Más de 20 mil reacciones tiene en Facebook la publicación en la que Johanna Hernández Vicuña lamentaba la trágica muerte de su esposo, Nibaldo Villegas, cuyo torso apareció el pasado 15 de agosto en el Muelle Prat, en Valparaíso. "Sin fuerzas para nada, completamente destruida, el daño que le han hecho a mi familia no tiene perdón, justicia es lo único que pido", escribió el día en el que se confirmó la identidad de la víctima.

La verdad, sin embargo, parece ser otra. Según la tesis que investiga la fiscalía, la técnico en enfermería, de 32 años, preparaba desde hace más de un mes el crimen que hoy la tiene en prisión preventiva, junto a su actual pareja, Francisco Silva (37), quien también tiene estudios en la materia. Ella, imputada de parricidio, y él, por homicidio calificado.

Desde julio, según los antecedentes que indaga el Ministerio Público, Johanna le prometía a Nibaldo -mediante conversaciones en dispositivos móviles- que podían recuperar el matrimonio que tenían desde el 2014. Ese mes se habría comenzado a gestar el crimen. Actualmente, habían terminado la relación. "Ella mató a alguien que pensaba que aún podían tener algo bonito", dijo un familiar de Nibaldo al finalizar la audiencia de formalización.

Ambos comenzaron a pololear el 2009, cuando ella era alumna de Nibaldo en el Centro de Educación Integral de Adultos (CEIA) de Quilpué. Comenzaron una relación que nunca fue del todo aprobada por los cercanos a la víctima. Se la tildaba de "materialista", aunque sin referencias a ningún tipo de violencia.

Sus cercanos aseguran que Nibaldo la apoyó para que estudiara tres carreras: cuidado de adultos mayores, ejecutiva bancaria y, finalmente, paramédico, en la U. Santo Tomás. "Estaba empotado con ella", dijeron.

Tuvieron una hija, actualmente de siete años. Y hace meses apareció Francisco, su actual pareja. "Ella cambió con su llegada (...). Antes era más amable", dice un familiar de la agresora.

Al momento del incidente, Johanna estaba cesante y vivía en la población Gumercindo, de Villa Alemana, en la cual ninguno de sus vecinos quiso referirse al caso. También se atendía en el Cesfam del paradero 4 de esa comuna. Allí recibía atenciones sicológicas y asistencia de una matrona. En el lugar había tenido altercados con algunos funcionarios, quienes la vieron por última vez el martes, misma jornada en que supuestamente lanzó los restos de su marido a Laguna Verde.

Hacía días que la policía sospechaba de ella. Un diagnóstico psiquiátrico suyo arrojaba que padecía crisis de pánico. También, el haber hecho su práctica de técnico en enfermería en un centro clínico durante cuatro meses le otorgó mayores conocimientos de anatomía. Además, a los investigadores les llamó la atención que hubiese reconocido el cuerpo del profesor a través de unas pequeñas estrías que tenía la víctima, antes de las pruebas concluyentes de ADN.

Expertos en materia criminal de la policía aseguran que la reacción de la mujer, quien lloró ante los medios de comunicación la desaparición del profesor, no es tan extraña: "Hay casos donde personas hacen denuncias de presunta desgracia, se exponen y luego son los autores", se indicó.

Respecto de Francisco Silva, Chilevisión habló con Alejandra, una mujer que se identificó como su expareja. "La gente que lo conoce sabe que es muy explosivo. Él es muy manipulador y agresivo (...). Estuvo internado en una clínica psiquiátrica en Santiago, con un trastorno bipolar".