"El pueblo ha votado y nuestro deber es ejecutar el Brexit", sentenció la primera ministra británica, Theresa May, el martes pasado, cuando se inició el debate en la Cámara de los Comunes sobre la salida de Reino Unido de la UE. La mandataria ha estado desde entonces intentando convencer a los parlamentarios que el proyecto de acuerdo que logró Londres con Bruselas a mediados de noviembre "es el único posible". Y ayer insistió en aquello: "Cuando digo que si este acuerdo no es aprobado estaríamos en aguas inexploradas". También advirtió que no respaldarla le daría más poder al opositor Partido Laborista.
Pero las cosas están cuesta arriba para May, ya que hay incertidumbre sobre cómo votarán mañana los diputados británicos en una sesión clave en el Parlamento. Para May, su acuerdo logra combinar el deseo de abandonar la Unión Europea (UE) expresado por el 52 % de la población en el referéndum de 2016 y el respeto al otro 48% que abogó por la permanencia.
La premier ha reconocido que en la Cámara existen parlamentarios de ambas posiciones. "A algunos les gustaría una relación más cercana con la UE (y otros) preferirían alejarse más" del bloque comunitario.
La primera ministra necesita al menos 320 votos para pasar el acuerdo, pero cuenta tan solo con 315 diputados conservadores, mientras que el norirlandés Partido Democrático Unionista (DUP), cuyos 10 parlamentarios han apoyado al gobierno hasta ahora, es uno de los principales críticos del texto.
Es tal el malestar que ha provocado el pacto con Bruselas que según la cadena Sky News, entre 80 y 90 parlamentarios "tories" pueden rebelarse contra la primera ministra, lo que podría poner en jaque la continuidad de May al frente del Ejecutivo.
La falta de respaldo al pacto de salida incrementa el temor a que Reino Unido deje la UE el próximo 29 de marzo de forma no negociada y por las posibles consecuencias económicas de ese escenario. Así, el gobierno de May ha advertido que una ruptura abrupta podría provocar hasta seis meses de caos en los puertos del Canal de la Mancha y el Eurotúnel, dado que podrían imponerse nuevos controles aduaneros que entorpecerían el paso de mercancías.
¿Últimas negociaciones?
El líder de la oposición, el laborista Jeremy Corbyn, ha señalado que una salida de la UE sin acuerdo "no es una opción" y que su formación "forzará al gobierno" a volver a Bruselas a renegociar el acuerdo. "El gobierno no está recuperando el control, lo está perdiendo", sentenció.
De acuerdo con The Sunday Times, ante un posible voto negativo del Parlamento, Theresa May ya se prepara para viajar de urgencia a Bruselas para intentar obtener las últimas concesiones, o incluso se plantea aplazar la votación.
En el caso de que mañana el Parlamento no respalde el acuerdo, la Cámara de los Comunes aprobó la semana pasada una enmienda, presentada por el conservador Dominic Grieve, que asegura que los diputados podrán votar a favor de un "plan B" en enero. Por ejemplo, explicó el diario The Guardian, May podría volver al Parlamento y decir que buscará renegociar del "backstop", el polémico mecanismo de garantía exigido por la UE para proteger la frontera abierta entre Dublín y Belfast, que ha sido duramente criticado.
Otra de las opciones que se baraja es que May busque extender el artículo 50 del Tratado de Lisboa, que establece los límites del procedimiento de salida, con el fin de renegociar, aunque eso requiere la aprobación de los otros 27 Estados miembros.
Un camino diferente sería que la primera ministra llamara a elecciones generales. Para ello necesita una mayoría de dos tercios. En caso de prosperar, el Parlamento se debe disolver en al menos 25 días hábiles, por lo que las elecciones se realizarían a comienzos de 2019. Según el diario The Times, el ex canciller Boris Johnson aseguró a sus aliados del Partido Conservador, que May renunciaría el miércoles, si pierde la votación mañana.
Al mismo tiempo, una idea que ronda hace meses es la realización de un segundo referendo. "Ahora que los británicos saben lo que el Brexit realmente significa, ellos merecen la oportunidad de decir lo que realmente quieren", escribió The Economist.