Qué tan influyente puede permitirse ser el 59,7 % de la población? ¿De un sector? ¿De un país o de un conglomerado? ¿Cambiaría la perspectiva si aquel porcentaje se empinara por sobre el 74%?
Para muchos, cuando de religiones se trata, por herética que suene la interrogante, la esfera de acción de aquel sector no debiera relacionarse solo con un tema matemático, de mayorías y cuotas, sino con expectativas y convicciones. Con un deber ser. Un mandato superior. Para otros, en cambio, el movimiento en la balanza de esos indicadores arrastra necesariamente a un corleado conducta. Se nota en los hechos, en lo que aquel grupo piensa, dice y hace. Y cómo lo asumen quienes están fuera.
El pasado 14 de enero, dos días antes de que el Papa Francisco iniciara su gira por Chile, el cardenal Ricardo hesita, arzobispo de Santiago y ex presidente de la Conferencia Episcopal, conversó con La Tercera en relación a este hito y el lugar que ocupa actualmente la Iglesia Católica en la sociedad criolla. También sobre el país que esperaba al Pontífice.
"Las encuestas dicen lo que dicen. Por supuesto que los que se profesan católicos han disminuido en Chile significativamente. Pero lo que ha aumentado en nuestro país es el número de personas que se definen como agnósticas y no creyentes. Y este es un fenómeno mundial. Basta pensar en Europa, en nuestros vecinos de Argentina y Uruguay", sostuvo, aquella vez, el prelado.
Incluso, asumió la palabra crisis, que ya se venía comentando en tono creciente desde Roma: "Está presente, como en toda institución humana, pero las crisis son siempre una oportunidad de mejorar", apostó.
Ayer fue Viernes Santo y, como ya es costumbre, centenares de Vía Crucis se desarrollaron en medio de muestras gráficas de religiosidad popular. Había gente en las calles. Legítimamente comprometida. Contar cuántas para analizar el temple religioso nacional suena igual de estéril que enumerar a los que comen carne y viajan a la playa.
En esta fecha, en la que el mundo católico celebra una nueva Semana Santa, y en un año marcado especialmente por la visita del Papa Francisco, ocurrida a mediados de enero pasado, uno de los análisis admisibles, y no particulares, es intentar preguntarse hacia dónde se mueve la feligresía chilena. Qué parte de ella crece o decrece. Y, si es que cabe hipotetizarlo, cuánto puede influir el paso del Pontífice por Santiago, Temuco e Iquique.
Las estadísticas respecto de religión, al menos para el caso chileno, no sobran ni son fáciles de sopesar. Tampoco demasiado recientes. En términos absolutos, el Censo de 2002 estableció que los católicos eran el 69,9% de los habitantes del país, relegando al 15,1% a los evangélicos y al 8,3% a los ateos o agnósticos. Diez años antes, pero con una formulación de la pregunta totalmente diferente, el Censo de 1992 cifró en un 76,7 % a la población católica (ver infografía). También puede tenerse entre ojo, de modo referencial, el Censo de 2012, que estimaba en 67,3% al Chile católico.
Respecto de trabajos proyectivos, la Encuesta Bicentenario de la UC Adimark 2017 cifró en el 59,7% a quienes dicen profesar la religión católica. La página de la Conferencia Episcopal, en tanto, mantiene a la cantidad de adscritos a esta religión en el 74%, con 13 millones 329 mil fieles.
Para Abraham Paulsen, experto en temas religiosos y académico de la Facultad de Historia, Geografía y Ciencia Política de la U. Católica, "por diferentes razones socioculturales, la tendencia a la baja del mundo católico en el país es una conducta frecuente desde 1930. Pero este proceso histórico tampoco muestra una baja sostenida. Tiene alzas, a veces coincidentes con coyunturas, como las canonizaciones de Alberto Hurtado y Santa Teresa, y bajas, concordantes, por ejemplo, con el caso Karadima".
A su juicio, uno de los fenómenos que podrían estar ocurriendo es que "estos hitos afectan fundamentalmente a los católicos observantes más que a los practicantes. Estos últimos se mantienen fieles a Cristo, a los principios más doctrinarios, y nos los afecta la coyuntura. Y a los otros, a los observantes, sí. Por ello, Chile dentro de América Latina se mantendría en un lugar medio, entre lo religioso y lo secular".
