"Siempre le he dicho a mi familia que el mundo está llenó de locos malos y locos buenos; yo soy de los últimos", dice José Antonio Pérez, el empresario copiapino que acaba de adjudicarse un Boeing 737, de 1985, en el último remate del Servicio Nacional de Aduanas, en Santiago.

Explica que compró la aeronave no para que vuele, sino que para habilitarla como una sala de cine destinada, principalmente, para los niños que visiten Luney, uno de sus centros de eventos en Atacama. "La idea de acondicionar el avión surgió, primero, para darle valor agregado a mi cadena de moteles, pero luego nos dimos cuenta de que sería imposible instalarlo ahí, pues no nos darían los permisos para cerrar calles y trasladar el avión por las avenidas de Copiapó", contó.

Ahí nació la idea de que el Boeing se convirtiera en la atracción de uno de los dos centros de eventos que posee en la ciudad: "Pero no solo por un afán comercial, pues por fortuna contamos con una muy buena relación con las empresas mineras de acá, sino que para apoyar nuestra labor social con las escuelas vulnerables de Copiapó, a las cuales les ofrecemos las fiestas de fin de año. Puede ser un paseo aventura para que los pequeños disfruten la nave y jueguen en ella", explicó.

La inversión no es menor: $ 44 millones en el remate y otros $ 20 millones en traslados y acondicionamiento de la pantalla y butacas. El Boeing comenzará este miércoles su periplo, cuando se desarmen el fuselaje, alas, motores y otras piezas, las que llegarán en cuatro camiones a Copiapó, para abrir como cine en diciembre.