Este fin de semana, Joe Biden y Xi Jinping se vieron las caras por última vez en Lima, en el contexto de la Cumbre de Líderes del Foro de Cooperación Económica de Asia-Pacífico (APEC). En este encuentro, donde se dieron cita los líderes de las 21 economías que representan el 60% del Producto Interno Bruto global, el presidente estadounidense hizo su primera parada en un pequeño tour latinoamericano: solo el segundo viaje a la región en toda su administración.
Si bien la agenda de la cumbre se centró en las prioridades de Perú, sobre profundizar los vínculos comerciales y de inversión del bloque, la presencia simultánea de los dos líderes mundiales más poderosos en el mismo continente atrajo la atención de las audiencias internacionales. Históricamente, Estados Unidos ha sido el principal socio comercial y de inversión en América Latina, y Washington ha ejercido una influencia política crucial en la región. Pero recientemente, y cada vez más, los vínculos políticos y económicos con China empiezan a hacerle sombra al vecino del norte.
La influencia china en América Latina ha generado bastante preocupación en el gobierno de Estados Unidos. Por dar un pequeño ejemplo, el año pasado, la general Laura Richardson, entonces comandante del Comando Sur de Estados Unidos, advirtió que China “está en la línea de 20 yardas a nuestra patria”. En términos de fútbol tradicional, Beijing ya estaría “en el área chica”.
Biden no parece tener mucho que decir en este tour latinoamericano: después de cuatro años marcados por las guerras de Ucrania y Gaza, la política exterior de Estados Unidos ha dejado “abandonados” a los países vecinos del sur, según indican muchos expertos. Y con el par de meses que le queda al demócrata en la Casa Blanca, su rango de acción parece mínimo.
El presidente de Estados Unidos y el líder del régimen chino tuvieron en Lima una de sus últimas reuniones, antes de que Biden deje la Casa Blanca en enero del próximo año. “Competición, no conflicto”, fue el mensaje a su par chino en su despedida como presidente
“El objetivo de China de una relación estable, sana y sostenible entre China y Estados Unidos, sigue siendo el mismo” tras la elección de Donald Trump, dijo Xi al reunirse con Biden, reconociendo “altibajos” entre los países. “China está dispuesta a trabajar con la nueva administración estadounidense para mantener la comunicación, ampliar la cooperación y gestionar las diferencias”.
Biden le respondió a Xi que los dos líderes no siempre han estado de acuerdo, pero que sus conversaciones han sido “francas” y “sinceras”.
Sin embargo, la sombra de Xi amenazaba con eclipsar a Biden en Perú antes de su arribo a APEC: el líder chino llegó a inaugurar un megapuerto en Chancay, donde su país desembolsó 3.500 millones de dólares en inversión. Con esos números en la mesa, la estatal COSCO (China Ocean Shipping Company Limited) desarrolló uno de los proyectos de infraestructura más conocidos y controvertidos de los muchos que ha realizado en el mundo, y sobre todo en “países en desarrollo”.
Desde Perú, al menos, todo es agradecimientos: según indicó Atlantic Council, “muchos peruanos tienen la esperanza de que el megapuerto convierta al Perú en un centro clave para las cadenas de suministro globales, particularmente para las exportaciones de América Latina a Asia. Los observadores también han postulado que el puerto podría ayudar a diversificar la economía peruana, aumentar los volúmenes comerciales entre Perú y China, y atraer más inversiones chinas en Perú”.
Ya la construcción del puerto animó particularmente la economía local, habiendo creado cerca de 7.500 puestos de empleo. Una vez que el puerto esté operativo, muchos residentes, que durante décadas han buscado desarrollar sus habilidades a través de la educación, esperan convertirse en trabajadores portuarios capacitados, con habilidades especializadas en sistemas informáticos y logística de carga. Estas aspiraciones hablan directamente de una de las prioridades para la Cumbre de APEC de este año: promover la transición a una economía formal y global.
Chancay es el último evento en un patrón de las empresas estatales chinas, que se alinean con los intereses políticos de su gobierno, construyendo y operando puertos en vías navegables estratégicas en todo el mundo, desde el Mar Egeo hasta el Canal de Panamá.
Desde el Atlantic Council formulan hipótesis alrededor de Taiwán: si estallara un conflicto, la red global de 38 puertos operados por COSCO podría plantear un serio desafío logístico para los ejércitos extranjeros que busquen trasladar barcos o suministros al Indo-Pacífico.
Por su parte, el líder chino no esconde su entusiasmo alrededor de lo que llama “un mundo multipolar”, donde la hegemonía e influencia mundial no se concentre en Washington y Bruselas. “El mundo está experimentando una transformación más rápida, que no se había visto en un siglo. La humanidad ha llegado nuevamente a una encrucijada en la historia”, dijo en un artículo publicado a su nombre en medios peruanos.
Si bien Xi no nombró a Donald Trump, su declaración se produce mientras los líderes de la APEC se preparan para que el presidente entrante de Estados Unidos cumpla su promesa de imponer aranceles del 60% a China y del 20% a otros países.
Ya en su primer mandato, Trump se involucró en una guerra comercial con China, llegando a ubicar a Beijing como un rival digno de Estados Unidos. En ese sentido, Biden no se ha alejado mucho de ese marco, diseñando una política exterior con aliados “contra” el gigante asiático, como la iniciativa “Quad”, que incluye a Japón, Australia e India.
Mientras líderes de todo el mundo se reúnen en dos importantes cumbres en América del Sur -la APEC que concluyó este sábado en Lima y la del G20 que se desarrolla este lunes y martes en Río de Janeiro-, se espera que la incertidumbre generada por el inminente regreso de Donald Trump a la Casa Blanca cobre gran importancia. Muchos estarán lidiando con lo que significará la agenda de “Estados Unidos primero” del republicano para la economía global.
China, quizás más que la mayoría de los países, se estará preparando para futuras relaciones que se prometen conflictivas con Estados Unidos. Pero para el líder chino, Xi Jinping, las próximas reuniones y la inauguración del megapuerto de Chancay brindan una oportunidad para promover los propios objetivos de Beijing, y mostrarse como una “alternativa” a Washington.
“Tiene sentido que los funcionarios chinos utilicen estos grandes eventos para intentar dar forma a algunas de las narrativas internacionales en este momento”, dijo Li Mingjiang, profesor asociado de relaciones internacionales en la Universidad Tecnológica Nanyang de Singapur: “Sobre todo, considerando que no queda mucho tiempo antes de enero de 2025″, cuando asuma Trump.
En ese sentido, Reuters destaca que Xi planea una ofensiva diplomática de una semana en América Latina, que incluye un acuerdo de libre comercio renovado con Perú, la inauguración del enorme puerto de aguas profundas de Chancay allí, y ser recibido en la capital de Brasil esta semana para una visita de Estado. China también anunció planes para albergar la cumbre de la APEC en 2026.
China, agrega la agencia de noticias, está buscando minerales metálicos, soja y otros productos básicos de América Latina, pero a los funcionarios estadounidenses les preocupa que también puedan estar buscando nuevos puestos de avanzada militares y de inteligencia adyacentes a Estados Unidos. Los medios de comunicación respaldados por el Estado chino han calificado esas acusaciones de difamación.