Cada vez son menos. De los 30 blocks que en el 2000 conformaban el Conjunto Habitacional Michaihue 600, de San Pedro de la Paz, en la Región del Biobío, hoy solo quedan nueve en pie. Sin embargo, continúan siendo el hogar de 160 familias que allí viven de forma irregular.

La amarga historia de estos 600 departamentos, conocidos como los “Bloques de lata” (debido al aspecto de sus revestimientos, justamente de latón), comenzó a los pocos meses de que fueron inaugurados. El mismo año 2000 sus dueños se percataron de las deficiencias, con filtraciones de agua, problemas de impermeabilidad y malas conexiones eléctricas, entre otras. Todos eso terminó de evidenciarse en el terremoto del 2010, que ocasionó daños aún mayores.

Finalmente, los blocks fueron declarados inhabitables y se comenzó un plan de demolición, que se terminó demorando mucho más de lo previsto. Entre 2010 y 2012 se logró la reubicación de los primeros grupos familiares y se demolieron 15 bloques. Los restantes comenzaron a ser abandonados, tomados por otras familias e incluso desmantelados. Esto último provocó, en abril de 2019, el derrumbe de dos estructuras, por lo que se demolieron otras seis.

“Lamentablemente, el Ministerio de Vivienda no cumplió con el compromiso de demoler y se produjeron ocupaciones irregulares, situación que advertimos, pero no teníamos la facultad de intervenir”, asegura Audito Retamal, alcalde de San Pedro de la Paz.

Y agrega que “nunca fue una buena solución habitacional, como se pensó en un comienzo”.

Primeros años

El 27 de febrero de 2019, Edelmira Velozo recibió las llaves de su nueva casa, en la Villa San Sebastián, de San Pedro de la Paz. Ella, al igual que otras 94 familias, formaba parte de los últimos propietarios que se quedaron habitando los “Bloques de lata”, de calle Nueva 1, en el sector Boca Sur.

“Entre esas latas partió nuestro calvario, tuvimos que organizarnos para exigir que repararan los departamentos. Se filtraba todo por todos lados, con el tiempo los pisos se hacían viruta, los fierros que sostenían las estructuras, forradas con madera y lata, se oxidaron con el aire del mar”, cuenta la exresidente del departamento 99, en el block 28.

Edelmira también recuerda que comenzaron a presionar a las autoridades con manifestaciones y cortes de rutas: “Después del terremoto, el gobierno se vio obligado a reubicarnos”.

La vida en plomo

“Entre el block 20 y 21 somos 40 familias que desde hace 15 días estamos con una olla común para mantenernos”, dice Mariela Muñoz, presidenta del Comité Dignidad. Se trata de un grupo de familias que vive de forma irregular en una de las nueve torres que actualmente quedan en pie.

“Somos el patio trasero de San Pedro de la Paz, pero con vista al mar. Acá no pagamos ni luz ni agua y, por ende, muchas veces nos dejan sin servicios”, asegura, y cuenta que con la pandemia la mayor parte de los vecinos quedó cesante. “Los departamentos están llenos de murciélagos y ratones. Ahora, con la pandemia, como estamos todos acá, intentamos organizarnos”, explica.

El seremi de Vivienda y Urbanismo del Biobío, James Argo, anunció que la próxima etapa de demolición partirá la primera semana de julio, con el bloque 29, mientras que en agosto se contemplan otras dos estructuras.

“Conforme más pasa el tiempo, más se complican las demoliciones, debido a que muchas personas que están ahí no tienen otra alternativa. La idea es intervenir primero con soluciones habitacionales para las 160 familias que hoy viven en los departamentos”, sostiene la autoridad.

Añade que “en el caso del Bloque 29 hay un catastro para entregar un subsidio de arriendo, mientras se gestiona una solución habitacional definitiva”.

Una vez completada la demolición, el Ministerio de Vivienda, a través de un plan de regeneración urbana, considera la construcción de viviendas y áreas verdes en el sector.