Han pasado 40 años desde que una tarde de invierno Rodrigo Anfruns Papi desapareciera desde el jardín de la casa de su abuela paterna en la comuna de Providencia y luego -11 días más tarde- fue encontrado muerto en un sitio baldío contiguo a ese lugar.
Justicia no ha habido en este caso. Tampoco se ha conocido la verdad. De seguro estos son factores que inciden en que, a cuatro décadas de acaecido el hecho, aún sigamos hablando de él una y otra vez.
La memoria es obstinada, pertinaz; de eso no cabe duda.
Estos 40 años encuentran a la familia de Rodrigo Anfruns con las abuelas paterna y materna, Guillermina Stange y Nelly Beyer, ya fallecidas. Ellas fueron grandes colaboradoras en los días en que desapareció el niño y, más tarde, fueron importantes fuentes de información en la investigación que se desarrolló en los años 2000. Ellas murieron no hace mucho sin saber quiénes habían secuestrado y dado muerte a su nieto ni por qué abyecto motivo. Si es que pudiera haber razón para un crimen contra un niño de seis años.
Paola Papi, madre de Rodrigo, y Loreto Anfruns Papi, su hermana, actualmente viven muy al sur de Chile y esta fecha las pilla con recogimiento, pero -paradojas de la vida- celebrando el cumpleaños del primer nieto de Paola, pues Martín nació un 3 de junio, casi 30 años más tarde.
La desaparición y muerte de Rodrigo Anfruns Papi fue amañadamente investigada en 1979 cuando en Chile existía el régimen del general Augusto Pinochet, debido a que involucraba a altos personeros de ese gobierno.
La versión del crimen fue construida por la Policía de Investigaciones (PDI) y estableció lo siguiente: el niño había muerto en manos de un adolescente de escasos recursos, de iniciales P.P.V., que ese domingo 3 de junio en la tarde lo había invitado a jugar al sitio eriazo contiguo a la casa de la abuela de Rodrigo y por un impulso asesino ahí lo habría asfixiado.
El cuerpo -según dijo la PDI de la época- permaneció en ese lugar eriazo que colindaba con la avenida Santa Isabel durante los 11 días que Carabineros, familiares, amigos y los medios de comunicación lo buscaban frenéticamente.
Algo no cuadra
Pero para la familia y los carabineros involucrados, esa versión era del todo inverosímil, ya que cuando Rodrigo llevaba tres días desaparecido, alguien había llamado por teléfono y había dicho a la carabinero que atendió haciéndose pasar por la madre de Rodrigo: "Tenemos raptado al niño, si no lo creen busquen unos zapatos en el jardín de la casa".
Al recibir el llamado los presentes salieron disparados a buscar pero no encontraron nada. Volvieron a entrar a la casa y en eso recibieron un segundo llamado con la misma voz que precisaba: "No era en el jardín, deben buscar en el antejardín", y colgó.
Repitieron la acción en el lugar indicado y efectivamente ahí estaba uno de los zapatos que Rodrigo calzaba el día que se le perdió el rastro. A Paola Papi y a los que estaban presentes les dio la sensación de que el autor de la llamada estaba observando desde alguna parte lo que ellos hacían, pues era como si hubiese podido ver cuando buscaron sin éxito en el jardín y por eso luego vio la necesidad de hacer la segunda llamada rectificadora.
Por eso, cuando la PDI entrega su versión todos dudaron. Este asunto del zapato no tenía cabida en la versión entregada. P.P.V. no tenía la capacidad operativa para haber ido a tirar un zapato en una zona que estaba completamente aislada, vigilada y acordonada. Ni siquiera podía contar con las monedas para haber hecho dos llamadas desde un teléfono público. En su casa de madre que lavaba ropa ajena y de padre obrero no había teléfono.
En el expediente la PDI escribió que la grabación era inaudible, que no se podía oír lo que decía. Y el cassette con el registro desapareció en las manos de la PDI.
Eliminada la decidora grabación, la PDI fundamentó su versión en la data de muerte del cuerpo. Un informe forense realizado por el médico ginecólogo José Luis Vásquez, que entonces cumplía labores en el Hospital Militar, aseguró que el cadáver presentaba un deceso de 11 días y se apoyaba en el vaciado gástrico: el estómago de Rodrigo contenía carnes y papas, que era lo que la abuela paterna le había dado de comer en el almuerzo del domingo que desapareció.
El problema que se presentó fue que el jefe de Tanatología del Servicio Médico Legal, el doctor Julio Veas, había previamente realizado un informe de autopsia al recibir el cuerpo. Y a diferencia del reporte del ginecólogo del Hospital Militar, Veas afirmó que el estado de descomposición y la fauna cadavérica entregaban una data de muerte de unas 24 a 36 horas.
El informe de Veas no se adjuntó al expediente, prevaleció el de José Luis Vásquez.
Algo se aclara
El caso de Rodrigo Anfruns fue cerrado a comienzos de los años ochenta y así permaneció hasta que en 2004 se produjo su reapertura gracias a la versión del carabinero Jorge Rodríguez -que había conducido la búsqueda del menor durante esos días de 1979- y que a 24 años del hecho se animó a revelar que presenció cuando desconocidos llegaron a la noche del 14 de junio de 1979 a depositar el cadáver en el lugar donde fue encontrado.
Luego, gracias a las acciones que pro bono inició en tribunales el abogado Roberto Celedón, por un suceso casi milagroso, en los archivos de la Vicaría de la Solidaridad apareció el cassette con la grabación que aseguraba que Rodrigo estaba secuestrado y que llevó a la aparición del zapato. La cinta era completamente audible, inequívoca en lo que señalaba.
¿Cómo cuadra esa grabación en la versión que entregó la PDI?
Respecto al vaciado gástrico que fundamentaba la data de muerte, la investigación que se realizó en los años 2000 mostró que un psicólogo de la PDI, Hernán Tuane Scaff, faltando dos días para que el cuerpo de Rodrigo apareciera llamó a la abuela paterna del niño para preguntarle: "¿Qué fue lo que usted le dio de comer a su nieto el día que desapareció?". La abuela extrañada le respondió, "carne con papas".
¿A qué se debió esa pregunta del psicólogo?
La PDI, que es la institución policial que goza de más prestigio hoy, aún podría colaborar en establecer los sucesos en la muerte de Rodrigo. La Justicia tiene antecedentes suficientes para permitir que al menos haya verdad en este caso que cuatro décadas más tarde todavía sigue presente en la memoria pertinaz de Chile.