En 2015, el índice de multimillonarios de Bloomberg estimó que la reina valía 277 millones de libras esterlinas (US$ 317 millones), solo el 3% de la riqueza del británico más rico.
Tras la muerte de la Reina Isabel II, el jueves 8 de septiembre, inmediatamente surgieron voces preguntando sobre quién heredaría la fortuna de la monarca, quien tenía una enorme riqueza en inversiones, arte, joyas y bienes raíces, que tenían un carácter privado y que ha permanecido en secreto para los británicos.
Si bien a menudo se describía a la reina como una de las mujeres más ricas del mundo, la verdad es que nadie sabía realmente cuánto valía y esa suma aún no se dará a conocer porque la prensa estima que el testamento seguirá siendo secreto.
En 2015, el índice de multimillonarios de Bloomberg estimó que ella valía 277 millones de libras esterlinas (US$ 317 millones), solo el 3% de la riqueza del británico más rico, el duque de Westminster. El mismo año, The Sunday Times Rich List calculó su riqueza en 340 millones de libras esterlinas (US$ 390 millones).
La cifra de Bloomberg incluyó 49 millones de libras en inversiones (US$ 56 millones), 101 millones de libras (US$ 115 millones) heredados de su madre y una propiedad de 71 millones de libras (US$ 81 millones). Se decía que la colección de sellos creada por Jorge V valía 48 millones de libras esterlinas (US$ 55 millones) y el semental real de Sandringham 6,5 millones de libras esterlinas (US$ 7,5 millones).
En 2017, la firma de consultoría de valoración Brand Finance valoró la marca de la monarquía en alrededor de US$ 88 mil millones, mientras que Forbes calculó que la riqueza personal de la Reina Isabel II rondaba los US$ 500 millones.
Sin embargo, la principal fuente de dinero personal del soberano es el Ducado de Lancaster. Es el patrimonio privado del soberano, que existe únicamente para proporcionar ingresos al rey o a la reina: en el ejercicio económico que finalizó el 31 de marzo, se valoró en unos 652 millones de libras esterlinas (US$ 747 millones) y generó un superávit neto de 24 millones de libras esterlinas (US$ 27 millones), indicó el semanario The Sunday Times.
El periódico indica que durante más de un siglo, los testamentos del soberano han permanecido privados. También ha ocurrido lo mismo con los testamentos de otros miembros de la familia real: como cuando la Reina Isabel, la reina madre, murió en 2002, dejando una fortuna estimada en 50 millones de libras esterlinas (US$ 57 millones), y cuando la princesa Margarita murió un mes antes.
Como se le dijo a un tribunal durante una batalla legal sobre el testamento de Margarita: “La razón principal y el propósito de sellar los testamentos reales es proteger la privacidad del soberano”.
The Sunday Times explica que el testamento de la Reina Isabel II se encuentra en otra categoría. Por razones legales técnicas, porque ella es la fuente de la autoridad legal, esencialmente, su testamento no tiene que ser legalizado, a diferencia de todos los demás testamentos. Eso significa que no tiene que ser publicado.
Lo único que se puede decir con certeza es que no era tan rica como la gente pensaba. Muchas de las fuentes de su supuesta riqueza (los palacios, las joyas de la corona, las fabulosas colecciones de obras de arte) no eran de su propiedad privada sino que estaban en fideicomiso para las generaciones futuras, indica el diario.
En todo caso, el diario The Express indicó que es probable que los detalles del testamento de la reina Isabel se hagan públicos en el sitio web de la Familia Real, tal como ocurrió cuando falleció la reina madre en mayo de 2002, que publicado en Royal.uk.
Decía: “Reina Isabel, la Reina Madre ha legado todo su patrimonio (que comprende principalmente el contenido de sus casas) a la Reina”. “En su testamento, le pidió a la Reina que hiciera ciertos legados a los miembros de su personal, y estos legados estarán sujetos al Impuesto sobre Sucesiones de la manera habitual”.
El arte propiedad de la Reina Madre de Monet, Nash y Carl Fabergé se transfirió a la Colección Real. La publicación en el sitio real también detalla varios movimientos realizados por la realeza.
La Reina Madre dejó una residencia privada en Balmoral Estate, Birkhall, para que la usara la familia. The Guardian informó anteriormente que la reina presionó con éxito al gobierno para cambiar una ley a fin de ocultar su riqueza.
Los abogados que trabajaban en nombre de la reina presionaron al gobierno para que impidiera que sus acciones fueran de conocimiento público, según los informes. El Palacio de Buckingham respondió diciendo que el “Consentimiento de la Reina es un proceso parlamentario y el papel de soberano puramente formal”.
El monarca siempre otorga el consentimiento cuando lo solicita el gobierno. Cualquier afirmación de que el soberano ha bloqueado la legislación es simplemente incorrecta. “Si se requiere el Consentimiento de la Reina, lo decide el Parlamento, independientemente de la Casa Real, en asuntos que afectarían los intereses de la Corona, incluidos los bienes personales y los intereses personales del monarca. Si se requiere el consentimiento, el proyecto de ley se somete, por convención, al soberano para que lo conceda únicamente con el asesoramiento de los ministros y como asunto de registro público”.
Exención de impuestos
En la misma línea, Rey Carlos III de Inglaterra no tendrá que pagar ningún impuesto de sucesión por la herencia millonaria que recibirá tras el fallecimiento de su madre, Isabel II, en virtud de una ley aprobada en 1993 para la corona.
La reforma adoptada en tiempos de John Major exime a las herencias “de soberano a soberano” de pagar la tasa del 40% que habitualmente se aplica para los patrimonios superiores a las 325.000 libras (US$ 372 mil). El gobierno entendió entonces que el rey no puede prescindir de gran parte de los activos que hereda y que, por tanto, no tiene por qué asumir pagos impositivos por una fortuna de la que, en gran medida, no puede disponer, según The Guardian.
Al margen del patrimonio real, Carlos III también hereda el ducado de Lancaster. En este caso, las autoridades justifican que no se aplique el impuesto de sucesiones para que la corona mantenga cierto nivel de “independencia financiera” con respecto a los presupuestos generales.
La ley tampoco obliga a los reyes a pagar los impuestos sobre la renta, pero Isabel II aceptó abonarlos de forma voluntaria desde el año 1992 y su hijo, cuando aún era príncipe de Gales, se comprometió a mantener esta línea.