Las mujeres son en gran proporción víctimas de violencia intrafamiliar y de delitos sexuales, mientras que los hombres registran ser víctimas de delitos de mayor connotación social, tales como homicidio, robo, lesiones, entre otros. Así lo evidencia el análisis que hizo el Centro de Estudios de Públicos (CEP) en un nuevo libro que lleva por título Disparidad bajo la lupa: una radiografía de las brechas de género, y que será lanzado en el marco este nuevo 8M.

Entre los resultados, se desprende que las mujeres tienen un mayor riesgo de ser víctimas de delitos en espacios privados y al interior del hogar. En 2020, un 21,7% de las mujeres declaró haber sufrido violencia intrafamiliar (VIF). Al menos uno de los victimarios corresponde a su pareja o expareja, en el 74,5% de los casos. La violencia de pareja sería la gran deuda con la mujer, de acuerdo a las autoras.

La exsubsecretaria de la Mujer y la Equidad de Género, María José Abud; la criminóloga Pilar Larroulet y el economista Roberto Cases fueron los encargados de desglosar las estadísticas del Centro de Estudios y Análisis del Delito (CEAD) entre 2005 y 2022, perteneciente a la Subsecretaría de Prevención del Delito.

Cifra negra

“Pese a los esfuerzos hechos por los gobiernos en los últimos años, en cuanto a respuesta estatal estamos al debe”, sentencia María José Abud. La investigadora del CEP explica que existe una cifra negra en este aspecto, dada la subestimación de los delitos efectivamente ocurridos. Según la Encuesta de Violencia contra la Mujer en el Ámbito de Violencia Intrafamiliar y en Otros Espacios realizada en 2020, dos de cada cinco mujeres han sufrido violencia psicológica, física o sexual durante su vida. Sin embargo, las tasas de denuncias se mantienen bajas: el 19% de las mujeres que experimentaron violencia psicológica denunció el caso a la justicia. En cuanto a violencia física la cifra alcanzó un 29%, mientras que el 16,3% denuncia en situaciones de violencia sexual.

“Tenemos que destrabar los nudos que están impidiendo que mujeres que sufren de violencia se acerquen a la justicia. Hay varios factores que inciden, la normalización de la violencia, sentimientos de culpa y vergüenza, aunque lo lógico sería que la vergüenza la sienta el agresor y no la mujer agredida. También hay mucho temor a la respuesta institucional, es decir, que el Estado no te pueda proteger de manera efectiva y que haya una represalia del victimario”, indica Abud.

Por ello, según la autora, es clave avanzar en el proyecto de ley integral contra la violencia, de género. La importancia de esto, afirma, radica en que en Chile hay tipos de violencia que no están tipificados adecuadamente, como la violencia económica, aspecto considerado por el proyecto de ley junto con la violencia simbólica, física, psicológica, sexual, institucional, laboral y gineco-obstétrica.

El estudio concluye que la violencia económica es transversal a todos los grupos etarios. En la encuesta se utilizaron una serie de determinantes para afirmar que la persona era víctima de violencia económica, tales como negar dinero para los gastos del hogar, impedir la toma de decisiones en el manejo del dinero, prohibición de trabajar, endeudamiento en contra de la voluntad de la víctima, entre otros.

Respecto a la diferencia etaria, el estudio afirma que las mujeres en el rango de 46 a 55 años sufren en mayor proporción violencia física y económica que las de 36 a 45 años. Por otro lado, las mujeres de entre 15 a 25 años presentan una mayor prevalencia en cuanto a situaciones de violencia: un 37% manifiesta ser víctima de violencia, mientras que la cifra desciende progresivamente en los demás rangos etarios.

“El trabajo con mujeres para prevenir violencia depende mucho del rango etario. No significa dejar fuera a las mujeres que no son jóvenes, pero sí entender que ahí es donde están concentrados los mayores niveles de violencia y donde también hay una oportunidad de trabajar con las futuras generaciones en materia de prevención”, plantea Abud, para añadir que la prevención debe partir en los establecimientos educacionales, especialmente en contribuir a no normalizar situaciones de violencia. No obstante, precisa que en esta labor también deben participar los empleadores, el Estado y otros espacios de la sociedad.

Acoso callejero

Si bien las mujeres tienen más probabilidades de sufrir violencia en privado y en el hogar, en el espacio público son quienes más han experimentado acoso callejero: un 85% de las mujeres manifiesta haber sido víctima de este delito, según una encuesta realizada por el Observatorio contra el Acoso Callejero de Chile (OCAC).

En general, los espacios donde más ocurren este tipo de agresiones son las calles, plazas o parques, y cerca de un tercio en algún medio de transporte, de acuerdo con la misma encuesta.

Un 85% de las mujeres manifiesta haber sido víctima de acoso, según una encuesta realizada por el Observatorio contra el Acoso Callejero de Chile (OCAC).

Las brechas de género en ciudad y vivienda son analizadas por la directora del Centro de Estudios de Techo Chile, Pía Palacios, el docente del Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales de la Universidad Católica, Clemente Larraín y el economista Slaven Razmilic en el libro Disparidad bajo la lupa del CEP.

Para ello, utilizan distintas encuestas realizadas por el Ministerio de Desarrollo Social y Familia, el Ministerio de Vivienda y Urbanismo (Minvu), el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), el Consejo Nacional de Desarrollo y Urbano (CNDU) y el Observatorio contra el Acoso Callejero (OCAC).

