Un viajero de 33 años fue el primer enfermo confirmado de coronavirus en Chile, detectado el 3 de marzo, cuando la infección sumaba casi 13 mil contagios en el mundo y recién estaba llegando a Sudamérica. Hoy, 150 días después de ese primer caso, nuestro país acumula 353.536 contagios, siendo el octavo país del mundo con más enfermos totales, quedando sobre España, y registra 13.203 decesos atribuibles al Covid-19, casi el triple de los informados por China.
En estos cuatro meses, la capacidad de camas críticas en los hospitales y clínicas creció cuatro veces. Según la Sociedad Chilena de Medicina Intensiva (Sochimi), en enero la Región Metropolitana tenía una dotación de 430 camas con ventilación mecánica, mientras que en junio se llegó a una ocupación de 1.753, el máximo registrado, considerando las UCI y otras unidades reconvertidas.
El subsecretario de Redes Asistenciales, Arturo Zúñiga, dice que el país llegó a tener 5.400 camas ventiladas y que “si no hubiésemos implementado ninguna de estas medidas extraordinarias, el sistema de salud hubiese colapsado el 5 de mayo”, cuando había 23 mil contagios y 281 muertos.
Para evitar eso, sostiene, fue clave el trabajo de la Unidad de Gestión Centralizada de Camas (UGCC), que “estaba acostumbrada a trasladar 20 pacientes diarios en situación normal del país, y llegó a trasladar 80 pacientes en un día”, dice Zúñiga. Así, de los 600 traslados que se hacen mensualmente, se alcanzó un récord de 1.561 traslados en mayo y 1.324 en junio, más del doble de lo normal.
La UGCC se trasladó al edificio central del Minsal, se triplicó el personal que trabajaba en ella, creando un turno de médicos reguladores que no existía y un grupo de enfermeras que día a día sabía del estado de salud de los pacientes hospitalizados en las UCI.
Arturo Zúñiga, subsecretario de Redes Asistenciales
La autoridad cuenta que en este tiempo recibieron 1.683 aparatos respiratorios, entre ventiladores mecánicos, cánulas de alto flujo y cascos C-PAP, entre otros, y asegura que todo el plan de acción por el coronavirus ha demandado $ 700 mil millones extras a los $ 10 billones de presupuesto que tiene el Ministerio de Salud. Además, se contrataron 12.400 profesionales, entre médicos, enfermeras, kinesiólogos y técnicos en salud, para atender la demanda adicional provocada por la pandemia y los recintos adicionales que se habilitaron para dar abasto.
Hospitales modulares
Ayer, el ministro de Salud, Enrique Paris, volvió a confirmar la tendencia a la baja de los contagios. “Los indicadores son aún y seguirán siendo, espero, positivos. Los casos confirmados disminuyeron en un 1% en los últimos siete días y en 24% disminuyeron en 14 días”.
La autoridad, además, destacó la tasa de positividad de los exámenes PCR: “Ha llegado finalmente al 10% a nivel nacional y los casos nuevos Covid-19 siguen bajo dos mil casos diarios”.
Ahora que ya pasó el peak de la primera ola de contagios, ¿qué pasará con todas las camas? Zúñiga dice que, paulatinamente, se irán reconvirtiendo a la función y ubicación que originalmente tenían en los recintos públicos y privados, principalmente en Unidades de Tratamiento Intensivo (UTI). Así, el stock de camas UCI habilitadas ya han bajado de 3.320 a 3.081.
Pero se mantendrán operativos los cinco hospitales modulares (Sótero del Río, Barros Luco, Coquimbo, Concepción y Limache) para enfrentar los eventuales rebrotes que se presenten. Ello, considerando la virtud de estos recintos: pueden ser armados rápidamente, en cualquier rincón del país. “Si llegamos a tener aumentos de contagios en Puerto Montt, podemos llevar fácilmente un hospital modular y acoplarlo al hospital base de allá. La inversión ya está hecha y no hay un costo por mantenerlos al costado de los hospitales, que es donde mejor funcionan”, detalla.
Lo mismo pasará con los ventiladores. Dice que no serán desaprovechados. “En 2022, cuando ya tengamos una baja circulación del coronavirus, va a ser distinto enfrentar el invierno, con la influenza o el virus sincicial, con esta capacidad ventilatoria que quedó en los hospitales”, adelanta.
Con todo, cuatro recintos funcionan actualmente solo para contener la pandemia: el Hospital Metropolitano, el nuevo Hospital Gustavo Fricke, el antiguo Hospital de Ovalle y el antiguo Hospital de Angol, además de todos los puestos del Ejército.
Mil camas en la RM
El vicepresidente de la Sochimi, Darwin Acuña, destaca la capacitación de profesionales como un elemento clave en la pandemia, al igual que “el esfuerzo de crear nuevas unidades UCI, aumentando el número de camas, trayendo nuevos ventiladores y adecuando otros servicios, como pabellones o las UCI pediátricas, lo que fue clave para que no hubiera un colapso mucho mayor”.
También reitera la sugerencia que le hicieron al ministerio, de contar con mil camas disponibles en la Región Metropolitana antes de desconfinarla, el doble de las que había antes de la crisis.
Por ejemplo, en el último reporte de la Sochimi, la Región Metropolitana aparecía con 1.535 camas UCI habilitadas, de las cuales 1.285 estaban ocupadas, es decir, el 84%. Pero si eso se calcula en base al criterio Sochimi, de mil plazas intensivas, en realidad el nivel de ocupación sobrepasa el 100%.
Es inevitable que haya un número importante de camas que se tengan que cerrar, porque son servicios que se tienen que dedicar a otras cosas, pero hay una cantidad de camas basales que tienen que quedar permanentemente y ojalá para siempre, sobre todo ante un eventual rebrote.
Darwin Acuña, vicepresidente de Sochimi
El representante de la Sochimi destaca que, más allá de los cupos, es necesario tomar en cuenta la calidad y seguridad de las atenciones. “Obviamente, no se puede garantizar que la calidad sea igual de buena cuando subes de 600 camas a tres mil, pero en el fondo todos trataron de hacer su máximo esfuerzo y el resultado, evidentemente, iba a ser peor en caso de que las unidades extendidas no se abrieran”, dice Acuña.
La exministra de Salud e integrante de la Mesa Social Covid-19 Carmen Castillo, también destaca los esfuerzos realizados por la autoridad sanitaria para reforzar la red, pero considera que eso ocurrió en desmedro de otras áreas igual de relevantes, como lo son la prevención y la atención primaria de salud.
“Una de las cosas buenas fue fortalecer la parte hospitalaria y unificar lo público y privado. Pero entre las grandes fallas está no haber considerado a la atención primaria para detener los contagios, que era vital para que no llegaran a los hospitales. Ese es el contrasentido que había, el hecho de estar fortaleciendo el foco del efecto máximo, pero no detener el aumento de contagios”, concluye.