Es entre las 7.30 y las 8.00 que Jorge Jiménez (28) despierta puntualmente por el sonido del tráfico y los bocinazos que escucha desde su departamento, ubicado en un segundo piso, cerca de la esquina de Teatinos con Catedral. “Como en un día laboral normal, sin cuarentena”, relata. Abajo, y al mirar por la ventana, ve a trabajadores que esperan para comprar desayuno en las cadenas de cafeterías que están abiertas y que se repiten cada dos cuadras en el centro. Al otro lado, ve filas en notarías, sucursales del seguro de cesantía o de las AFP.
Ayer se cumplieron 90 días de cuarentena en la comuna de Santiago. Jiménez dice que los ha sentido como una eternidad, y que se frustra al ver que la circulación de personas y vehículos, a ojos de cualquier espectador, no se ha reducido. Entre otras cosas, lo atribuye a que recién la última semana ha visto fiscalización.
¿Por qué Santiago?
De la capital regional es la comuna del país que más tiempo ha permanecido en confinamiento, acercándose a las cuarentenas más largas del planeta. Y ahora, tras una nueva renovación, sumará otros siete días.
La medida se aplicó por primera vez el 26 de marzo, cuando apenas se superaban los 120 casos de coronavirus, según consta en el informe epidemiológico de esa fecha. De ahí en adelante, los contagios solo han ido al alza. Inexplicable para algunos, pero por causas lógicas para el alcalde de Santiago, Felipe Alessandri, quien apunta al nivel de hacinamiento -sobre todo en migrantes- que registran algunos sectores de la ciudad, donde han proliferado los subarriendos abusivos.
Y aunque la aplicación de cuarentenas dinámicas permitió liberar el sector sur de la comuna por tres semanas, la reactivación de los brotes obligó a endurecer nuevamente la medida.
Actualmente, los contagios llegan a 11.123, ubicando a Santiago entre las comunas del país con más infectados. Además, según el último informe epidemiológico del Ministerio de Salud, hasta la semana pasada eran 1.409 las personas categorizadas como casos “activos”, es decir, que podían contagiar la enfermedad.
“Apretón” de medidas
Las calles de la comuna parecen dormir a medias. El alcalde Alessandri dice que, de alguna manera, la delicada situación de la cuarentena en Santiago era previsible, por concentrar la mayoría de las oficinas de servicios públicos o privados esenciales, además de otros factores sociales. “Quiéralo uno o no (la comuna) es un polo de atracción, la gente viene a santiago por algo, y cerrarla sería muy difícil”.
A diferencia de su par de Lo Barnechea, Cristóbal Lira, quien señaló en entrevista con La Tercera que “las cuarentenas no están resultando” y sugiere un cambio de estrategia, Alessandri plantea mantenerla, pero haciéndola más estricta.
¿Cómo? “Ahora viene el momento de un ‘apretón’ aún más fuerte. Hemos planteado hacer un toque de queda en la semana desde las 6 de la tarde, que ya está oscuro, y eso asociarlo a mucha mayor fiscalización. Y después, los fines de semana, los sábados a las 3 de la tarde confinarnos hasta el lunes a las 5 de la mañana”, sostiene el edil.
Alessandri advierte que, y ante un escenario que no mejora, desde el municipio ya comenzaron a ubicar personas contagiadas en residencias sanitarias municipales -principalmente migrantes en condiciones de hacinamiento- y que desde la salud primaria ya están volcando sus esfuerzos en la trazabilidad de los contactos.
Sobre si estaría pronta a levantarse la cuarentena en la comuna, o en algún territorio de ella, como se hizo en algún momento de estos tres meses de Avenida Matta hacia abajo, el edil ve difícil que ocurra, al menos, antes de que termine julio.
Consecuencias en el comercio
Todos los quioscos de la Alameda y sus calles aledañas permanecen cerrados. Estos tres meses de paro de la actividad han sido fatales para el sector, comenta Ana Luisa Pérez, presidenta del Sindicato de Suplementeros Nº 2 de Santiago, que agrupa a los quiosqueros de la comuna.
La dirigenta habla de que en el rubro “estamos en la agonía, porque lamentablemente no hemos tenido ninguna ayuda. No calificamos para ningún beneficio, entonces estamos muy mal”. Pérez graficó el mal momento con un caso: “Un socio -son 250 en Santiago- me dice que tuvo ir a su local a sacar las galletas que quedaban para llevarlas a su casa, porque no tenían qué comer. Eso es dramático, porque si nosotros no vendemos, no tenemos ingresos”.
“La pandemia ha sido el ‘tiro de gracia’ tras el estallido social”, dice tajante Alfonso Molina, presidente de la Asociación Gremial de los Empresarios del Barrio Lastarria (Agebla). El dueño del “hotel and apart Lastarria” denuncia un abandono por parte del Estado. “Y aunque hemos tenido reuniones con ministros, con alcaldes -que han sido los más receptivos-, nos han dejado un poco de lado. Los créditos han sido mucho ruido y pocas nueces”, reitera.
Molina comenta que hace dos semanas están recibiendo personal sanitario en algunos hoteles del eje Lastarria para colaborar con la pandemia. Allí llegan principalmente enfermeras y kinesiólogos, reubicados de clínicas y hospitales de regiones que vienen a reforzar los distintos recintos de salud de la capital. Eso, de manera momentánea, les ha permitido no quebrar. “En el barrio Lastarria la junta de vecinos hace un gran trabajo, ha concientizado a la gente. Pero en el resto de Santiago Centro la circulación de gente sigue siendo alta”, comenta el empresario.
Delivery en el encierro
“Hay un contraste de estar encerrado y ver mucho movimiento en la calle. Hasta hace poco, algunos comercios funcionaban con mucha normalidad. La cuarentena en este barrio ha sido pura autodisciplina, porque fiscalización no ha habido nunca”, relata Simón Ramírez (31), que vive en el barrio Santa Isabel.
Por las noches, eso sí, ese ritmo se calma. Con el silencio, y a lo lejos, se perciben algunas sirenas de ambulancia que se mueven entre los recintos asistenciales de la zona. Después del toque de queda y hasta la medianoche, también se percibe el ruido de motos de delivery por aplicaciones.
Y aunque ha habido controversia sobre si suprimirlos o evaluar qué tan esencial es pedir una hamburguesa, el alcalde Alessandri dice que este método de trabajo ha permitido que muchos locales se sostengan por sobre “la línea de flotación”.
“Apoyo que los restaurantes puedan funcionar, porque al menos así pueden subsistir al mínimo con el reparto. A algunos locales no les han rebajado ni un peso el arriendo”, lamenta el edil.
Sin embargo, algunas comunidades de edificios, que se concentran principalmente en la zona de Santiago Norte, han restringido el acceso de los motoboys al interior de los departamentos, pues se han reportado algunos contagios de personas que no han salido durante toda la cuarentena, pero que han pedido comida o abarrotes al hogar.