Dmytro Bondarenko está preparado para lo peor.
En casi todos los rincones de su apartamento en el este de Kiev hay agua y alimentos no perecederos; incluso debajo de su cama plegable hay suministros. Hay rollos de cinta de embalaje para aislar las ventanas de la lluvia radiactiva. Tiene una estufa para acampar que funciona con gas y walkie-talkies.
Incluso, hay un fusil AR-15 y una escopeta para protección, junto con cajas de municiones. Hay bidones de combustible y neumáticos de repuesto escondidos junto a su lavadora en caso de que necesite salir de la ciudad a toda prisa.
“Cualquier preparación puede aumentar mis posibilidades de sobrevivir”, dijo, usando un cuchillo y un botiquín de primeros auxilios.
A nueve meses de la invasión rusa, muchos ucranianos ya no se preguntan si su país será atacado por armas nucleares. Se están preparando activamente para esa posibilidad que alguna vez fue impensable.
En restaurantes y bares, la gente suele discutir qué ciudad será el objetivo más probable o qué tipo de arma podría usarse. Muchos, como Bondarenko, se están abasteciendo de suministros y haciendo planes de supervivencia.
Nadie quiere creer que pueda suceder, pero parece estar en la mente de muchos en Ucrania, donde ocurrió el peor accidente nuclear del mundo en Chernobyl en 1986.
“Por supuesto que Ucrania se toma esta amenaza en serio, porque entendemos con qué tipo de país estamos tratando”, dijo el asesor presidencial Mykhailo Podolyak en una entrevista con The Associated Press, refiriéndose a Rusia.
El Kremlin ha afirmado sin fundamento que Ucrania está preparando una “bomba sucia” en las áreas ocupadas por Rusia, un explosivo que dispersa material radiactivo y genera pánico. Kiev lo niega y ha dicho que tales declaraciones son más probablemente una señal de que Moscú está preparando una bomba de este tipo y culpar a Ucrania.
Recuerdos de Chernobyl
Los temores nucleares desencadenan recuerdos dolorosos en aquellos que vivieron el desastre de Chernobyl, cuando uno de los cuatro reactores explotó y se quemó a unos 100 kilómetros al norte de Kiev, liberando una columna radiactiva. Inicialmente, las autoridades soviéticas mantuvieron en secreto el accidente y, aunque la ciudad cercana a la planta fue evacuada, la capital ucraniana, no.
Svitlana Bozhko era una periodista de Kiev de 26 años que estaba embarazada de siete meses en el momento del accidente y creía en las declaraciones oficiales que le restaban importancia al accidente nuclear. Pero su marido, que había hablado con un físico, la convenció de huir con él a la región sudoriental de Poltava, y ella se dio cuenta de la amenaza cuando vio monitores de radiación y funcionarios lavando los neumáticos de los coches que salían de Kiev.
Esos temores preocuparon a Bozhko durante el resto de su embarazo, y cuando nació su hija, su primera pregunta fue: “¿Cuántos dedos tiene?”. La niña, que nació sana, ahora tiene un hijo de un año y se fue de Kiev un mes después de que Rusia lanzó la invasión el 24 de febrero.
Aún viviendo en Kiev a los 62 años, Bozhko esperaba no tener que volver a pasar por algo así nunca más. Pero todos esos temores regresaron cuando el Presidente ruso, Vladimir Putin, envió sus fuerzas.
“Fue un deja vu”, le dijo a la AP. “Una vez más, los sentimientos de tragedia e impotencia me abrumaron”.
La capital nuevamente se está preparando para la liberación de radiactividad, con más de 1.000 personas capacitadas para responder, dijo Roman Tkachuk, jefe del Departamento de Seguridad Municipal de la capital. Se ha comprado una gran cantidad de pastillas de yoduro de potasio y equipo de protección para su distribución, agregó.
Humor negro sobre bombas nucleares
Con todo el discurso de alto nivel de Moscú, Washington y Kiev sobre las amenazas atómicas, las conversaciones de los ucranianos en estos días incluyen frases como “armas nucleares estratégicas y tácticas”, “píldoras de yoduro de potasio”, “máscaras de radiación”, “impermeables de plástico” y “alimento sellado herméticamente”.
Bondarenko dijo que comenzó a hacer planes de supervivencia cuando la planta de energía nuclear en Zaporiyia, la más grande de Europa, se vio afectada por los ataques rusos.
