Llegó al 10 de Downing Street a apagar un incendio. En julio de 2016 Reino Unido aún se sacudía del referendo en el que el 52% de los británicos votó a favor de la salida del país de la Unión Europea, votación que le costó el cargo al primer ministro conservador David Cameron, cuando Theresa May tomó el poder. Y lo hizo ante una situación sumamente incómoda, ya que durante el debate por el Brexit hizo campaña a favor de la permanencia de Londres en el bloque europeo. Pero ni su temple ni conocida perseverancia fueron suficientes para que May convenciera este martes a los Comunes, que por segunda vez rechazaron el acuerdo de divorcio con la UE. La premier británica, que asumió como la primera mujer desde la gestión de Margaret Thatcher, tendría ahora sus horas contadas.
Metódica y ordenada, Theresa May intentó convencer a los británicos de que el Brexit se debía concretar con un acuerdo de salida con la UE, bueno para ambas partes. Pero ni siquiera sus correligionarios del Partido Conservador -qué decir de la oposición laborista- le perdonaron la concesiones que hizo, especialmente por la llamada salvaguarda irlandesa, mecanismo para evitar una frontera física entre la República de Irlanda (que pertenece a la Unión Europea) e Irlanda del Norte (provincia que forma parte de Reino Unido).
Quienes la conocen sostienen que precisamente una de las debilidades de May fue estirar el hilo hasta un límite que finalmente se le salió de control, como quedó demostrado este martes en el Parlamento británico, pero también en enero, cuando su propuesta de acuerdo fue rechazada con una diferencia de 230 votos, una verdadera paliza. Aunque la diferencia de la votación fue de 149 votos, esta era su última oportunidad para imponer sus propios términos. Ahora, los laboristas se lanzarán a su caza y podrían presentar una moción de censura en la que es altamente probable que no sobreviva. Si fuese un partido de fútbol, la pelota quedó dominada por la oposición laborista. Además, podría ser obligada a renunciar.
Theresa May pasó meses advirtiendo que una salida de la Unión Europea sin acuerdo sería algo "catastrófico", pero enfrentó profundas divisiones en sus propias filas. Incluso señaló que la mera salida de Reino Unido del bloque sería también "fatal" para Escocia, porque los escoceses buscarían nuevamente la independencia vía un nuevo referendo.
Al mismo tiempo, la premier siempre se opuso a una segunda consulta ciudadana por el Brexit y también a la extensión del Artículo 50 del Tratado de Lisboa, que pone en marcha la salida.
Por eso Theresa May había puesto todas sus esperanzas en la segunda votación de los Comunes. "Si este acuerdo no se aprueba, podría perderse el Brexit", había advertido. May, de 62 años y amplia trayectoria en la política británica, podría ahora intentar por tercera vez un acuerdo parlamentario. Esto, con la esperanza de que los legisladores puedan cambiar de opinión si se vuelve más probable que Reino Unido permanezca en la Unión Europea.
En una muestra palpable que las horas corren en contra de May, las casas de apuestas británicas daban como favorita la opción de que la primera ministra pueda presentar su renuncia. Días atrás, estas mismas casas de apuestas vaticinaron la derrota de May en la Cámara de los Comunes.