Lo que partió como un problema de escasez, producto de cuestionables decisiones políticas, terminó convirtiéndose en la mayor crisis de Sri Lanka en los últimos años. Miles de civiles han salido a las calles, sin importar la orden gubernamental de disparar a quienes lo hagan.
Para los manifestantes que -pese al estado de emergencia- arriesgan sus vidas, los culpables tienen un solo apellido: la familia Rajapaksa. El 9 de mayo dimitió del primer ministro y héroe nacional, Mahinda Rajapaksa. Ahora, tanto la oposición como los manifestantes exigen la salida de su hermano menor y actual Presidente de Sri Lanka, Gotabaya Rajapaksa.
El héroe devenido en villano
Para entender la historia del ascenso y caída de la dinastía que lidera al país ubicado en Asia del Sur, es necesario remontarse casi cuatro décadas atrás. Corría el año 1983 cuando se desató una guerra civil con caracteres étnicos en la que se enfrentaron los tamiles -una minoría ubicada en la zona norte que se agrupó militarmente en los Tigres Tamiles- frente a la mayoría cingalés-budista.
En 2004, mientras continuaba la guerra, Mahinda se transformó en primer ministro y, tan solo un año después, en Presidente. Sin embargo, fue recién en 2009 cuando fue ungido como héroe por la mayoría cingalesa tras aplastar a miles de tamiles, terminar la guerra civil y ganar el título de Terminator. Habían pasado 26 años desde el inicio del conflicto.
Gotabaya, su hermano menor, fue su más cercano lugarteniente durante la guerra y fue rápidamente integrado al gobierno como secretario de Defensa. No pasó mucho para que el nepotismo se convirtiera en política de Estado. Basil Rajapaksa, uno de los hermanos del entonces Presidente, tomó el mando de la economía y Chamal Rajapaksa dirigió el Parlamento y fue ministro de Navegación y Aviación. Al mismo tiempo, dos de los hijos de Mahinda y uno de Chamal tuvieron cargos públicos.
De vuelta en el presente, los manifestantes exigen la completa salida de la familia Rajapaksa, que deja una estela de acusaciones de violaciones a los derechos humanos y actos corruptos, en una ola de protestas que, hasta el momento, se salda con nueve víctimas fatales y más de 200 heridos.
Crónica de una crisis perfecta
Al nepotismo del gobierno de los Rajapaksa se sumó el desastre económico originado tanto por malas decisiones como por la crisis ocasionada por la pandemia de coronavirus. Para la graduada de la Escuela de Gobierno Kennedy de la Universidad de Harvard y escritora de Sri Lanka, Amita Arudpragasam, parte del problema fue que “en lugar de abordar deficiencias estructurales de la economía, el gobierno hizo concesiones a los capitalistas amigos que buscan rentas y se inclinó hacia un etnonacionalismo divisivo”, argumentó en el portal de la revista Foreign Policy.
Los ataques terroristas ocurridos en abril de 2019 también aportaron a diezmar al turismo, una de las principales actividades económicas del país. Pese a que ese tipo de coyuntura no está en manos del gobierno, sí lo está el recortar radicalmente los impuestos, cosa que hicieron en diciembre del mismo año. La crisis del coronavirus le dio una nueva apuñalada a la economía nacional al limitar la entrada de turistas extranjeros, afectando aún más las arcas estatales.
Luego, en un intento por desincentivar la salida de divisas, se prohibió la importación de fertilizantes químicos. El resultado fue la pérdida de gran parte las cosechas, obligando al gobierno a comprar alimentos en el extranjero, lo que aumentó el déficit fiscal.
Tenemos reservas de gasolina para solo un día. Los próximos meses serán los más difíciles de nuestras vidas”.
Ranil Wickremesinghe, nuevo primer ministro de Sri Lanka.
“Muchos se enfrentan a enormes dificultades para conseguir artículos de primera necesidad, como alimentos, medicamentos, gas y combustible. Además, ahora tuvimos la desafortunada situación de varias muertes de quienes hacían fila para obtener artículos esenciales, muertes que están directamente relacionadas con la mala gestión del gobierno de Rajapaksa”, afirmó desde Sri Lanka para La Tercera la abogada constitucionalista y máster en Administración Pública de la Universidad de Harvard, Bhavani Fonseka.
Para solventar los gastos en infraestructura interna a lo largo de los años, el gobierno recurrió a préstamos con uno de sus vecinos más poderosos: China. El 12 de abril, Gotabaya Rajapaksa debió suspender los pagos a los acreedores internacionales, y como la mayoría de los contratos fueron firmados con el gigante asiático, este último será el mayor beneficiado de la crisis política que golpea a Sri Lanka.
El nuevo primer ministro -que fue nombrado el jueves pasado-, Ranil Wickremesinghe, afirmó en un discurso dirigido a la nación que “por el momento, tenemos existencias de gasolina para un solo día. Los próximos meses serán los más difíciles de nuestras vidas”, encendiendo las alarmas y generando filas de más de seis horas, reportó Reuters.
Mahinda Rajapaksa, otrora alabado por su rol en la guerra civil y expresidente de Sri Lanka (2005-2015), hoy se esconde en una base naval al noroeste del país luego de que los manifestantes quemaran numerosas propiedades de la familia Rajapaksa, exigiendo que vaya a prisión. El final de un héroe nacional.