Crisis en el cartel de Sinaloa, el grupo criminal más importante de México. El pasado 25 de julio, dos de sus dos grandes cabecillas fueron arrestados por la policía de Estados Unidos. Uno de ellos, Joaquín Guzmán López, hijo de “El Chapo” Guzmán, habría engañado a Ismael Mario Zambada García, alias “El Mayo”, para tomar una avioneta juntos que terminó en El Paso, la ciudad texana donde fueron capturados.
La historia de los días previos al secuestro y captura del gran narco mexicano Zambada García están aún llenos de intrigas y preguntas, pero una cosa esta clara: “El Mayo”, que en cinco décadas de carrera criminal nunca había pisado la cárcel, viste hoy el uniforme naranjo tras las rejas en Texas.
Con la captura de los dos líderes del grupo, uno de los más importantes exportadores de fentanilo en Estados Unidos, el futuro del Cartel de Sinaloa está en suspenso. Analistas aseguran que lo más probable es que empiece una guerra interna en el clan, con una consecuente alza en la violencia en México.
Sobre Ismael “El Mayo” Zambada se escribían canciones, y una en particular de Los Tucanes de Tijuana muestra la altura de su leyenda en el país latinoamericano: “Lo buscan por todos lados y el hombre no está ni escondido”. A sus 76 años, Zambada era el líder del cartel de Sinaloa, habiendo fundado junto con “El Chapo” Guzman el grupo criminal más peligroso de la región.
Zambada había partido en los 70 como traficante para el cartel de Guadalajara: pasó de comerciar opio a marihuana y terminar en la cocaína. Trabajó para el Cartel de Juárez, y fue subiendo escalones en la jerarquía criminal llegando a trabajar con el famoso “Señor de los Cielos”, Amado Carrillo, instalándose a nivel transnacional con sus contactos colombianos.
A pesar del reconocimiento y poder que llegó a tener, se trató de un líder “de perfil bajo”: no hay muchas fotos de él, y había llegado a hacerse cirugías para cambiar su apariencia. Desde la BBC señalan: “Se reporta que mide 1,80 metros. Que es grande y fuerte. Que tiene muchas mujeres e hijos. Poco más”.
Douglas Farah, periodista y consultor de seguridad nacional para el gobierno estadounidense, comenta a La Tercera el lugar de “El Mayo” en la jerarquía narco: “Era el jefe histórico del cartel, y con ‘El Chapo’ Guzmán fuera, unos de los últimos de la vieja guardia y pioneros de tráfico masivo de cocaína. Había sobrevivido tanto tiempo, que se convirtió también en leyenda, una muestra de poder burlarse de EE.UU. por muchos años”.
A diferencia de Zambada, la familia Guzmán ya no podía presumir de nunca haber estado en la cárcel. Luego de la captura de “El Chapo” Guzmán, sus escapes y vueltas a la cárcel, dos de sus hijos habían quedado en la cima del cartel, siendo conocidos como “los chapitos”: Joaquín Guzmán López, que fue detenido el 25 de julio, y Ovidio, que ya en enero había sido extraditado a Estados Unidos.
Joaquín, por lo que indican reportes periodísticos, fungía a un nivel más secundario que su hermano Ovidio. A pesar de eso, a sus 38 años, la DEA asegura que desempeñaba “funciones de alto nivel de mando y control” tanto en Los Chapitos como en el Cartel de Sinaloa en general.
Según autoridades estadounidenses, tanto Joaquín como Ovidio dirigen al menos 11 laboratorios de metanfetamina, produciendo entre 1.400 y 2.270 kilos de esta droga al mes. Sus actividades habrían llegado al cono Sur, donde compraban efedrina en Argentina, un poco antes de comenzar a experimentar con la metanfetaminas.
Entre otras cosas, Joaquín habría estado implicado en 2015 en la operación para que “El Chapo” Guzmán se escapara del Penal del Altiplano. Según Farah, de todos modos, su posición en el cartel estaría mas bien “a la sombra” de “El Mayo”: “Los hijos herederos en los carteles casi nunca prosperan, como los hijos de los Rodríguez Orejuela (Cali), Pablo Escobar (Medellín) y muchos otros. Son, quiérase o no, ‘hijos de papi’ a quienes se respeta mientras el papá tiene fuerza, pero pierden importancia después. Matarlos es desatar una guerra interna que nadie quiere, pero tampoco tienen mucho poder de mando fuera del grupo pequeño del viejo. Así me parece en este caso”.