El diseñador de aplicaciones de 33 años cree que tiene suficientes suministros para sobrevivir un par de semanas y combustible más que suficiente para abandonar el país o adentrarse en las montañas si ocurre un desastre nuclear.
Bondarenko se fue de Donetsk hace varios años, después de que los separatistas prorrusos la amenazaran. Esperaba tener una vida tranquila en Kiev, pero la pandemia de Covid-19 lo obligó a aislarse más en su apartamento y la guerra aceleró sus planes de supervivencia.
Sus suministros incluyen 200 litros de agua, pastillas de yoduro de potasio para proteger su tiroides de la radiación, mascarillas de respiración y botines desechables para protegerse de la tierra contaminada.
Bondarenko dijo que no puede estar seguro de estar a salvo de un ataque nuclear ruso, pero cree que es mejor estar preparado, porque “están locos”.
Hay sitios web que ofrecen consejos para sobrevivir a una bomba sucia, mientras que TikTok tiene varias publicaciones de personas que empacan “equipaje nuclear” para escapar rápidamente y ofrecen consejos sobre qué hacer en caso de un ataque atómico.
En octubre se disparó el número de visitas ucranianas a Nukemap, un sitio web que permite a los usuarios simular una bomba atómica lanzada en un lugar determinado, según su creador, Alex Wellerstein.
La ansiedad ha provocado humor negro. Más de 8.000 personas se unieron a un chat en Telegram después de una broma tuiteada de que, en caso de un ataque nuclear, los sobrevivientes deberían ir a la colina Schekavytsia de Kiev para una orgía.
En el lado serio, los expertos en salud mental dicen que tener una red de apoyo es clave para soportar los tiempos inciertos.
“Ese suele ser el caso en Ucrania y también debes tener la sensación de que puedes hacer frente a esto. Y existe este sentimiento de grupo (que es) bastante fuerte”, dijo el doctor Koen Sevenants, líder de salud mental y apoyo psicosocial en la Unicef, la agencia de la ONU para la infancia.
Sin embargo, Sevenants advierte que los períodos prolongados bajo amenaza pueden provocar una sensación de impotencia, desesperanza y depresión. Si bien se puede establecer un nivel de normalización, eso puede cambiar cuando aumentan las amenazas.
Fatiga en el frente de guerra
Los que viven cerca del frente de guerra, como los residentes de Mykolaiv, dicen que a menudo están demasiado cansados para pensar en nuevas amenazas, ya que han soportado bombardeos casi constantes. La ciudad a 500 kilómetros al sur de Kiev es la más cercana a Kherson, donde se libran batallas.
“Ya sea que lo crea o no, debemos prepararnos para la amenaza nuclear”, dijo a la AP el jefe de la administración regional, Vitalii Kim. Agregó que las autoridades regionales están trabajando en varios escenarios y mapeando rutas de evacuación.
Más de la mitad de la población anterior a la guerra de 500.000 ha huido de Mykolaiv. Muchos de los que se quedaron, como Valentyna, de 73 años, dicen que están demasiado cansados para irse.
Duerme en un sótano sin ventanas compartido con otros 10 vecinos en condiciones tan humillantes que pidió no ser identificada. De la amenaza de un ataque nuclear dice: “Ahora creo que todo puede pasar”.
Otra mujer en el refugio, que quería ser identificada solo como Tamara por las mismas razones, dijo que mientras intenta dormir por la noche en una cama hecha con vigas de madera apiladas, su mente se va hacia el destino que le espera.
“Durante la Primera Guerra Mundial lucharon principalmente con caballos. Durante la Segunda Guerra Mundial, con tanques”, indicó. “Nadie excluye la posibilidad de que esta vez sea un arma nuclear”.
“La gente progresa, y con ella, las armas que usan para luchar”, agregó Tamara. “Pero el hombre no cambia, y la historia se repite”.
En Kiev, Bozhko también está cansada. Ha aprendido qué hacer en caso de que caiga un misil, mantiene un suministro de remedios para varios tipos de ataques químicos y tiene lo que ella llama su “equipaje de ansiedad”: elementos esenciales empacados en caso de una evacuación repentina.
“Estoy tan cansada de tener miedo; sólo sigo viviendo mi vida”, dice, “pero si pasa algo, intentaremos luchar y sobrevivir”.
Y asegura entender la diferencia entre 1986 y 2022.
“En aquel entonces teníamos miedo del poder de los átomos. Esta vez, nos enfrentamos a una situación en la que una persona quiere exterminarte por cualquier medio”, dijo Bozhko, “y la segunda es mucho más aterradora”.