Bookfluencers: la tendencia al alza en medio de pobres resultados en comprensión lectora
Cada vez son más las personas que hacen comunidad en torno a los libros, gracias a influyentes de redes sociales que generan espacios para compartir, a veces en silencio, la lectura de cuentos y novelas.
En momentos en que los resultados de una evaluación internacional de la OCDE señaló que los adultos chilenos obtuvieron el peor resultado de los países miembros en competencias de comprensión lectora, han comenzado a surgir comunidades que apuntan a revertir esta realidad.
La presencia de influencers que comparten y reseñan libros en redes sociales, como YouTube, Instagram o TikTok, ha motivado a que librerías y editoriales también generen contenido e instancias de una forma más atractiva, buscando trascender lo digital.
En este sentido, los llamados bookfluencers o booktubers comienzan a ganar adeptos y un público que parecía escondido. Estos protagonistas y algunas librerías detectaron estas ganas y, a partir de eso, han generado iniciativas para promover la lectura. Además, los mismos dan cuenta de que compartir este hábito lo hace más entretenido, al mismo tiempo que motiva a otros a leer.
María Ignacia Urzúa (28) es bookstagramer desde 2020. Le dicen Chiqui y cuenta en Instagram (te.conlibros) con 278 mil seguidores y otros 163,7 mil en TikTok. Siempre ha sido “la que lee” en todas partes. Pero antes de ser te.conlibros, Urzúa era una lectora común -hasta hoy lee un par de horas antes de dormirse y los fines de semana si no está cansada por el trabajo-. En ese andar recuerda que era difícil encontrar un espacio donde hablar de libros, “hasta que en redes sociales empezó a pegar esto de que gente inexperta compartiera sus lecturas”.
A pesar de que trabaja en un estudio de abogados, dice disfrutar haciendo contenido sobre libros y ha decidido especializarse en literatura para hacer sus reseñas e, incluso, moderar su -solicitado- club de lectura que, con 30 cupos y una larga lista de espera, rara vez tiene disponibilidad para nuevos miembros.
Cuatro años después de haber empezado, Urzúa ha generado su propia comunidad y reconoce que es bueno “tener la voz lectora genuina. Los bookstagramers no trabajamos con libros, pero con nuestro hobby estamos marcando un alto impacto”.
Y es que incluso las editoriales han comenzado a generar instancias de marketing, generalmente con convocatorias que incluyen a varios bookfluencers. Urzúa señala que la primera vez que fue a una se sorprendió. No esperaba encontrarse con tantas personas haciendo lo mismo.
Juntarse a leer en silencio
Shrada Ramesh (28) es de India y llegó hace cuatro años a Chile. Con un español fluido, cuenta que impulsó la llegada al país del movimiento Silent Book Club (Club de Lectura Silenciosa en español) a Santiago. Se trata de una instancia de “lectura pacífica y no asignada”, en la cual distintas personas se inscriben de manera gratuita, sólo con la condición de estar una hora en silencio, leyendo. Al finalizar los encuentros toman una foto de los libros de cada asistente.
“Ahí es donde se genera una instancia para conocer a otros”, afirman algunos participantes, quienes agregan que “ves las portadas de los demás y muchas veces es un puntapié para conversar, porque hay libros que quizás ya leíste o son de un género o autor que te gusta mucho”.
La primera junta se realizó a finales de septiembre de 2024 en una cafetería en el MUT. Ramesh recuerda que esa vez asistieron 15 personas y al próximo encuentro ya no cabían en el café. Eran 45. Desde entonces, la joven ha organizado nueve encuentros, cada uno diferente del otro. Asimismo, ha logrado que la iniciativa se repita en distintas ciudades de Chile e, incluso, que personas se conecten en otros países.
En Concepción, Valdivia y Valparaíso, donde tuvieron su primera junta en enero, ya cuentan con un grupo. Shrada cuenta que la contactaron diversas personas para solicitarle que repitiera la iniciativa en sus ciudades, entonces se dio cuenta de que “sólo necesitaban encontrarse, porque ya había mucho interés”.
Dispuesta a guiar a las personas que quieran llevar la iniciativa a sus localidades, asegura que está en conversaciones y ayudando en la coordinación con personas de Temuco y Villarrica.
Catalina Catillo (37) es asistente activa del Silent Book Club, hasta donde llegó por una publicidad de Instagram. Desde que comenzó a ir sólo ha faltado una vez y, gracias a esta instancia, se ha vuelto muy amiga de Shrada y muchas veces la ayuda durante los encuentros. “Me gusta preguntarle a la gente y, aunque muchos son introvertidos y dicen solo un par de palabras, varios nos han comentado que gracias al Silent club leen”, cuenta.
Castillo fue voraz lectora en su juventud, pero la vida universitaria y luego el trabajo la alejaron de este hábito. En esa etapa, dice, solía juzgar los clubes de lectura, porque los asociaba a una actividad solitaria: “Pensaba que era estúpido que la gente se juntara a leer”, confiesa. Sin embargo, después de la pandemia se reencontró con la lectura e incluso durante el año pasado participó en tres clubes de lectura al mismo tiempo. Dice que lo único que la abstiene de volver a inscribirse es el factor económico, pero los destaca porque, a diferencia del Silent Book Club, “el hecho de que cuenten con pautas guiadas y plazos para los talleres sirve de motivación”.
A pesar de que se juntan solo una vez al mes, en el club de lectura de María Ignacia Urzúa se ha armado una comunidad. Siente que los libros son mucho más que eso, que las novelas tienen enseñanzas de vida y que, a pesar de que las personas del club no se conocen con anterioridad, gracias a las reflexiones durante las reuniones han “compartido muchas cosas personales”. Y cierra: “Me daría mucha pena dejar de ver a alguien, yo lo siento como parte de todos los fines de mes”.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.