“La estrategia es la correcta, estoy completamente convencido de eso”, decía en julio el primer ministro sueco, Stefan Löfven, defendiendo su aproximación frente a la pandemia, pese a que su país registraba más de 5.000 muertes a causa del virus.

Seis meses después, parece haber cambiado de opinión. “Creo que la mayoría de la gente no vio la ola frente a ellos”, dijo el martes Löfven al periódico sueco Aftonbladet. Así, el jefe de gobierno confirmó que los funcionarios de salud de Suecia, que optaron por no imponer un bloqueo nacional en respuesta a la primera ola de coronavirus en el país, subestimaron el poder del resurgimiento del virus, incluso cuando una comisión independiente criticaba su estrategia.

Hasta ese minuto, Suecia se había destacado por la forma en que manejó la pandemia, enfocándose en el sentido del deber cívico de sus ciudadanos en lugar de imponer bloqueos. Sin embargo, el país de poco más de 10 millones de habitantes ha registrado más de 348 mil casos y supera las 7.800 muertes, una cifra mucho más alta que las de sus vecinos Noruega, Finlandia y Dinamarca.

Durante el verano europeo, el gobierno había dicho que nombraría una comisión antes de que terminara la crisis, pero recibieron presiones para actuar antes. En su informe, la comisión dijo que la estrategia inicial para proteger a los ancianos fracasó, recalcando que tanto el actual gobierno como el anterior tendrían la “responsabilidad última” por esto.

Mats Melin, presidente de la comisión, señaló en una conferencia de prensa que el cuidado de los adultos mayores en Suecia tiene graves deficiencias estructurales y que el país no está preparado ni bien equipado para enfrentar la pandemia. Además, los expertos coincidieron en que varias medidas tomadas en la primavera fueron insuficientes y tardías.

Melin culpó a varias autoridades y organizaciones de las deficiencias en el sistema de salud sueco. Sin embargo, aclararon que “el Ejecutivo gobierna el país y, por lo tanto, la responsabilidad última recae en el gobierno y los gobiernos anteriores”, dijo el líder de la comisión.

Hospitales colapsados

La semana pasada había un 99% de ocupación de las camas de cuidados intensivos en Estocolmo, y un 80% a nivel nacional. Pese a que el personal de salud exigía medidas más estrictas para aliviar la presión sobre los hospitales y que el gobierno contaba con atribuciones especiales para imponer lo que fuera necesario, las autoridades no hicieron uso de este recurso, ni siquiera para aplicar el uso obligatorio de mascarilla, como muchos de sus vecinos. En cambio, enfocaron su política en los consejos, en lugar de restricciones o multas.

Pese a que el gobierno de Löfven se confió en el pronóstico del epidemiólogo Anders Tegnell de que “en Suecia no habrá una segunda ola”, ahora es el mismo primer ministro quien pide repetidamente a su ciudadanía que “salga solamente a las compras o a la farmacia y se junte solo con los miembros de su entorno familiar”, lo que evidentemente no ha dado resultado.

La agencia de estadística de Suecia dijo el lunes que el país había registrado 8.088 muertes totales por diferentes causas en noviembre, la mortalidad general más alta desde el primer año de la gripe española que circuló entre 1918-1920. De acuerdo a Tomas Johansson, de Statistics Sweden, 16.600 personas murieron en el país escandinavo en noviembre de 1918.

Pese a las críticas y a que Suecia tiene la tasa de muerte por coronavirus per cápita más alta entre sus vecinos, el gobierno y el epidemiólogo Anders Tegnell han defendido su estrategia. Esta ha consistido en aconsejar a las personas que practiquen distanciamiento social -aunque han mantenido escuelas, bares y restaurantes abiertos- y buena higiene para frenar el brote.

El promedio de contagios y muertes per cápita de Suecia en los últimos siete días supera a Reino Unido, Francia y España. Aunque sus muertes totales son más bajas que en esos países, su tasa de mortalidad de 71,65 por 100 mil habitantes es cinco veces mayor que la de Dinamarca, y 10 veces superior a las de Noruega y Finlandia.

Durante el otoño europeo, Suecia experimentó una rápida alza de casos, que tuvo a su sistema de atención médica al borde del colapso. Desde entonces, los contagios se han propagado velozmente entre el personal médico, lo que obligó al gobierno a aumentar las restricciones. Anunciaron, por ejemplo, una prohibición nacional de la venta de alcohol después de las 22.00 en bares y restaurantes, además de prohibir las reuniones públicas de más de ocho personas, las restricciones más estrictas aplicadas por el país escandinavo hasta la fecha.