En medio de las denuncias de abusos de religiosos contra niños, surgidas en los últimos años, en agosto de 2019 fue creado el Centro Cuida de la Universidad Católica, que busca medir la relación que existe entre las situaciones adversas de la niñez en la salud física y mental.
El núcleo está formado por un equipo de investigadores, entre ellos, James Hamilton, y ya cuentan con algunos avances, además de haber diseñado investigaciones que aplicarán este año y que permitirán determinar el impacto de los abusos.
El propio Hamiton lo explica así: “Si uno está expuesto al estrés del trauma persistente, o al abuso reiterado, la persona entonces está constantemente autoproduciendo adrenalina y cortisol, está en un continuo baño de esas sustancias, y las células del cuerpo reaccionan”, dice.
Ese proceso hace que algunos genes se vuelvan “inteligibles”, como aquel que suprime y elimina algunos tumores. “Una de las principales defensas en la prevención del cáncer queda abolida y esa persona puede tener más probabilidades de tener cáncer”, explica.
Explicar ese proceso, llamado epigenética, permitiría demostrar que “niños de 13 o 14 años que cometen delitos, y que la ciudadanía quiere juzgarlos igual que a cualquier otro niño que creció en el barrio alto, se le pueda hacer una resonancia magnética que muestre que su corteza cerebral esta disminuida”.
Eso quiere decir “que ese joven ha disminuido físicamente su capacidad de inhibirse ante esos actos, es decir, no está en su sano juicio, lo que es un elemento atenuante. Eso nos muestra que los finales responsables de la violencia, y lo que nos pasa como comunidad, somos aquellos que no hemos sabido cuidar la infancia”, agrega Hamilton.
Según los estudios que han analizado, un niño que nace pobre tiene solo 20% de posibilidad de desarrollarse y lograr el bienestar económico que lograría si hubiese nacido en una familia rica. “Queremos demostrar los links, las uniones, entre lo psicológico, físico y biológico, para diagnosticar, prevenir y reparar”, añade.
Hamilton explica que este trabajo también es fruto de haber logrado una legislación que vuelva imprescriptibles los delitos sexuales. “Eso fue gracias a todas las investigaciones científicas y psicológicas que demuestran que el abuso es una enfermedad crónica, que no se detiene”.
“Hay muchos estudios que asocian cáncer, diabetes, obesidad, asma, depresión, drogadicción, alcoholismo, tasas de suicidio que pueden ser 200% más alta que la población normal, y eso tiene relación con abuso y eventos adversos”, explica.
De hecho, dice que una persona abusada tiene una expectativa de vida 20 años menor. Una persona abusada se siente muerta en vida, y eso a veces se transforma en una profecía autocumplida”, dice.
Pía Santelices, investigadora del centro, está a cargo de la aplicación de un estudio sobre este tema en la comuna de Molina, que se desarrollará este año. “Haremos un estudio entre las experiencias adversas y la salud física y mental de sus habitantes, como sus síntomas depresivos y enfermedades”, explica.
“Esperamos validar un instrumento para medir experiencias adversas y experiencias benevolentes, que son los factores protectores”, dice. Cuenta que eligieron esta localidad para hacer el estudio porque posee una gran cantidad de reportes de situaciones de violencia y femicidios.