No alcanzó a estar 24 horas en Taiwán, pero el viaje de Nancy Pelosi a la isla estuvo lleno de encuentros y reuniones. Según un oficial del Instituto Americano de Taiwán, que sirve como la embajada de facto de Estados Unidos en el lugar, cada uno de los eventos en su agenda tenía un “significado simbólico propio”.
“Los propósitos del viaje son muy claros”, señaló el funcionario, citado por Apple Daily: “La visita al Parlamento, el cuerpo legislativo de Taiwán, representa su apoyo al Estado de derecho. El banquete, que contó con los líderes empresariales del país, sirve a propósitos económicos y de comercio. Finalmente, la visita al Parque Nacional de los Derechos Humanos en Taipei, y el encuentro con activistas de alto nivel ahí, simboliza el esfuerzo de décadas que ha llevado Pelosi protegiendo los derechos humanos”.
En este último evento, Pelosi tuvo la oportunidad de conocer a tres figuras importantes de la lucha por la democracia y los derechos humanos en China y Taiwán: Wuer Kaixi, un disidente chino exiliado en Taiwán, conocido por su rol como líder durante las protestas en Tiananmén en 1989; Lam Wing-kee, un librero de Hong Kong que fue perseguido por los libros que vendía, y Lee Ming-che, un activista que estuvo cinco años en prisión en China.
Wuer Kaixi alcanzó fama internacional en 1989, como uno de los líderes del movimiento estudiantil que, en junio de 1989, protestó en la Plaza de Tiananmén y consiguió reformas democráticas al régimen en Beijing. En ese entonces, Wuer estudiaba en la Universidad Normal de Beijing, y fue líder de la Federación Autónoma de Estudiantes Universitarios. Desde esa plataforma, impulsó el movimiento prodemocracia, llegó a estar en huelga de hambre y criticó en televisión nacional a Li Peng, el entonces primer ministro de China.
Cuando la represión estatal terminó con el movimiento, Wuer Kaixi resultó ser el segundo líder estudiantil más buscado de China, por lo que huyó a Francia y terminó en Estados Unidos para no ser arrestado.
Hoy de 54 años, Wuer se mudó a Taiwán en los 90, donde llegó a ser presentador de un programa de entrevistas. Con el paso de los años, y con el deseo de poder volver a ver a sus padres en la China continental, intentó en cuatro oportunidades distintas presentarse ante los tribunales chinos, siendo continuamente deportado a Taiwán. Hasta el momento, Wuer no ha vuelto a China, y sus padres no han podido obtener pasaportes para verlo en el extranjero.
Lam Wing-kee fue secuestrado en 2015, trasladado a cárceles secretas de China. Dueño de una librería en Hong Kong, vendía libros entre los que habían algunos críticos al régimen y al Partido Comunista, y junto con sus tres socios pasó varios meses con paradero desconocido. Finalmente, apareció en la televisión “confesando” los delitos de los que se le acusaba.
En entrevistas cuenta los días que pasó desaparecido. “Me detuvieron el 24 de octubre de 2015 cuando estaba cruzando la frontera de Hong Kong a Shenzhen. Rodeado de 30 agentes de civil, dos de ellos de alto rango, me preguntaron por qué vendía libros contrarrevolucionarios y me advirtieron de que era un delito muy serio. Luego me llevaron a una prisión secreta y me obligaron a firmar dos declaraciones: una renunciando a avisar a mi familia y otra rechazando un abogado”, relató el activista, contando que fue interrogado durante horas y sufrió abusos físicos en la celda en la que lo tenían encerrado. Según su testimonio, las luces de la celda estaban encendidas las 24 horas del día, y solo podía ducharse cada tres días.
Lam fue liberado en 2016, y se refugió en Taiwán en 2020, donde abrió otra librería. “Como yo enviaba a China libros prohibidos de historia, por lo que ya había sido detenido en la frontera en 2012, querían saber la lista de clientes y de dónde sacaba la información uno de mis socios, Gui Minhui”, contó al diario español ABC. Hasta el momento, Gui Minhui es el único de los cinco apresados que no ha sido liberado.
Lee Ming-che es un activista taiwanés prodemocracia, que trabajó en el Partido Progresista Democrático y fue empleado en una ONG. De 46 años, Lee también fue detenido por autoridades chinas: en su caso, en 2017. Esto ocurrió en Macao, región autónoma de la costa sur de China, donde perdió la capacidad de comunicarse directamente con su familia.
Su arresto causó indignación en distintos movimientos políticos taiwaneses, y puso en tensión las relaciones entre Taipei y Beijing. En septiembre de 2017, en lo que su esposa y simpatizantes aseguran fue una confesión forzada, Lee se declaró culpable de “subvertir el poder estatal”. Por esto, fue sentenciado a cinco años de prisión.
En cautiverio, a Lee se le negó el derecho a escribir y recibir cartas y llamadas telefónicas, cosa que viola los estándares mínimos de la ONU para el tratamiento de reclusos. Pasó los cinco años en prisión, y regresó a Taiwán el 14 de abril de este año.