Un 24 de julio, hace veinte años, un joven oriundo de Coyhaique propinó cerca de catorce puñaladas al sacerdote Faustino Gazziero De Stefani, apenas terminaba la misa de las 17.00 horas en la Catedral Metropolitana.
El crimen se gestó días antes, cuando el joven Rodrigo Orias, de 25 años, comenzó a alucinar con figuras satánicas que le pedían matar. La presencia de un demonio no solo se alimentaba con la lectura de textos como el Necronomicón o el Libro de San Cipriano, también un desconocido diagnóstico de esquizofrenia aumentaba sus delirios.
Días previos al crimen –acorde al testimonio de su familia– Orias insistía que debía asesinar a un integrante de la Iglesia Católica, acción que puso en marcha al comprar un pasaje de bus hacia la capital.
En Santiago arrendó una habitación en el casco histórico, mismo lugar en donde compró una daga para concretar el asesinato.
Minutos antes de que dieran las seis de la tarde en punto, Orias daba pasos por la Plaza de Armas, con la daga entre su ropa, escuchando las voces que le ordenaban realizar el crimen.
El joven ingresó a la Catedral Metropolitana, se acercó al padre Faustino Gazziero y lo acuchilló frente a los feligreses que acompañaban la misa. Pese a que intentó terminar con su vida en el mismo acto, fue detenido por Carabineros y posteriormente, atendido por personal médico antes de que las heridas que se había autoinfligido con el puñal se tornaran fatales. No así sucedió con Gazziero De Stefani, quien falleció al interior de la iglesia en medio de los gritos de los creyentes.
Este martes 23 de julio, la única reliquia del sacerdote fue bendecida por el padre obispo Luis Infanti en la Catedral de Coyhaique, donde permanece su cripta en memoria a su labor como docente y párroco por más de diez años en la austral comuna.
Qué pasó con Rodrigo Orias
En el juicio en su contra, el Tercer Juzgado del Crimen de Santiago declaró inimputable al joven. En la resolución, la jueza Verónica Sabaj señaló que Orias presentaba “un cuadro sicótico, con presencia de fenómenos alucinatorios, auditivos, táctiles, cenestésicos de contenido mágico y demoníaco, circunstancias que implican que el inculpado al momento de cometer el delito investigado, se encontraba privado de razón o juicio de realidad, motivado por sus ideas delirantes y por órdenes alucinadas que le impedían actuar con el debido discernimiento”.
Así, permaneció tres años en el Hospital Psiquiátrico de Putaendo y tras su salida, se dedicó al fisicoculturismo y a mantener sus controles por esquizofrenia al día. En medio del proceso judicial, el joven manifestó en reiteradas ocasiones su arrepentimiento por el crimen y también confesó que era tal su deterioro mental que estuvo “a punto” de matar a su familia.
Orias se encontraría por estos días viviendo junto a familiares en la Región Metropolitana, con su enfermedad en tratamiento y lejos de los rituales oscuros.
“Hoy día se encuentra sujeto a la autoridad sanitaria, lo que significa que a él se le hacen controles en forma mensual que determinen que está siguiendo el tratamiento médico que se dio en su favor”, explicó Carmen Gloria Arroyo, abogada que defendió su causa.
Consultada por La Tercera, la abogada relató que lleva exitosamente su proceso de reinserción, pero que ha sido difícil por el interés mediático que despertó el caso.