Algunos analistas consideran que son unas de las elecciones más importantes de la historia democrática de Bolivia. Con el recuerdo fresco aún en la memoria de los traumáticos comicios de octubre de 2019, que tras las acusaciones de la OEA de “manipulación y parcialidad” en el cómputo de los votos y la consiguiente agudización de la crisis social en las calles llevaron al alto mando militar a “sugerir” a Evo Morales dar un paso al costado y dejar su cargo, los bolivianos acudirán a las urnas este domingo con el desafío de poner fin a una etapa de turbulencia institucional. Y todo esto, además, en una jornada electoral marcada por la pandemia de coronavirus.
El expresidente Carlos Mesa, de la alianza Comunidad Ciudadana (CC), y Luis Arce, el delfín de Morales, son los únicos de los seis candidatos que los sondeos dan con opciones de ganar, aunque es posible que la contienda deba definirse en un balotaje, el 29 de noviembre. Ello, porque la Ley de Régimen Electoral establece que, para proclamarse presidente y vicepresidente, un candidato tendrá que obtener más del 50% de los votos válidos emitidos, o en su defecto un mínimo del 40% de esos sufragios y una diferencia de al menos 10 puntos porcentuales sobre la segunda candidatura más votada. Y una de las últimas encuestas, realizada por Ciesmori, posiciona a Arce como primera fuerza, con un 42,2% de los votos válidos, seguido por Mesa, con el 33,1%. Como tercero aparece Luis Fernando Camacho, el exlíder cívico que fue el rostro visible de las protestas que precipitaron la caída de Morales, con un 16,7%.
Y aunque Morales dejó el país tras gobernar por 13 años y nueve meses y hoy vive exiliado en Buenos Aires, desde donde aún denuncia un golpe de Estado en su contra, su figura inevitablemente marca los comicios de este domingo. Así, al menos, lo dejó en evidencia Mesa, quien durante un acto de campaña este martes en Santa Cruz, tradicional feudo de oposición al Movimiento Al Socialismo (MAS) que concentra el 26,8% del padrón electoral, advirtió que si el exmandatario regresa a Bolivia deberá “rendir cuentas”. “Que quede claro, que nadie se equivoque, porque somos los únicos que podemos derrotar definitivamente a Morales y Arce”, subrayó, tras insistir en que su rival es Morales “disfrazado” y recordar que fue su ministro de Economía durante 12 años.
Pero el propio Morales salió al paso de las acusaciones de que si gana el MAS en las elecciones será él y no Arce quien en realidad gobierne el país, asegurando que él se dedicará a formar a nuevos líderes. Por su parte, el candidato del MAS ha prometido que si gana solo estará un mandato en el cargo. “Vamos a hacer un gobierno que se proyecte para los siguientes años, nosotros nos vamos a ir después de los cinco años, pero vamos a dejar un MAS renovado para que continúe el proceso hasta la eternidad”, dijo Arce a sus seguidores en Santa Cruz.
Y este último departamento boliviano puede ser clave en el resultado de los comicios. Ello, porque allí el favorito es Camacho, quien alcanza un 44% de apoyo. El candidato de la alianza Creemos se opone a bajar su candidatura, argumentando que es parte de “una nueva política” y que las encuestas no evidencian realmente el sentir de los bolivianos. Y hasta ahora ha desechado las propuestas para un pacto con Mesa. “No es momento de hablar de pactos, es un pedido fuera de lugar, no hay pacto con la vieja clase”, respondió Erwin Bazán, portavoz de la campaña de Creemos en Santa Cruz, al pedido de Manfred Reyes Villa, exprefecto de Cochabamba, para quien “el tema de fondo es no permitir esa segunda vuelta”.
Ahora está por verse por qué candidato se inclinará la Presidenta interina Jeanine Áñez, tras bajarse de la contienda electoral. Si bien su excompañero de fórmula, Samuel Doria Medina, anunció que apoyará sin condiciones a Mesa, el partido de Áñez, Demócratas, decidió no respaldar a ningún candidato, pero aclaró que trabajarán para evitar el retorno del MAS al poder. Con todo, la mandataria fue categórica esta semana en su postura frente a Morales, al elogiar a las Fuerzas Armadas por impulsar su caída. Señaló que el actuar del Ejército y la Fuerza Aérea de su país fueron clave para terminar con “un largo y terrible período de autoritarismo populista”.
Ajeno a estos ataques, Morales, a través de Twitter, no ha dejado de apoyar a su delfín desde Buenos Aires. “Con la confianza en Lucho y con la certeza del papel que debo cumplir en el futuro, invito a los bolivianos a la reconciliación. La división del país fue una de las más graves consecuencia de la tragedia política de noviembre de 2019, y será el primer desafío del nuevo gobierno”, escribió el lunes. “Hermanas y hermanos: ¡El gran día está llegando!”, insistió ayer, en la recta final de una campaña que podría instalar al MAS otra vez en el poder, si los bolivianos así lo quieren.