Al mirar la lista de las ciudades más peligrosas del mundo, una constante llama la atención. A lo largo de los años, Latinoamérica y el Caribe lideran los rankings a nivel global. No es un fenómeno exclusivo de la zona, considerado que hay algunos ejemplos en África y otras latitudes. Sin embargo, la mayoría corresponde a este lado del planeta.
Ejemplos sobran. Guayaquil, sin ir más lejos, estuvo en el ojo del huracán cuando una explosión de violencia culminó con una banda de delincuentes invadiendo un canal de televisión que en ese momento se encontraba transmitiendo en vivo, el pasado 9 de enero. En Argentina, en tanto, un video conmocionó al país. En él, se veía cómo un bombero de una gasolinera en Rosario era asesinado a sangre fría y sin motivo aparente. Tenía 25 años. México, por otro lado, tiene la mayor cantidad de urbes dentro de la lista de los lugares menos seguros, basándose en la cantidad de muertos.
Jeremy McDermott, codirector de InSight Crime, sitio especializado en dinámicas criminales y sus vínculos con la violencia, dijo a La Tercera que “América Latina y el Caribe cuentan con una serie de lucrativas economías criminales, encabezadas por el narcotráfico”. Estas “no solo han dado origen a una amplia variedad de grupos armados ilegales que compiten por el control, sino que han socavado los esfuerzos nacionales para proporcionar seguridad gracias a la corrupción y la penetración criminal en el Estado”.
Las estadísticas de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito de 2021, en su IV Estudio Mundial sobre Homicidios, son decidoras. La tasa promedio de homicidios con armas de fuego en esa fecha fue de 9,3 por cada 100.000 habitantes para Sudamérica, de 16,9 en Centroamérica y de 12,7 para el Caribe.
A nivel regional, América está a la cabeza con 15 homicidios por cada 100.000 personas, seguido de África, con 12,7. El promedio mundial es de 5,8. Muy atrás figuran Oceanía (2,9), Asia (2,3) y Europa (2,2), todo según cifras de la ONU en 2021.
En opinión de McDermott, las altas tasas de homicidios en nuestra región responden a que las ciudades “son también territorio estratégico para el crimen organizado. Así que a menudo vemos violencia en ciudades portuarias, que pueden actuar como puntos de partida de mercancías delictivas, entre las que destacan las drogas ilegales”.
A principios de 2024, el Centro de Estudios Internacionales de la Pontificia Universidad Católica de Chile (CEIUC) publicó los resultados de una encuesta en la región en la que se preguntó acerca de los principales riesgos de América Latina. La respuesta no fue otra que la seguridad.
Al desglosar las 50 ciudades más peligrosas se puede constatar que México lidera en cantidad, con 16 urbes (y siete en el top 10). Le siguen Brasil (10 ciudades en el ranking), Colombia (8), Estados Unidos (6), Sudáfrica (4) y Honduras (2).
México: Colima, la ciudad más violenta del planeta
Por séptimo año consecutivo, México se lleva el título con la ciudad más violenta del mundo, y la primera de 2024 se repite una vez más. Se trata de Colima, en la costa del Pacífico, donde se registraron 140 homicidios por cada 100.000 habitantes. Según Infobae, “para entender los motivos detrás de la escalada de violencia en la capital colimense es necesario remontarse, por lo menos, a 2016. En esa época, a Colima llegó César Rafael Vázquez Pérez, alias “Comandante Fierro”, un emisario de Ismael “El Mayo” Zambada, que tenía la encomienda de coordinar las operaciones del Cartel de Sinaloa en la entidad y establecer una ruta de acceso para disputar los territorios controlados por el Cartel de Jalisco Nueva Generación (CJNG)”. Desde entonces, los enfrentamientos entre bandas narcos y las masacres se transformaron en pan de cada día.
Otras seis ciudades mexicanas aparecen en el top 10 de la lista elaborada por el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal.
Se trata de Obregón, Zamora, Manzanillo, Tijuana, Zacatecas y Juárez. En 2022, el ente encargado del ranking señaló en su informe que México lleva ya varios años “como epicentro mundial de la violencia homicida urbana”, y sin considerar los miles de desaparecidos, otra de las grandes problemáticas del país. Gran parte lo explica la influencia de los carteles del narcotráfico.
Ariel Larroude, consultor argentino en Políticas Públicas de Seguridad y Política Criminal, advirtió a La Tercera que países como Chile o Argentina, a los que considera similares en cuanto a niveles de seguridad y tasas de homicidio, deben estar alertas ante estos modelos criminales.
“Si bien hoy la matriz criminal de nuestros países está mayormente ligada al delito predatorio y no al crimen organizado, no debemos descartar que esto pueda modificarse en breve. Tenemos que estar muy atentos para evitar que se eleven los niveles de sofisticación delictiva y de penetración criminal internacional a gran escala, como sucedió en países como Ecuador y México o, en su momento, Perú y Colombia”.
Ecuador: Guayaquil y la violencia narco
L o que empezó como una revuelta en las cárceles de Ecuador, en medio de grescas entre bandas rivales y la fuga del líder de una de ellas, terminó en una de las mayores crisis de seguridad que el país sudamericano ha vivido en su historia reciente. Tras la captura de un canal de televisión en Guayaquil, donde incluso tomaron como rehenes a los trabajadores del lugar, el Presidente Daniel Noboa declaró la existencia de un conflicto armado interno, mandatando al Ejército el restablecimiento del orden.