Polémicas
Uno de los temas que antecedieron a la llegada de Francisco fue la supuesta crisis que viviría la Iglesia Católica en el país y cómo esta institución era vista desde afuera. La polémica por la presencia del obispo de Osorno, Juan Barros, y las víctimas de abusos, que marcaron el cierre de la gira pontificia, atizaron el debate.
El doctor en ciencias de la religión y académico de la Facultad de Filosofía de la U. de Chile, Luis Bahamondes, apunta que la disminución de católicos en el país no puede atribuirse sólo a la pérdida de confianza a raíz de los casos de abusos. "Probablemente afecta, pero no es el detonante. El fenómeno es más complejo, viene desde la década del 60".
Indica que, "por una parte, tendría que ver con una crisis institucional, pero también con el hecho de que esta es una sociedad mucho más instruida, crítica y libre. La sociedad siente hoy que la Iglesia no es la garante de moralidad que era antes, ni tampoco está dispuesta a que esas cosas se la formule alguien externo".
También acuña un tema central: cómo se define un católico, más allá del cumplimiento de ciertos ritos específicos. "No existe, hoy por hoy, una forma de ser católico, sino que hay una diversidad de formas de serlo, y se presenta también una laxitud al identificarse con el catolicismo. Ha aumentado la cantidad de jóvenes que, si bien tienen prácticas religiosas, no se identifican con una institución", sostiene.
Situación de Latinoamérica
Otra herramienta de discusión la aporta Eduardo Valenzuela, decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la U. Católica, quien hace hincapié en una singularidad del declive del catolicismo chileno: "Queda atenazado por un incremento de la población evangélica, cerca del 20%, y, al mismo tiempo, por un incremento bastante acelerado de los que marcan ninguna religión, que actualmente bordean también otro 20% de la población. En la mayor parte de los países latinoamericanos la merma de católicos se produce, sobre todo, por el lado evangélico. Brasil, por ejemplo. Y en algunos pocos, por el lado de los que no se identifican con ninguna religión, como Uruguay. En Chile, no obstante, la tenaza se cierra por ambos lados y en proporciones equivalentes".
Apunta también a otra situación especial. "Entre los jóvenes mejor educados avanza muy aceleradamente una desafección religiosa, que se expresa en los ninguna religión y constituye una forma particular de increencia, muy diferente del ateísmo o agnosticismo convencional, que es siempre insignificante estadísticamente. Al menos dos tercios de los ninguna religión chilenos creen enfáticamente en Dios y conservan muchas creencias específicamente cristianas, aunque rechazan cualquier mediación eclesiástica de tales creencias".
Una perspectiva etaria la argumenta Valeria López, abogada, canonista y vocera del movimiento Voces Católicas. "Los practicantes son una población cada vez más envejecida, producto de la disminución del número de católicos. Un desafío importante será la tarea pastoral con los jóvenes. Pero también se puede constatar un quiebre en la transmisión de la fe, ya que al perderse la práctica religiosa, también baja el interés en traspasarla a los hijos. El dato singular es que ha aumentado considerablemente la cantidad de alumnos en colegios católicos. La presencia de la Iglesia en educación, asistencia social y salud ha congregado a mayor cantidad de personas".
Añada que "sabemos que hay una crisis generalizada en relación a las instituciones, entre las cuales se encuentra la Iglesia, con los casos de abusos que se conocen. Es fruto de una cultura que revela una crisis antropológica y un proceso de secularización".
Vaticanista: "En Chile noté una amargura"
La visita del Papa Francisco a Chile fue vista por algunos vaticanistas, entre otras cosas, como un punto de inflexión en su papado, tanto por los efectos del caso Barros como por el poco entusiasmo que, según coincidieron varios, generó la visita entre la feligresía nacional. "El Papa ya no es más pop", escribió, tras finalizar su visita, el experto del diario italiano Il Foglio Matteo Mazuzzi, destacando, entre otras cosas, "las calles semivacías de Santiago de Chile" durante su visita.
También hubo visiones que hurgaron en hipótesis. Para el vaticanista del diario español ABC Juan Vicente Boo, el viaje a Chile, más que sobre el Papa, lo que reveló es la situación de la Iglesia chilena.
"Creo que a Francisco le ha tocado escuchar el malestar de un país con un episcopado algo distante y que, en conjunto, sigue bastante poco en onda con la alegría del Evangelio".
Boo, quien lleva 20 años acompañando a papas en sus viajes, asegura que "en Chile noté una amargura que viene de muy atrás y se debe, en buena parte, al comportamiento vergonzoso de algunos eclesiásticos. Pero, también, creo que a un exceso de acritud en las polémicas internas".
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