Un 25 de enero de 1985 nació en el Hospital Militar de Santiago Aliro Franco, el primer niño fecundado in vitro en Chile. El equipo médico comandado por el doctor Alberto Costoya había conseguido el año anterior realizar la implantación con éxito.
Según información entregada por la Organización de Naciones Unidas (ONU) durante 2023, un 17,5% de la población sufre de infertilidad. En Chile, el rango ronda entre un 10 y 15% de la población adulta. Frente a una tendencia creciente a sufrir esta enfermedad, la opción de realizarse un procedimiento de fertilización in vitro (FIV) ha sido visto con mayor interés.
Luego de casi cuatro décadas, en el país se han desarrollado una serie de mejoras en el procedimiento, además del incremento de centros operativos e incluso la posibilidad de acceder a este de manera gratuita.
Alberto Costoya, director del equipo que realizó la primera fecundación in vitro en el país, explica que “en general las cosas eran mucho más difíciles antes por una serie de razones técnicas”.
“Partiendo por los medios de cultivo en que se hacían las fertilizaciones in vitro, que había que fabricarlos personalmente: ahora viene hecho. En segundo lugar, las aplicaciones en ese entonces de los óvulos eran por laparoscopía, ahora se hacen por una ecografía transvaginal. Hoy día además la estimulación, las hormonas que se usan están súper purificadas, cosas que antes no estaban”, explica sobre los cambios en las técnicas utilizadas.
El proceso de la fertilización in vitro
La fertilización in vitro actualmente se desarrolla en cinco etapas. Primero, la mujer toma medicamentos que incrementan la cantidad de óvulos producidos, proceso conocido como “estimulación ovárica”.
El doctor David Vantman, director de la Clínica Cer, explica que esto significa “dar hormonas al ovario para que produzca, ojalá, una mayor cantidad de huevos. Normalmente el ovario produce uno solo, cada vez. Entonces, con esta hormona, la intención es tener una mayor población de huevos disponibles para poder trabajar con ellos”.
Posterior a esto se realiza un proceso llamado “aspiración folicular”, en el que se retiran los óvulos del cuerpo de la mujer. “Ahí la paciente va a pabellón y en pabellón con sedación, dormida, a través de la vagina y mirando con el ecógrafo los huevitos, los pinchamos con una aguja y vamos aspirando el líquido que está dentro de estos folículos”, explica Reinaldo González, doctor especialista en infertilidad y medicina reproductiva de la clínica Monteblanco.
Luego de la extracción sigue el proceso de inseminación, en el que se dejan los espermatozoides con los óvulos de mejor calidad.
Ya fecundado, el óvulo al poco tiempo se convierte en un embrión, momento en que es vigilado por el personal de laboratorio mientras se desarrolla. Luego de siete días pasa a ser un blastocito, momento en que puede congelarse o realizar la transferencia embrionaria.
FIV en cifras
Según datos entregados por la Sociedad Chilena de Medicina Reproductiva (Socmer), durante el año 2021 se realizaron más de 5.000 ciclos de fertilización in vitro en el país.
En tanto, la Red Latinoamericana de Reproducción Asistida (Redlara), que reúne la información de más del 90% de los centros de reproducción asistida en Latinoamérica, en un registro de reproducción asistida de 2020 señala un total de 4.887 ciclos de fertilización in vitro en el país, además de 829 nacimientos por medio de tratamientos de reproducción asistida. La asociación estima que ese año en el país nació un total 1.066 niños de esta manera, lo que equivale proporcionalmente a un 0,55% del total de nacimientos.
Otro factor relevante en la discusión es la tasa de éxito de la fertilización in vitro. La clínica Ivi de Santiago señala que en el primer intento, y utilizando óvulos propios, existe una probabilidad de embarazo del 69,7%, que sube hasta a 87,2% al segundo y a 94,1% al tercero.
Mientras tanto, la Clínica Las Condes señala que la probabilidad de parto luego de una transferencia embrionaria en Chile es de un 40% en las menores de 31 años, cifra que cae a 9% en las mayores de 42 años.
Mejoras con el paso del tiempo
Una de las mayores mejoras respecto al procedimiento antiguo es la posibilidad del diagnóstico genético preimplantaciónal (DGP), que permite realizar un reconocimiento al embrión antes de ser transferido el útero materno.
Reinaldo Gonzalez menciona que “nos permite saber cuáles embriones tienen cromosomas normales y cuáles no”.
“Los embriones con cromosomas anormales no se pueden transferir al útero porque son incompatibles con la vida. Y los que tienen cromosomas normales tenemos muy buenas posibilidades de embarazo actualmente, 70-80% con bajas posibilidades de aborto”, explica.
Ricardo Pommer, director de la Unidad de Medicina Reproductiva de la Clínica Monteblanco, resalta la capacidad actual de generar un ambiente más parecido al que se genera un embrión: “Antiguamente no existía esa opción de poder llevar embriones hasta el desarrollo como es en la naturaleza. En la primera in vitro el embrión se colocaba el día 3, lo cual todavía era como un embrión no final”, explica.
“Las máquinas que tenemos disponibles obviamente pueden hacer que remedemos realmente lo que pasa en el cuerpo humano de la gente que no necesita ayuda. Entonces podemos imitar absolutamente esa situación con mucho mejor éxito que la misma naturaleza. Tenemos mejores resultados”, enfatiza.
Un procedimiento caro o con gratuidad
La FIV sigue siendo la técnica de reproducción asistida más costosa entre todas las disponibles, y por lo general es vista como una última opción cuando ya otras metodologías de menor complejidad no resultan funcionales.
Según la información que entregan algunas clínicas, el costo del tratamiento es de aproximadamente 4 millones de pesos, a los que se suman las hormonas inyectables que se deben comprar en farmacias, que son otros 2 millones aproximadamente.
Actualmente en el Fondo Nacional de Salud (Fonasa) es posible acceder a programas de fertilización asistida de baja y alta complejidad. En la red pública, es posible acceder incluso a una cobertura del 100% para los tramos A, B, C, y D.
Para Pommer, es “algo que podría haber sido impensable antiguamente, también existen centros que tienen gratuidad. Hay uno en Antofagasta, hay uno en Valparaíso, otro en Viña, y hay otro en Concepción”. Sin embargo, aclara que “todavía siguen siendo tratamientos caros para la gente que no puede acceder a la gratuidad”.
“Hay una referencia nacional al hospital Paula Jaraquemada, a los usuarios del sistema público. Las isapres ahora deben cubrir el procedimiento de fertilización in vitro. Por lo tanto, esto es más accesible que antes”, menciona Costoya.
Aceptación social
Aunque en un principio existía cierto temor y rechazo a este tipo de procedimiento, especialmente desde la Iglesia Católica, con el paso de los años la opción ha sido vista con mejores ojos en el país.
“En general esto está mucho más abierto, la gente está mucho más abierta a tratarse de esta manera”, menciona David Vantman.
Pommer explica que la infertilidad es una enfermedad que “no discrimina en relación a tu opción religiosa”. Debido a esto, el sesgo social al procedimiento “ha ido bajando bastante. Ahora se considera la in vitro como una opción real en salud”.
Sin embargo, enfatiza que “todavía donde quedan algunos vestigios un poquito más conservadores en la congelación genética, en la genética preimplantacional”.