En la Escuela Unión Latinoamericana, ubicada en Estación Central, siete de cada diez alumnos son inmigrantes y una proporción importante de ellos, al menos doce por cada clase, son niños y niñas haitianos que la mayoría de las veces apenas dominan el español. "En promedio, hemos dado el Simce con 30% de niños haitianos en las salas. Ellos no dan la prueba cuando tienen un año o menos en el país, pero aunque tengan dos años de permanencia, de igual manera la mayoría no alcanza a adquirir los conocimientos necesarios", explica el director del establecimiento, Luis Bravo. "Nos vemos presionados a que aprendan el idioma y a que escriban. Eso es lo más complicado", agrega.
Esta escuela, que cumple un rol importante de integración en dicha comuna capitalina, podría cerrar debido a que se cuenta entre los 218 colegios municipales y particulares subvencionados que imparten enseñanza básica y están catalogados en la categoría de desempeño "insuficiente", definida por la Agencia de Calidad de la Educación, manteniéndose desde 2016 en ese nivel.
Según la Ley de Aseguramiento de la Calidad, si esos establecimientos vuelven a quedar catalogados como "insuficientes" en 2019, la agencia les notificará que solo tienen el próximo año para intentar repuntar. Si no lo logran, en 2021 se les quitará el reconocimiento oficial y tendrán que cerrar sus puertas a fines de ese año.
El plazo mantiene en alerta a las comunidades escolares, considerando que estos establecimientos suman 60 mil escolares. Al mismo tiempo, en mayo próximo las autoridades darán a conocer los resultados de las pruebas Simce, que inciden en su categorización.
Para evitar las consecuencias que tendría sacar del sistema a más de 200 colegios, el Ministerio de Educación (Mineduc) está impulsando el plan Escuelas Arriba, que brinda apoyo y seguimiento a estos establecimientos. El jefe de la División de Educación General de la cartera, Raimundo Larraín, indica que constataron que solo un tercio de los niños de 4° básico de esas escuelas es capaz de reconocer al personaje principal de un cuento. Es decir, tienen cerca de dos años de atraso (ver entrevista).
¿Cómo evitar el cierre? Cuatro directores de escuelas que muestran distintas realidades cuentan cómo trabajan para mejorar la calidad educativa y las dudas que tienen ante un futuro que buscan evitar.
* "Una ley mortal"
De los 900 alumnos que estudian en la Escuela Diego Portales, ubicada en San Bernardo, cerca de 630 son niños de alta vulnerabilidad. "Sería un impacto demasiado grande que el colegio llegase a cerrar. Estamos haciendo todos los esfuerzos de apoyo, con un plan de trabajo para salir de la categoría insuficiente", afirma su directora, Yanina García.
El recinto educacional ha sido mal evaluado en tres instancias y, de concretarse otro mal diagnóstico, debería dejar de funcionar. "El ministerio nos está apoyando con materia, guías y con recursos. También ha asesorado a nuestros profesores, pero necesitamos más tiempo para hacer efectivos los planes de mejora", agrega García.
El establecimiento recomendó a los apoderados que ayuden a estudiar a sus hijos. No obstante, en muchos casos los padres tienen bajos niveles de escolaridad y se ven imposibilitados de brindar un apoyo eficaz. "Por lo mismo les hemos pedido que manden a sus hijos al colegio. Ellos saben que la buena asistencia es el mejor aporte", precisa la directora, quien califica la norma que podría llevar al cierre como "una ley mortal. Cerrar un colegio significa fracasar con los proyectos y dejar a los niños sin posibilidades de estudiar en el colegio más cercano", puntualiza.
* Profesores asesores
La Escuela Cerro San Francisco, en Talcahuano, recibe a 940 escolares y es la más grande de esa comuna de la Región del Biobío. Su director, Ulises Esparza, señala que tienen 98% de vulnerabilidad y que la caída en la calidad sería responsabilidad de administraciones anteriores. "No se produjo ningún cambio en cuatro o cinco años, pese a que se veía la tendencia a la baja en la calidad. No se subsanó", argumenta.
El directivo docente asegura que están realizando todos los esfuerzos para revertir este escenario. "Contratamos un profesor asesor en Lenguaje y Matemática para que haga acompañamiento en el aula. La asignatura de Inglés, que se impartía entre 5° y 8° básicos, ahora se enseña desde 1° básico. También nos sumamos a una plataforma para planificar las clases día a día. Así, si un profesor falta, otro puede continuar con las clases", describe.
¿Qué pasaría si esta escuela cerrara? Esparza dice que no se han puesto en esa situación, pero que está seguro de que "los otros colegios no darían abasto" si tuvieran que redistribuir en ellos a los alumnos. "Nos queda una oportunidad más para salir del nivel insuficiente y estamos abocados a lograr al menos una mejora", afirma.
* La barrera del idioma
En la Escuela Unión Latinoamericana, los chilenos son minoría. La nacionalidad más freciemte en las aulas es la haitiana. "Nos va a costar un poco más la mejora en la enseñanza a estos niños, por la barrera del idioma, pero les estamos entregando apoyo", señala su director, Luis Bravo.
"Lamentablemente, se nos termina midiendo estandarizadamente. No puede ser que se nos mida de la misma manera que a otras escuelas que no tienen estas barreras idiomáticas", expresa.
Otra dificultad, apunta, se centra en que muchas familias haitianas no regularizan su situación. Por ello, sus hijos no están contabilizados como pobres, por lo que no les llegan recursos de apoyo como el bono de atención a niños prioritarios. "Nos miden como una escuela de nivel medio, pero somos de un nivel socioeconómico bajo", advierte.
* Las escuelas rurales
El mayor problema para la Escuela Cauñicú, ubicada en la comuna de Alto Biobío, no es el rendimiento de sus alumnos. De hecho, según cuenta orgullosa su directora, Patricia Suárez, es la escuela que obtuvo el mejor Simce en la zona de la ribera del río Queuco. Pese a ello, lo que mantiene a esta escuela rural en categoría crítica y al borde del cierre es la baja asistencia.
"Estamos en una zona donde los estudiantes no vienen a clases por temas geográficos, por el clima. Además, muchos niños apoyan a sus familias en las veranadas. Se quedan ahí hasta fines de marzo, cuidando ovejas y chivos", dice.
Si la escuela cierra, serían afectados 80 alumnos, incluyendo a los de internado que alojan en el establecimiento. Por lo mismo, sus directivos han adoptado medidas para incrementar la asistencia. "Nos hemos coordinado con Carabineros para que digan a sus padres que es importante que los niños vayan a clases. Esto dio resultados y derivó en que muchos alumnos vinieran a clases. También planeamos otorgar diplomas por asistencia", anuncia.