Las noches son largas en las principales urgencias del país. Y transcurren entre heridos por hechos de violencia, lesionados en accidentes de tránsito y pacientes con enfermedades crónicas agravadas o cuadros fulminantes. Así, mientras el primer desafío es atenderlos oportunamente, con las primeras luces del día el reto puede ser incluso mayor. Todo depende de una ecuación, que se alista a las 8.00 en todos los recintos de la red pública: cuántos pacientes quedaron en fila para ser hospitalizados y cuántas camas hay disponibles para atenderlos.

De acuerdo a un informe del Ministerio de Salud, que analizó la situación de los 27 hospitales más complejos del país, a diario un promedio de 674 pacientes amanecen en las urgencias con orden de hospitalizarse. El panorama alcanza un peak en los meses de invierno, cuando casi mil personas aguardan hasta que se habilite una cama.

Se trata de una espera que en un 80% de los casos dura menos de 12 horas, pero que en el resto se supera ampliamente y puede llegar, en casos críticos, a tres días.

"Un 20% debe esperar más de 12 horas antes de ingresar a una unidad de hospitalización definitiva. Esta cifra revela el grupo de pacientes en espera de camas, sin embargo, no refleja lo extenso de la espera, la que en muchas ocasiones puede prolongarse más tiempo (...). La espera para hospitalización definitiva es hoy uno de los problemas más críticos que afectan a la población y al sistema de atención hospitalario en su totalidad", afirma el análisis, que consta en los documentos de traspaso que se entregaron a la actual administración.

El estrecho margen entre las camas que diariamente se necesitan y las que se desocupan responde al déficit estructural que afecta al país.

En 2006 existían 27.623 cupos, que fueron disminuyendo por diferentes causas, principalmente por el terremoto de 2010, que las bajó a 25.081. Actualmente, las 26.756 unidades disponibles representan una tasa de 2,14 camas por mil habitantes, es decir, la mitad del promedio de 4,68 de los países Ocde y muy por debajo de Japón, que cuenta con 13 cupos por cada mil personas. "Hay una brecha enorme. Lograr subir un punto significa generar 17 mil camas, es muy difícil. Pero estamos mejorando, porque partimos con 1,8 por mil habitantes y este año estamos dejando 1.379 camas más que las que recibimos, principalmente críticas y de agudos. Pero el número que hay ahora es el que había antes del terremoto, nos demoramos ocho años en recuperarlas", explica la exsubsecretaria de Redes Asistenciales Gisela Alarcón.

Según el reporte del Minsal, los casos más complejos se dan en la Región Metropolitana, con hospitales como el Barros Luco, donde a diario un promedio de 49 personas requieren ser internadas. Le siguen los recintos Padre Hurtado y San Juan de Dios, con 47 pacientes enlistados.

El director de este último recinto, Juan Kehr, indica que de las personas que diariamente necesitan hospitalización, la mitad ingresa en menos de 12 horas. Sobre el resto, dice que "hay pacientes que pueden estar un día, algunos pueden estar dos días y esos son los plazos máximos. Eventualmente, pudiera haber una situación excepcional, pero esos vienen siendo ya casos raros, en los cuales podemos tener un paciente tres días esperando, pero esa es una situación que no debe producirse".

En el resto del país, los centros con más demanda de camas son el Grant Benavente de Concepción, el Hospital de Temuco y el Gustavo Fricke de Viña del Mar (ver infografía).

El diagnóstico de la cartera, que plantea, además, la necesidad de rediseñar el proceso de atención de las urgencias, admite que en la espera ocurren situaciones que exponen a los pacientes: "Existen camas o camillas en los servicios de urgencia ocupadas con pacientes de diversa complejidad y en número variable, que se encuentran en proceso de espera de hospitalización definitiva. Estos pacientes, que esperan por una cama hospitalaria, permanecen en el servicio de urgencia en diversos espacios físicos disponibles. Desde la mirada de procesos, la atención clínica de estos pacientes no asegura el cumplimiento del estándar de atención de acuerdo a nivel de cuidado, y afecta seriamente la dignidad del paciente, aumentando el riesgo de ocurrencia de eventos adversos asociados a la atención clínica".

La demora para conseguir un cupo de hospitalización constituye uno de los reclamos más recurrentes entre los usuarios de la red pública. La mañana del pasado viernes, por ejemplo, en el Hospital Barros Luco se repetían similares testimonios entre los familiares que aguardaban.

