"Ay Dios santo. Cómo me gustaría decirle ¡levántate mi Comandante!". Rosa, de unos 60 años, ha esperado 12 horas en una larga fila para ver por última vez a Hugo Chávez, su líder. Pasó la noche de pie y ahora soporta una mañana muy calurosa en Caracas. "Tengo un nudo en la garganta y en el corazón", dice. Rosa está a punto de llegar a la capilla ardiente en la Academia Militar y casi no se aguanta la tristeza. "Ya no lo veré más", sentencia. Minutos después, avanza a paso lento hacia el ataúd, se persigna y mira el féretro. Entonces, sus ojos se llenan de lágrimas y se despide de su presidente: "Hasta siempre, mi Comandante. Te amo".
Cuatro uniformados vestidos de un impecable rojo y otros dos guardias de terno negro custodian el féretro, cuya mitad está cubierta con la bandera venezolana. En la otra mitad, y tras un cristal, Chávez, con su boina roja, corbata negra, un crucifijo, una medalla y vestido con uniforme verde olivo. No está calvo y se ve tal como en la última fotografía -en la que aparece junto a sus hijas leyendo el Granma- que difundió el gobierno. Sobre su abdomen, una banda roja y la palabra "milicia" inscrita con letras doradas.
Delante del ataúd hay una espada de oro de Simón Bolívar. "No toque la urna, por favor", repiten una y otra vez los guardias, que deben contener ataques de histeria, lágrimas al por mayor y, sobre todo, que nadie se atreva a sacar una fotografía. Todo transcurre en segundos, pero para los chavistas es una eternidad.
Al costado izquierdo del ataúd, en el sector dispuesto para la familia, el alto mando militar y los invitados a la ceremonia. Argenis Chávez, uno de los hermanos del fallecido presidente, se seca las lágrimas. Se le ve desconsolado. Lo acompañan su hijo y su esposa. Los tres se abrazan.
La mayoría de quienes logran ver a Chávez se persignan, levantan su puño y susurran: "Hasta siempre". A su vez, los oficiales y miembros de las milicias bolivarianas se cuadran frente al ataúd. Y quienes llevaron a sus hijos los levantan para que puedan ver y despedirse del mandatario. Para acceder a la urna de Chávez, los venezolanos -más de dos millones, según el gobierno- han debido soportar filas de más de ocho horas y peleas a gritos entre ellos. Nadie se quiere ir sin antes ver al "Comandante Presidente". Hay personas en sillas de rueda y otros tantos en muletas. "¡Chávez vive! ¡Chávez vive!", gritan en un sector habilitado para personas de la tercera edad. Por ese sector, al final de la gran explanada de Los Próceres, muchos jóvenes intentan escabullirse. "Deben enterrarlo en el panteón, con Simón", comenta Giovara, vecina de Rosa en la barriada del Petare. "La familia tendrá la última palabra, pero ahora todos somos Chávez, así que nosotros también somos su familia y tenemos derecho a pedir que descanse en el panteón", afirma Rosa.
Más atrás, dos hombres de edad avanzada comentan que ahora "hay que cuadrarse" con Nicolás Maduro. "Tiene que ser una victoria contundente", dicen. "Chávez estuvo más de dos años enfermo. Y luchó mi pana. Pero la campaña (para su reelección de octubre de 2012) lo agravó", señala José. Antes de ingresar al enorme recinto, estos amigos, "compañeros de lucha" según su propia descripción, compraron cintillos y banderas de Chávez.
Otros optaron por las fotos que vendían en el ingreso a 30 "bolos". En esas imágenes, Chávez aparece con uniforme, sin uniforme, en terreno y en el Palacio de Miraflores. Pero también vendían su última foto, la con sus hijas en el hospital en La Habana. "Chávez eres eterno", comenta una anciana, y su nieta le responde, boquiabierta, que nunca había visto un funeral así. En América Latina sólo comparable al de Evita en 1952, al de Getulio Vargas en Brasil dos años después y al de Juan Domingo Perón en 1974.
"¡Hugo Rafael Chávez Frías!, el segundo Libertador después de Bolívar. Nos dejó una patria en 14 años. Nosotros somos el pueblo heroico de Simón Bolívar y seguiremos con nuestra revolución bolivariana", grita un joven profesor, y concluye: "¡Hasta la victoria siempre, Comandante!".