida de más de 755 mil personas a nivel mundial. Según el jefe del Kremlin, había pasado todas las verificaciones necesarias e incluso había sido probada en una de sus hijas.
Pero la Sputnik V aún no tenía el visto bueno de la OMS, pues le faltaba pasar la fase III de los ensayos clínicos, la última etapa del proceso de prueba de una vacuna. Esto resultó en una ola de desinformación y todo tipo de rumores, gatillados por la poca transparencia y rapidez en el proceso de aprobación del fármaco.
Pero con el tiempo, la Sputnik V se fue abriendo paso y hoy, tras una publicación de la prestigiosa revista científica The Lancet, que asegura que las dos dosis Sputnik V tienen una eficacia del 91,6% contra el Covid-19, 23 naciones la han registrado formalmente y una decena evalúa seriamente su llegada, como Alemania y otros países de la Unión Europea (UE) y Latinoamérica, algo impensado a mitad del año pasado.
Según el Fondo Ruso de Inversión Directa, 50 países han solicitado más de 2.400 millones de dosis, cantidad que alcanzaría para inocular a 1.200 millones de personas.
La vacuna del Centro Nacional de Investigaciones Epidemiológicas y Microbiología ruso Gamaleya ya está autorizada en Argentina, Bolivia, México, Venezuela, Bielorrusia, Argelia, entre otros. Hungría se transformó en el primer país de la UE en aprobar su uso, previo a la autorización aún pendiente de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA), lo que significó la instalación del fármaco en Europa. El Kremlin aseguró que estaba listo para entregar 100 millones de dosis al Viejo Continente durante el segundo semestre de 2021, una vez visado por la EMA, solicitud enviada en enero según Moscú.
“Fuimos los primeros en la UE, pero probablemente no seremos los últimos”, afirmó el primer ministro húngaro Viktor Orbán tras la llegada del primer lote de 40 mil dosis de la Sputnik V. La histórica vacunación con este fármaco empezó este viernes en ese país.
Angela Merkel también declaró que estaba interesada en adquirir la Sputnik V, para hacer frente a la escasez de vacunas occidentales. “Todos (los fármacos) que reciben la aprobación de la EMA son bienvenidos”, dijo la canciller alemana, tras ofrecer ayuda a Rusia con los trámites de aprobación, a pesar de las diferencias políticas con Moscú.
“Este es un problema político muy difícil. Desde un punto de vista científico, por supuesto que el objetivo es que, sin importar de dónde vengan, se distribuyan todas las vacunas probadas como seguras y eficaces”, explica a La Tercera Judy Twigg, profesora de Ciencias Políticas de la Virginia Commonwealth University y máster en estudios soviéticos de la Universidad de Pittsburgh. “Pero no se puede separar la ciencia de la política y, en este caso, la vacuna Sputnik V la ofrece un régimen cada vez más autoritario, que no respeta los principios básicos de los derechos humanos. Entonces, es complicado dar la bienvenida a su producto científico que claramente está teniendo influencia diplomática en el resto del mundo”, dice.
Danil Bochkov, experto del Consejo de Asuntos Internacionales de Rusia, asegura a La Tercera que la Sputnik V “sirve para extender la influencia (de Moscú) en los Estados de orientación tradicionalmente occidental, como los Emiratos Árabes Unidos, México y Hungría, que se han quedado cortos de las vacunas Pfizer o AstraZeneca luego de la intensificación de una feroz competencia global por las vacunas”. Bochkov explica que tres factores fueron fundamentales para revertir este enfoque inicialmente adverso a la Sputnik V. El primero fue la publicación de The Lancet, donde se verificó que se trataba de una vacuna científicamente eficaz. “En segundo lugar está la escasez extrema y los retrasos en las entregas por parte de los principales rivales de la Sputnik V: Pfizer y AstraZeneca, que amenazan a Europa con una ‘catástrofe’, que incluso llevó a la UE a tomar medidas punitivas, como el control de las exportaciones”, asegura Bochkov. “Y tercero, es una especie de reacción en cadena, cuando un país da un precedente para que otros lo sigan. Por ejemplo, Chile se convirtió en uno de los últimos países en América Latina en interesarse por la vacuna rusa, siguiendo los pasos de Argentina, Bolivia, México, Nicaragua, Paraguay y otros”, sostiene.
La llegada de la vacuna a América Latina, según Twigg, es clave para la estrategia geopolítica de Putin. “Rusia tiene una oportunidad en este momento, porque Estados Unidos, Canadá y Europa Occidental han comprado gran parte de las otras vacunas disponibles en el mundo. Ahora Putin puede intervenir y decir ‘sabes que tengo esta vacuna económica que funciona y estamos dispuestos a compartirla con cualquier persona del mundo que esté interesada en ella’”, explica. La Sputnik V cuesta US$ 9,7 por dosis, en comparación a Pfizer y Moderna, que tienen un costo de US$ 18 y US$ 25 por dosis, respectivamente. Además, al poder almacenarse a temperaturas entre 2° C y 8° C, es más fácil de transportar.
Argentina fue el primer país de la región en aprobarla, con 20 millones de dosis comprometidas, de las que solo han llegado 800.000. A fines de enero, México anunció que adquirirá 24 millones de dosis de la vacuna rusa, mientras que Venezuela negoció 20 millones de dosis, de las cuales 100.000 llegarían la próxima semana. Por otra parte, en Brasil, el gobierno de Jair Bolsonaro está negociando la compra de 30 millones de dosis del fármaco ruso para uso de emergencia. Lo mismo ocurre en Chile, que está negociando su llegada una vez que la Sputnik V sea aprobada por el Instituto de Salud Pública (ISP).
La idea del Kremlin, además de exportar la Sputnik V, es producirla en fábricas locales mediante proyectos de cooperación. Esto ya ocurre con Brasil, Corea del Sur, India y Kazajistán, según la Deutsche Welle. “Esta es una oportunidad para que Rusia afirme su estatus de gran potencia. Ser el primero en el mundo en aprobar la vacuna le da a Putin y Rusia la oportunidad de proclamarse como una de las potencias científicas más avanzadas del mundo”, concluye Twigg.