"Llegamos con mi mamá anoche, a las 22.00, por una de sus crisis, porque tiene fibrosis pulmonar muy avanzada. Llevamos 13 horas esperando, sigue en urgencias y aún no la han hospitalizado", dice Roxana González.

Ángela Mora relata una experiencia similar: "A mi tía, de 81 años, que tiene alzhéimer, el martes le dio un accidente cerebrovascular. Llegamos a urgencias y luego de ocho horas la ingresaron, pero quedó en una camilla en un pasillo. Aunque la amarraron, igual era peligroso, porque se pudo haber caído. Por lo que supe, recién a la 1.00 del miércoles, después de 15 horas, la hospitalizaron".

Esta espera, además, tiene efectos sanitarios: Salud ha medido que los pacientes que no son ubicados rápidamente en el servicio que corresponde, tienen hospitalizaciones más largas y más complejas, por no haberse anticipado el daño.

Gestión

El director del Hospital Sótero del Río, Claudio Farah, explica que todos los días están "moviendo entre 30 a 40 pacientes que se dan de alta y que permiten hacer ingresar a la mayor parte de los pacientes que están en la unidad de emergencia adulto para hospitalización". Agrega que estos aguardan en camillas de observación, que no son consideradas una cama, "porque en urgencia no puede haber hospitalización", sin embargo, cuentan con seguimiento médico. "Eso es lo primero que hay que aclarar, porque la gente que no conoce esta realidad piensa que los pacientes están de pie o sentados esperando que los acuesten", dice.

Cerca de las 10.00 los hospitales realizan las denominadas reuniones "de cama", donde participan las jefaturas de los servicios clínicos y enfermeros que hacen gestión para evaluar la disponibilidad que tendrán durante el día de este dispositivo.

No siempre cuadran entre la oferta y la demanda, y es ahí cuando se ponen en marcha los distintos mecanismos disponibles para atender esa diferencia: derivaciones a otros recintos de la región, traslados a clínicas privadas o internaciones domiciliarias.

Con esta última opción, el paciente en recuperación recibe el tratamiento en su hogar por cinco a seis días, apoyado por rondas diarias de enfermeras y médicos. Esta modalidad creció un 26,5% en los últimos cuatro años, anexando 1.000 cupos permanentes, que llegaron a 1.568 en invierno. Así, en 2017 esta modalidad totalizó 25 mil egresos, equivalentes a las altas de un hospital de mediana complejidad.

Así da cuenta Farah, quien agrega que los cupos en su hospital se han incrementado en un 100% entre 2016 y 2018, llegando a 200.

En tanto, los traspasos y derivaciones de pacientes a otros recintos de salud sumaron 7.554 el año pasado, de los cuales 5.785 fueron cupos que se compraron a clínicas, a través de la Unidad de Gestión Centralizada de Camas, que busca primero en la red pública y si no encuentra un espacio, deriva a los privados, priorizando el precio más bajo, pactado vía licitación.

Causas

El déficit estructural de camas en los hospitales es la principal causa de esta situación, pero no la única. El subdirector médico de atención cerrada del Hospital Barros Luco Trudeau, Ernesto Perucca, explica que el cambio epidemiológico de los pacientes también influye en agravar la escasez de camas: "Hay mucho paciente de tercera edad con comorbilidades y patologías graves, que tensiona la escasa infraestructura que tenemos".

Mientras que el director del Instituto Salud Pública Unab, Héctor Sánchez, agrega a las causas la escasez de proyectos de inversión impulsados por el gobierno anterior. "Prácticamente no incorporaron camas críticas, porque se concentraron en hospitales de muy baja complejidad".

Óscar Arteaga, académico de la Escuela de Salud Pública de la U. de Chile, apunta a que "no solo tenemos un tremendo déficit de camas, según los estándares internacionales, sino que, además, tenemos mala distribución. Si se analiza esto hay bastante variación. Por ejemplo, en el norte hay 1,2 por mil habitantes, igual que en la Región Metropolitana, mientras que en otras regiones el panorama cambia. Magallanes tiene 2,4 camas por mil habitantes y en Los Ríos la tasa llega a tres. Incluso en esas regiones, comparado con la Ocde, hay un déficit enorme".

Todos apuntan a que se debe generar infraestructura de mayor complejidad y en ese sentido el actual gobierno se ha propuesto una meta. "Queremos avanzar en 1.600 camas en cuatro años, que en ocho años van a llegar a cuatro mil camas", dijo el ministro de Salud, Emilio Santelices.