Los hallazgos apuntan a que las mujeres tienen una percepción más negativa del entorno urbano, en comparación con los hombres. Esto quiere decir que reportan haber visto con mayor frecuencia situaciones negativas en sus barrios, tales como consumo de drogas cerca de la vivienda, balaceras y basura.

Además, realizan en mayor medida los “viajes de cuidado”, es decir todos aquellos traslados relacionados al mantenimiento y buen funcionamiento del hogar y la familia, como llevar a otros integrantes de la familia al colegio o centros de salud. Estos viajes se realizan mayoritariamente a pie o en el transporte público, registrando de esta manera un mayor uso de estas formas de transporte que los hombres.

Ciudad con perspectiva de género

“La ciudad de los cuidados” o “la ciudad en 15 minutos” son algunos de los modelos de ciudad que recomiendan en el estudio. De acuerdo con Pía Palacios, estos modelos tienen como objetivo que la ciudad sea más caminable, equitativa y accesible, en vista de que las mujeres son quienes más realizan viajes de cuidado y quienes registran una mayor disconformidad con la experiencia urbana.

“Necesitamos que la ciudad sea construida a una escala humana. No podemos generar ciudades solamente hechas para el automóvil. La ciudad ha sido construida por y para hombres, pensando en un único modo de desplazamiento y con un único fin: poder llegar al trabajo”, afirma Palacios. En ese sentido, la autora enfatiza que la ciudad de los cuidados tiene que estar construida considerando los desplazamientos cotidianos que se realizan dentro de las ciudades, utilizando más de un estándar.

Para conocer los aspectos más débiles de la ciudad en la experiencia urbana de las mujeres, se analizaron tres aspectos: la movilidad, el entorno y el equipamiento de distintas ciudades de Chile. Los resultados se presentan mediante el Indicador de Ciudad y Cuidados (ICC) que posee una escala que va desde el cero a uno, mientras más cerca esté el indicador del número uno, mejor es la experiencia urbana para las mujeres, considerando los viajes de cuidado. En general, las ciudades de población menor o intermedia como Puerto Montt y Antofagasta tienen mejores y las ciudades grandes (Valparaíso, Santiago y Concepción) son las que tienen peores valores en movilidad.

También se establecieron valores para las comunas del Gran Santiago. En cuanto a movilidad, Providencia, Ñuñoa, Las Condes, Peñalolén y Conchalí registran los mejores valores, mientras que La Pintana y Pedro Aguirre Cerda tienen los peores índices. Si se analiza el entorno, es decir la seguridad y la percepción del espacio público, las comunas más débiles son Santiago, Recoleta, Estación Central y La Pintana. En este aspecto también hay brechas de género: solo el 21% de las mujeres se siente segura al caminar por la calle en las noches, mientras que el 35% de los hombres afirma sentirse seguro en las mismas condiciones, según la encuesta de percepción calidad de vida urbana elaborada por el Minvu.

Por otro lado, el equipamiento es la dimensión mejor evaluada, puesto que más de veinte comunas del Gran Santiago registran valores cercanos intermedios o cercanos al uno. Lo Barnechea y Vitacura son quienes presentan peor equipamiento, pero esto se debe a que el estudio considera la inversión pública y estas comunas tienen una mayor inversión privada que otras.

Por último, al considerar todas las variables, las comunas que registran mejores índices son Providencia, Ñuñoa y Las Condes, -comunas centrales de altos ingresos- y las más deficientes son Quilicura, La Pintana y Padre Hurtado. Vitacura y Lo Barnechea repiten los bajos índices que tuvieron en equipamiento, por la cantidad insuficiente de equipamiento público.

El Indicador de Ciudad y Cuidados mide la experiencia urbana de la mujer en tres dimensiones: equipamiento, movilidad y entorno.

Exclusión habitacional

En cuanto al acceso a la vivienda, las mujeres sufren en mayor proporción formas de exclusión habitacional: un 55% vive allegada versus el 45% de los hombres. De esta manera, afirman en el estudio, la exclusión habitacional está fuertemente ligada a hogares monoparentales y con jefatura femenina. Además, aseguran, la demanda ante la solución de exclusión habitacional ha estado ligada históricamente a mujeres. “Eso pasa porque se extrapola el cuidado que realizan las mujeres al interior del hogar hacia el exterior. Se preocupan de la organización comunitaria, del cuidado de otros, es algo completamente estructural”, explica Palacios.

Una de las recomendaciones del estudio para atender el problema de la vivienda es diversificar las soluciones habitacionales ofrecidas por el Estado. Según Clemente Larraín, “la política habitacional actual en Chile es muy rígida, pero las personas que buscan el apoyo del Estado son muy variadas y tienen distintas necesidades”. En ese sentido, el estudio plantea que los “pequeños condominios” pueden ser una buena alternativa.

Para la organización enfocada en la emergencia habitacional, Déficit Cero, los pequeños condominios corresponden a edificaciones menores emplazadas en un terreno en el que viven varios núcleos familiares, generalmente hacinados y en situación de allegamiento. Eso sí, los terrenos deben ser de al menos 9 x 18 metros cuadrados. “Muchas poblaciones emblemáticas en Santiago y en Chile están construidas en estos terrenos de 9 x 18. Si pensamos en mujeres con hijos, que están allegadas con sus padres y que no tienen el dinero para independizarse, es una buena alternativa. Cada núcleo puede vivir en uno de los pisos”, explica Larraín.

“En la ciudad se concentran y se manifiestan muchas de las desigualdades que sufren las mujeres en distintos espacios. Es una expresión territorial de las diferentes desigualdades e inequidades existentes en la vida social”, concluye Clemente Larraín.