Hace casi nueve años, un vendedor en Túnez se inmoló debido a la confiscación de su puesto de frutas, que era su sustento familiar. Este hecho desató una ola de protestas no solo en su país, sino que también en otros de la región, eventos que se conocieron como la Primavera Árabe. Los manifestantes reclamaron entonces contra sus gobiernos, pidieron mayor empleo, fin de la corrupción y un sistema económico más justo. Así, varios regímenes fueron derrocados. Sin embargo, el descontento ha perdurado y en varias naciones han vuelto a salir a las calles, como ocurre en estos días en Líbano, Irak, Irán y Egipto.

Si bien estas naciones son muy diferentes, sí tienen algunos puntos en común: el 60% de su población tiene menos de 30 años, por ejemplo. "En la región la disfunción de la sociedad es profunda. Las poblaciones jóvenes se encuentran frustradas por la falta de oportunidades económicas y por el constante insulto a su dignidad a través de la impunidad del gobierno. La generación millennial está harta del nepotismo, el congelamiento del sistema político. Ni la opresión de los dictadores ni las promesas del radicalismo islámico han entregado la dignidad humana que viene con un gobierno responsable", escribió el columnista de The New York Times Roger Cohen.

Las protestas que nacieron a principios de octubre en Irak y a mediados de mes en Líbano "surgen de la frustración de amplios sectores de la sociedad respecto a la clase política que ha fallado al ofrecer condiciones de vida dignas y es considerada corrupta", explicó a la agencia EFE el encargado de Irak, Líbano y Siria para el centro de estudios Crisis Group, Heiko Wimmen.

Las últimas manifestaciones de enojo popular se están produciendo en Irán, donde la noche del viernes se iniciaron protestas por el aumento del precio de la bencina en un 50% y por el racionamiento de su consumo. Esto implica que a partir de 60 litros mensuales su precio se triplica.

Estas manifestaciones rápidamente derivaron en una escalada de violencia que incluyó el corte de carreteras, incendios a sucursales bancarias y gasolineras, saqueos a tiendas e intentos de asalto a comisarías y bencineras. La primera respuesta de las autoridades iraníes fue el bloqueo de internet desde el sábado para evitar la organización de las protestas, debido a que ahora no funciona Whatsapp, por ejemplo.

En el caso de Irak, las manifestaciones se iniciaron a comienzos de octubre en las ciudades del sur para protestar por los 16 años de corrupción, desempleo y servicios públicos deficientes. El domingo, en varios lugares se vivió una huelga general que fue convocada por el influyente clérigo chiita Muqtada al Sadr. Producto de las movilizaciones, 312 personas han muerto, en su mayoría por disparos de francotiradores y la represión por parte de las fuerzas de seguridad, según datos de la ONG Observatorio iraquí para Derechos Humanos.

Gran desconfianza

El centro de estudios Carnegie señala que en 2011 los pueblos árabes arremetieron contra sus gobernantes, pero ahora desconfían de todos los líderes políticos, también los opositores, porque ninguno ha cumplido sus promesas de reformas políticas y económicas. Es por eso que para muchos expertos este estallido social tiene que ver con los problemas que no se han solucionado en estos últimos años.

Esto queda plasmado en el lema del movimiento popular libanés: "todos significa todos", con el que los manifestantes exigen la renuncia de todas las autoridades. Allí las protestas se iniciaron el 17 de octubre luego que el gobierno tratara de cobrar impuestos al tabaco, la bencina y las llamadas de Whatsapp. Aunque finalmente el gobierno decidió revertir la decisión ya era demasiado tarde. Desde entonces las manifestaciones no se han detenido y Líbano vive una parálisis, algo que se ve reflejado en el cierre de bancos. A ello se suma que el primer ministro Saad Hariri renunció y su cargo aún no ha sido llenado.

Según expertos consultados por EFE, tanto Líbano como Irak no pueden satisfacer las necesidades básicas de sus ciudadanos, están fuertemente endeudados y corruptos a todos los niveles, y con una fuerte influencia por parte de vecinos y potencias internacionales.

Al igual que en 2011, Egipto no quedó al margen de las manifestaciones. Esta vez se produjeron a fines de septiembre, cuando miles de jóvenes protestaron contra la corrupción. "¡Al Sisi, vete!", fue el canto que se escuchó en la emblemática plaza de Tahrir de El Cairo, donde miles de personas se han reunido para manifestar su descontento. Esa plaza fue el epicentro de la revolución popular que hace ocho años llevó al derrocamiento de Hosni Mubarak, que estuvo 30 años en el poder. Así, se detuvo a más de un millar de ciudadanos, entre los que se contaban manifestantes, periodistas y políticos. Finalmente el gobierno aplacó las movilizaciones.