La organización no gubernamental internacional Médicos Sin Fronteras (MSF) anunció que, mientras la guerra en Ucrania entró en su cuarto año consecutivo, la situación humanitaria se continúa agravando y hay un aumento de pacientes con traumas relacionados con la guerra que necesitan rehabilitación temprana, en concreto fisioterapia postamputación, así como pacientes que requieren tratamiento para el trastorno de estrés postraumático (TEPT).
En zonas cercanas a las líneas del frente, los bombardeos diarios hacen que algunas de las personas más vulnerables, incluidas las personas mayores y las personas con enfermedades crónicas, tengan un acceso extremadamente limitado a la atención médica. Por esa razón, MSF lleva a cabo un proyecto de rehabilitación temprana con centros en Cherkasy y Odesa, donde las personas reciben fisioterapia posoperatoria temprana, apoyo de salud mental y atención de enfermería tras incidentes violentos.
“En estos últimos días ha estado un poco pesado acá, porque todas las noches se escuchan drones en el aire” cuenta a La Tercera Jeison Pérez, responsable de actividades de fisioterapia, desde Odesa. “Escuchamos explosiones, ha habido repetidos cortes de luz en las noches, dado que está siendo atacada la infraestructura eléctrica de la ciudad. Nosotros tenemos unos protocolos muy objetivos y apenas suenan las alarmas en toda la ciudad por los altavoces debemos correr al refugio”, relata, sobre la situación humanitaria.
Mientras tanto, la presión sobre los servicios médicos de Ucrania se ha visto exacerbada por los frecuentes ataques a hospitales, ambulancias y estructuras médicas. En los últimos tres años, las tropas rusas han ocupado territorios que albergan instalaciones energéticas que producen 18 gigavatios (GW) de generación. Las instalaciones ocupadas incluyen centrales hidroeléctricas, centrales térmicas y la central nuclear más grande de Europa, estacionada en el óblast de Zaporizhia, explica el diario The Kyiv Independent.
Para el médico, que antes había trabajado por 10 años en el área de cuidados intensivos en el hospital del Lili en Colombia, con casos derivados de violencia, lo que más le impresiona es el rango de edad de los pacientes. “Son pacientes que tienen sus ocupaciones previas. O sea, no es gente que es dedicada al combate, por decirlo de alguna forma, son pacientes que tienen ocupaciones, que tienen una familia, que tienen una vida”, relata.
“Uno está acostumbrado en América Latina a ver soldados muy jóvenes, a gente que está formada, o la gente herida en combate es gente que está formada para esto. Pero las fuerzas militares de Ucrania… Es gente que tenía una ocupación funcional antes de esto y ahora tienen heridas que podrían generar una discapacidad en el tiempo si no se trabaja adecuadamente”, compara el fisioterapeuta.
“Entonces, esa necesidad de rehabilitación es la que estamos trabajando con médicos de infantería acá”, sostiene. Se trata de heridas que se ven agravadas por los crudos y nevados inviernos en Ucrania, con temperaturas que a menudo descienden por debajo del punto de congelación. La temporada de invierno puede durar hasta seis meses, siendo los meses más fríos entre diciembre y marzo.
“Las heridas de guerra pueden complicarse con lesiones por congelamiento. Cuando esto ocurre, la combinación de la herida original y el daño por congelación complican aún más el trauma inicial. Esto genera complicaciones adicionales en los pacientes”, explica.
Personal médico en peligro
No solo los soldados están en peligro, sino también los mismos médicos. La presión sobre los servicios médicos de Ucrania se ha visto exacerbada por los frecuentes ataques a hospitales, ambulancias y estructuras médicas.
“Nosotros estamos en un hospital regional de la ciudad de Odesa. El país no está destruido, tú ves contrastes de la ciudad con otros lugares donde efectivamente ha habido ataques. Tú ves el contraste de la arquitectura, en que se ve la ciudad normal y de pronto un edificio que ya no existe y ves los escombros. Pero en nuestro caso puntual, acá estamos trabajando directamente en la instalación del hospital regional y que está en las condiciones que estaba antes de la guerra, o sea, normal”, aclara.
El personal de MSF en Ucrania incluye a personas desplazadas que huyeron de sus hogares debido a la guerra. Entre ellos se encuentra la enfermera Halyna Bekhovets, que optó por ayudar a los necesitados. Fue una de las primeras en unirse al tren de evacuación médica de MSF, ayudando a transportar a 4.000 pacientes desde ciudades de primera línea, asegura la organización.
Los hospitales de adultos, pediátricos y de maternidad han sido blanco de ataques, incluido, en julio de 2024, el hospital infantil más grande de Ucrania, Okhmatdytin Kyiv , donde un ataque con misiles mató a dos miembros del personal. El pasado agosto, la Organización Mundial de la Salud informó de 1.940 ataques confirmados a la atención médica ucraniana, la cifra más alta registrada en cualquier emergencia humanitaria a nivel mundial hasta la fecha.
Los médicos de combate ucranianos suelen tomar antidepresivos, recibir terapia online, luchar por dormir y experimentar flashbacks traumáticos, todo ello mientras siguen trabajando y saben que ellos mismos son objetivos, reveló un reportaje en profundidad sobre los médicos en Ucrania del diario británico The Guardian. “Es difícil seguir, pero lo haremos porque no tenemos otra opción. Estamos defendiendo nuestros hogares, nuestra tierra, a nuestros hijos. No podemos parar”, afirmó un doctor anestesista llamado Jenya a ese medio.