Por estos días, Natascha Kampusch vive en la localidad de Strasshof an der Nordbahn, en el distrito de Gänserndorf, en el estado de Baja Austria, entre Viena y el río Danubio. Ahí trata de llevar una vida normal, junto a los poco más de 10 mil habitantes que, de vez en cuando, le recuerdan que estuvo ocho años secuestrada.
Un día como hoy, hace 18 años, Kampusch huyó de la custodia de Wolfgang Priklopil, quien la secuestró el 2 de marzo de 1998. Ese lunes, la niña austriaca caminaba en dirección a su colegio cuando una furgoneta blanca se detuvo en medio de la calle, en el distrito de Donaustadt en Viena. El conductor era Priklopil (36 años), quien le ordenó que se subiera al vehículo.
Kampusch, de tez pálida y con apenas 10 años de vida, terminó sentada junto a él.
En febrero Natascha cumplió 36 años y mantiene una buena relación con su madre, pero no tanto con su padre, quien también puso en duda su testimonio. Sigue yendo a terapia para superar el trauma, pero le sigue siendo difícil. “Es imposible borrar de tu memoria a alguien con quien has pasado ocho años y medio de tu vida”, explicó en una entrevista con la agencia AFP.
El proceso de la vuelta a la vida y a la libertad ha sido un proceso “muy difícil”, sostuvo Kampusch. “No tenía ningún cimiento sobre el que construir, no había socializado con jóvenes, con gente de mi edad”, recordó.
En lo concreto, la austriaca retomó sus estudios y terminó el colegio. Ha viajado y aprendido idiomas, ha trabajado con refugiados y fundó un hospital en Sri Lanka. Estas últimas acciones las realizó gracias a los ingresos que generó la primera entrevista que dio tras su cautiverio a la ORF, compañía de radiodifusión pública de Austria: el trabajo periodístico fue vendido a más de 120 países a un costo de 290 euros el minuto.
Kampusch fue diagnosticada con trastorno por estrés postraumático. “Es como una enfermedad física. Puede llegar a ser agotador. Cuando me encuentro en casa sola y en silencio, vienen los recuerdos. Siempre tengo que estar haciendo algo. No puedo sentarme en un lugar y relajarme”, dijo en una entrevista con El Mundo.
También escribió libros, entre ellos su autobiografía: 3096 días.
Natascha Kampusch reveló al diario austriaco Kronen Zeitung que en una oportunidad tuvo la posibilidad de escapar de la casa donde estuvo cautiva, pero que no tuvo valentía para huir y regresó. “Una vez salí corriendo por la puerta del jardín”, declaró Natascha. “Fue como en el caso de esa gente que no puede abandonar su casa, aunque la puerta esté abierta. A mí me entró vértigo, no pude ver nada más, y volví de forma tan desapercibida como fue posible, para que él no se diera cuenta de nada”, relató. Pero hace 18 años lo logró, y huyó.