El martes asumió el nuevo rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Álvaro Ramis. Pero su nombre es conocido: fue presidente de la Feuc en 1998 y luego siguió un camino activista que lo llevó a presidir la Asociación Chilena de ONG Acción. Hoy, como rector, aborda la violencia, uno de los temas del momento en la educación, pero también adelanta que participará en el debate por la extensión de la gratuidad.
Las agresiones de encapuchados en la U. de Chile abrieron el debate sobre la violencia, ¿dónde está el origen de este problema?
Existen muchas formas de violencia en las universidades, pero el debate sobre el acceso y el financiamiento no nos hacía conscientes de esto. Hay tres tipos de violencia: la machista, evidenciada por la revolución feminista, donde se criticó ese ejercicio del poder entre académicos, funcionarios y estudiantes; el bullying o violencia simbólica, que tiene forma de racismo, misoginia y homofobia, y la violencia episódica, que a veces es política y otras es nihilista. Y eso es lo que expresan los encapuchados. Eso tiene raíces sociales, culturales y políticas, y debe ser abordado en esas variables.
¿Qué propone para abordar la violencia?
Proponemos crear una red interuniversitaria contra las violencias. Eso debe ayudar a que todas las universidades que enfrentamos estos dilemas salgamos con una sola voz a rechazar la violencia, pero también a construir métodos para la paz. Es fácil plantear soluciones punitivas, como un Aula Segura en las universidades, pero estamos en desacuerdo con eso. La cultura para la paz se hace en el currículum, creando hábitos de convivencia y generando condiciones políticas para que los cambios ocurran.
¿Cree que la violencia de los encapuchados es nihilista?
Yo creo que sí, porque se acentúa la violencia como un fin en sí mismo, que tiene un carácter pasional, casi épico para aquel que la practica, donde se pierde el sentido del daño a la comunidad. Se deben sancionar moral, social y reglamentariamente estas prácticas, pero atendiendo su causalidad.
La Academia ha vivido varios hechos de violencia. En la última, en marzo, un transeúnte fue quemado con una bomba molotov. ¿Cómo abordará estos casos?
Sacando una sola voz institucional. También hay que sacar a los profesores de la idea de que esto no tiene causalidades, sino que hay que verlo como un fenómeno social, como una construcción social que hay que deconstruir. Y en tercer lugar, hay que ver medidas de intervención que aborden las causas de la violencia.
Más allá de esta materia, ¿cómo ve el panorama actual de la educación superior?
Nos preocupa que exista un intento de contrarreforma. El rector de la U. Mayor, Rubén Covarrubias, editó un libro que se titula Educación superior: la reforma que necesita una contrarreforma, donde no puede ser más explícito su interés de devolvernos a un estadio anterior a 2011. Eso tendrá todo nuestro rechazo, porque contribuiremos al debate para profundizar los cambios que se dieron entre 2014 y 2017, porque hubo transformaciones positivas, aunque necesitan ser perfeccionadas.
También hay un debate sobre la duración de la gratuidad, ¿cree que hay que extenderla?
Según la Ocde, hay una sobreduración de las carreras universitarias y hay que avanzar en cubrir esa brecha. Algunos rectores dicen que todas las universidades deben tener la misma cobertura. Los rectores Carlos Peña (UDP) y Carlos Saavedra (U. de Concepción) proponen una diferenciación por vulnerabilidad social. Ese es un debate interesante que se debe profundizar y todas las universidades que estamos en la gratuidad debemos participar. Pero creo que hay que aumentar en un sexto año la gratuidad, para todas las universidades, y luego tener en cuenta factores como la vulnerabilidad y procedencia del estudiante.
¿Están pensando en pedir su ingreso al Consejo de Rectores?
Sí. De acuerdo a los ocho indicadores que pide la ley, cumplimos siete, algunos de ellos con más profundidad que el resto de las universidades, particularmente en la participación triestamental. Queremos consolidar la acreditación de los posgrados, que sería el último factor a alcanzar para ser miembros del Cruch.