Pero el desborde de la violencia no ocurrió ni la noche anterior ni un mes antes. Se trata de años de decaimiento de la seguridad pública en un país en el que el narcotráfico creció sin aparente capacidad de respuesta efectiva en el Estado.
En Guayaquil, puntualmente, destaca su condición de ciudad-puerto para entender el drama de la ciudad. Un chileno que conoce de primera mano el escenario local es Lester Cabrera, experto en seguridad internacional radicado en Ecuador desde hace 12 años y que ofició como subsecretario de Estudios y Políticas de la Seguridad en el Ministerio del Interior de ese país.
En su opinión, hay al menos tres factores que explican el declive violento de Guayaquil. En primer lugar, fue “uno de los centros urbanos que se vieron fuertemente afectados por la pandemia del Covid-19″, incluso siendo calificada de la “Wuhan de Sudamérica”. La falta de ingresos de la ciudad portuaria dio como resultado el repliegue del Estado de lugares clave, “siendo reemplazado por organizaciones que operan al margen de la ley”.
Le sigue la violencia derivada de estos grupos y la ubicación estratégica que tiene Guayaquil dentro de la cadena de valor del tráfico de drogas, especialmente la cocaína. “El control de las rutas, la logística e incluso la movilización y protección de la droga hacia los puertos localizados en Guayaquil, añadiendo además los diversos procesos conexos con dicha actividad delictiva, permiten entender la violencia”, explicó a La Tercera.
Por último, y ligado a los puntos anteriores, está la ausencia de una planificación urbana “que permitiese un desarrollo integral”, lo que explica “la inexistencia de estructura básica, como lo son caminos, alcantarillado, etc.”.
En números, Ecuador sufrió una rápida involución en cuanto a seguridad. Si en 2018 la tasa de homicidios era de seis por cada 100.000 habitantes, para 2023 aumentó casi en un 800%, llegando a 46 por la misma cantidad de personas.
Una visión distinta la aporta Daniel Pontón Cevallos, docente en la Escuela de Seguridad y Defensa del Instituto de Altos Estudios Nacionales de Ecuador. Si bien coincide en que el narcotráfico “ha afectado mucho al Ecuador”, es “renuente a aceptar esta explicación como la única”.
“¿Por qué el hampa de esta ciudad se hizo tan violenta? Por concepto, toda criminalidad es violenta aquí y en todas partes, pero haber llegado a los niveles de Guayaquil, no se resuelve la respuesta de forma tan fácil”, comenta. A su parecer, se solapan temas como “la pobreza, la marginalidad y la informalidad propia de esa ciudad, con la mutación de pandillas que a raíz del problema carcelario derivaron en peligrosas bandas criminales”, pero también “hay que sumar la incompetencia y poca claridad estatal por contener este problema”.
Argentina: El caso de Rosario
Años atrás, la ciudad argentina de Rosario era sinónimo de personajes icónicos de la historia transandina, además de ser el centro neurálgico por el que los productos entraban y salían del país vía el Paraná. Fito Páez, Ernesto “Che” Guevara y Lionel Messi son algunos de los nombres que integran el primer punto. El segundo, en tanto, sigue siendo válido, pero también es una de las razones para la transformación de la urbe.
Hoy, se trata de la ciudad más peligrosa de Argentina. Su descrédito se originó en la creciente violencia de la que por meses han sido víctimas inocentes y delincuentes producto de enfrentamientos de bandas rivales.
Para Ariel Larroude, son tres los factores que explican el decaimiento de la ciudad. La primera, planteó a este periódico, es “la alta tasa de consumo de estupefacientes, particularmente de marihuana y cocaína, un fenómeno que se ha expandido en toda Argentina, pero, fundamentalmente, en las grandes urbes como Rosario”. En menos de 20 años se ha triplicado el consumo de ambas drogas, desatando el intento por monopolizar el control de los territorios claves.
En segundo lugar, el director del Observatorio de Política Criminal apuntó al “debilitamiento de una policía local que en los últimos 10 años se fragmentó, se atomizó y, en muchos casos, resultó connivente con la delincuencia que por mandato legal debía reprimir”. Es decir, los “buenos policías no desarrollaron las herramientas suficientes para intervenir en la criminalidad ligada al narco”, y los malos “potenciaron la lucha entre bandas, armándolas, liberando zonas, ofreciendo protección y vendiendo impunidad”. En términos de política criminal, explicó, este último elemento es crucial, puesto que se desmorona todo el sistema de prevención y contención de la delincuencia.
Larroude cree que lo que llevó a Rosario a convertirse en la ciudad más violenta fue que “se instauró un orden clandestino en el que primó el uso de la violencia letal para resolver conflictos criminales, situación que no se dio en otra ciudad argentina con la misma intensidad”. Si en otros lugares del país las disputas por mercados ilegales se daban sin llamar la atención “y con niveles de violencia letal tolerables en términos de criminalidad, en Rosario esas disputas se resolvieron a los tiros, a la vista de las autoridades nacionales y con gente inocente como víctima”.
Eso sí, añade que es un problema puntual de la ciudad, mas no de todo el país. “La ciudad de Buenos Aires ha cerrado 2023 con 2,8 muertos cada 100 mil habitantes, la provincia de Buenos Aires con cuatro, Córdoba Capital con 2,5 y Mendoza tres″, detalló. A nivel nacional, la cifra es de 4,6 muertos, en cambio, en Rosario es de 22 por cada 100.000.