¿Se imagina dos estadios, como el Nacional, llenos de niños de 4° Básico? Ahora, piense que todos esos escolares están siendo discriminados y que están sufriendo por ello. Y ahora, imagine esa misma cantidad de niños afectados, por cada nivel de la enseñanza escolar.
Así de masiva es la discriminación en Chile, un problema difícil de dimensionar, pero que en 2017 afligió al 42% de los niños de 4° Básico, al 45% de los alumnos de 8° Básico y al 39% de los jóvenes de 2° Medio, según los cuestionarios que los estudiantes respondieron en el Simce y que fueron recopilados por la Agencia de Calidad de la Educación.
Según este organismo, las características físicas son uno de los motivos principales de discriminación, pues 143 mil escolares fueron agredidos por esa razón, solo en estos tres niveles. También están los rasgos de personalidad, las formas de vestirse y el ritmo de aprendizaje.
Pero las causas no solo están en el colegio, sino que también en la casa: el análisis muestra que los niños de enseñanza básica sufren más de discriminación que los de enseñanza media, por lo que los expertos plantean que los padres y adultos que rodean a los escolares agresores tienen responsabilidad en este drama.
Carlos Henríquez, secretario ejecutivo de la Agencia, sostiene que la proporción de discriminación se mantiene estable en la vida escolar, pero que "lo que hacen las familias, y las creencias que traspasan a los estudiantes, influye directamente en todos sus aprendizajes. Y por lo general, en los más pequeños lo que más influye es el ejemplo".
"Lo primordial es trabajar la convivencia escolar y contar con reglas y criterios compartidos por toda la comunidad educativa, donde uno de los pilares debe ser la tolerancia y la no discriminación. Además, es clave el rol de los docentes y directivos como modelos de conductas a seguir", indica.
También lo creen así en la Fundación Summer, de los padres de Katy Winter. Emanuel Pacheco, el padrastro de la niña, explica que "mientras los niños son más chicos, los padres tienen más autoridad, y si ellos se ríen de una mujer o de una persona por cómo se viste, los niños entienden que también lo pueden hacer".
Para enfrentar eso, Pacheco cree que es importante que haya "un feedback entre los apoderados y los profesores, o que los padres conversen de estos temas con los hijos, que les pregunten si están dando un buen ejemplo. A veces los padres dañamos inconscientemente, pero si conscientemente lo abordamos en una conversación, eso puede sanar".
Rocío Faúndez, de la Fundación Todo Mejora, que combate el bullying, plantea que "hay actitudes de castigo a la diferencia que se aprenden en la casa y que a veces derivan en conductas violentas. En EE.UU. hay investigaciones que dicen que esos niños que discriminan, tienen el doble de posibilidades de estar expuestos a maltratos en sus casas. Por eso, creemos que si esto se aprende, también se puede desaprender".
Y para evitar ese castigo a lo diferente, Daniela Henríquez, de la Fundación Efecto Mariposa, apunta que es necesario que los niños "interactúen en otros espacios, practiquen fútbol en otra comuna, hagan catequesis en otro lugar o vayan a un grupo scout de un barrio distinto", para tener una visión más amplia de la vida.