La traición de Joaquín Guzmán contra Zambada, indica el New York Times, se habría gestado así: se habrían dado cita en la zona metropolitana de Culiacán, la capital de Sinaloa, para ver unas propiedades inmobiliarias. Según declaraciones del abogado de Guzmán, Frank Pérez, el momento de la emboscada se desarrolló de la siguiente forma: “Lo obligaron a subir al avión, Joaquín ató sus piernas al asiento y lo trajo a Estados Unidos contra su voluntad”.
Un antiguo integrante de la seguridad de “El Mayo” aseguró que fueron sicarios de Guzmán los que emboscaron a cuatro guardaespaldas de Zambada, trasladándolo 35 kilómetros hasta un rancho en Sinaloa. Ahí, en compañía de Guzmán, fue llevado en avión hasta el estado de Nuevo México. De todos modos, hay dudas respecto al lugar de dónde salió en avión, ya que otras versiones hablan del aeropuerto de Sonora.
Ahí queda esta escena: los dos grandes narcos como únicos pasajeros de un avión con hélice, uno amarrado a la silla y el otro libre. El joven, Guzmán, con toda la intención de entregarse a la policía estadounidense. El viejo, Zambada, haciéndose la idea de que nada lo salvaría de la cárcel, a medida que el vehículo cruza ilegalmente la frontera entre México y Estados Unidos, pronto para aterrizar en El Paso, con agentes de la DEA listos para recibir al par.
Hasta el momento, ni Washington ni México han asegurado tener idea de lo que estaba pasando. El gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador asegura haberse enterado del arresto por la embajada estadounidense. El parte oficial de las autoridades mexicanas muestra también que las agencias de su vecino del norte no sabían que Zambada estaba en el avión sino hasta dos horas antes del arresto.
Sobre las condiciones de entrega de Guzmán, que habría organizado todo esto, el New York Times asegura que no había habido un “acuerdo firme” entre Washington y el hijo de “El Chapo”. Ioan Grillo, periodista experto en el narco mexicano, asegura que hubo otro testigo de la reunión entre Joaquín Guzmán y “El Mayo”: el exalcalde de Culiacán, Héctor Melesio Cuén. De todos modos, este último ya no está en condiciones de esclarecer lo ocurrido en la reunión: fue asesinado horas después del arresto de los capos.
Según la DEA, el Cartel de Sinaloa ya estaba librando una “guerra interna” entre seguidores de “El Mayo” y Los Chapitos, y de hecho el último habría estado perdiendo poder en la organización. Ya en mayo, hombres armados habían asesinado a Eliseo Imperial Castro, conocido como Cheyo Ántrax, sobrino de Ismael “El Mayo” Zambada.
Grillo asegura que, considerando que la hipótesis de traición de Guzmán a Zambada es la más creíble, las alarmas ya están encendidas en Sinaloa, y se espera que ambas facciones del cartel entren en una guerra intestina. Los Chapitos estarían en “alerta roja” ante la seria posibilidad de que la facción de “El Mayo” se vengue.
Para Farah, Sinaloa seguirá teniendo un lugar clave en el narcotráfico regional, pero se viene un probable aumento de la violencia: “La historia demuestra que quitar a los capos históricos desata una guerra interna de poder, pero a mediano plazo se estabiliza sin mayores consecuencias en el tráfico de drogas. Sinaloa se diversificó, con fentanilo, metanfetaminas, etcétera, entonces adentro hay diferentes grupos con diferentes especialidades. Lo que muchas veces se pierde es la disciplina interna, la experiencia, el conocimiento. Los jóvenes suelen ser más violentos, más impulsivos. Pero van a ir aprendiendo y, con un gobierno tan complaciente como el de López Obrador, no va a ver mayor presión del Estado”.