“Un momento, por favor, señor”. Pistola en mano, apuntando directo a la cabeza, el guardia de la puerta secundaria del Paseo Santa Filomena, el primer mall de Santiago en reabrir oficialmente al público tras el cierre dictado por el gobierno a mediados de marzo, toma la temperatura de todos los clientes antes de permitirles entrar al centro comercial. Al comprobar que no hay fiebre, el funcionario prosigue, entregando alcohol gel. “Ponga las manos, por favor”. Todo se hace lento. Es el protocolo sanitario para evitar contagios por coronavirus impuesto por la administración y el Ministerio de Salud.
Son las 11.30 y en el recinto, ubicado en el corazón del barrio Patronato, solo un 60% de los locales está funcionando y casi no se ve público. “Lo que pasa es que muchos están con miedo aún”, dice Natahí Ayala (39), una de las dos vendedoras que aún queda en la tienda Katto. Su local se especializa en venta al por mayor y detalle de ropa femenina, por lo que fue necesario tomar medidas para recibir a los clientes y reducir el riesgo de contagio del virus. “No se puede entrar sin mascarillas, y si alguien no tiene, se la regalamos. Además, solo pueden ingresar dos personas al local y antes de tocar la ropa, deben limpiarse las manos con alcohol gel”, explica.
Sobre las ventas, asegura que iban muy, pero muy pocas.
“Los que vienen a comprar aquí son, en su mayoría, comerciantes de regiones que se abastecen acá”, aporta Paula Fajre (48), dueña de la heladería Iumi, el único local de comida abierto. El patio de comidas, por ahora, permanece cerrado.
Ella se ríe, casi resignada, por la mala suerte que pesa en el comercio desde hace varios meses. “Te juro que antes de que nos cerraran apenas hice tres boletas en el mes. Del 18-O que veníamos mal”.
De lejitos
El escenario en el Paseo Santa Filomena, eso sí, es distinto del de sus alrededores. Todos se cubren la boca con mascarilla, limpian sus manos y respetan el metro de distancia. Afuera, en cambio, las aglomeraciones, la falta de mascarillas e incluso carritos vendiendo comida en la calle son parte del paisaje.
“Estamos desinfectando constantemente todos los locales; tenemos un límite de 150 personas dentro del mall, para reducir al máximo los posibles contagios; a cada local le entregamos su kit de seguridad, con mascarillas, alcohol gel y guantes; el cajero se desinfecta en todo momento y todas las noches hacemos una desinfección general”, asegura Mario Zacaría (54), gerente comercial del paseo. Además, asegura que abril será un mes de gracia para todos los locatarios. “Nos tenemos que ayudar entre todos”, asegura.
Providencia lo sufre
Osaris Ruizconde (46) celebra si es que alguien cruza el umbral de su local de antigüedades, en la galería Los Pájaros, de Av. Providencia. “Veníamos mal desde el 18 de octubre, en rojo, pero ahora todo se complicó aún más. Desde marzo que estoy vendiendo un 50% menos”, reconoce esta ciudadana cubana, con residencia en Chile desde hace 16 años.
Su rubro es uno de los más golpeados, puesto que sus ventas no son ni de primera, segunda ni tercera necesidad. “Si vendo uno o dos artículos al mes ya me sirve para pagar el arriendo”, cuenta. Junto a su socia, ha incursionado en las ventas online, aunque por ahora lo hace solo a través de Instagram. “Por suerte, el dueño del local nos rebajó a la mitad el arriendo por estos días”.
Más abajo por Providencia está el Portal Lyon. El icónico bulevar está abierto al público desde que la cuarentena se bajó en la comuna.
Para que los clientes ingresen, el único requisito es usar una mascarilla, aunque en la entrada nadie custodia si se cumple con la normativa. “No hay muchas medidas de seguridad, salvo esa”, explica David Marambio (40), dueño de la tienda Tifossi, especializada en ventas de camisetas de fútbol de colección. En promedio, un local del Portal Lyon es arrendado en $ 500 mil. Su tienda ocupa dos locales contiguos. En el primero, Marambio consiguió que por este mes le descontaran el proporcional del arriendo de los días que estuvo cerrado, pero en el otro no.
En el Drugstore, en tanto, solo un 20% de los locales está abierto. Mauricio Rojas (32), dueño del local Bazar de Niños, cuenta que la pandemia les pegó duro: “Tengo local en el Apumanque y este recién lo abrí. Ha sido difícil. Tuve que despedir a trabajadores, pero hay que reinventarse, sobre todo con las ventas en internet. Si alguien me compra, soy yo mismo quien va a dejar el producto”. El arriendo, asegura, será cobrado proporcionalmente por la administración durante estos meses. “Respecto de nuestros arrendatarios, los seguiremos acompañando, como siempre, hacemos todo lo posible”, dice María José Poblete, administradora.
Hay que seguir adelante y adaptarse. Esa es la consigna. Hoy sería el turno del Apumanque, que ya anunció un túnel sanitizador en su entrada y una serie de restricciones de distancias y espacios. Otro rincón santiaguino con muchos adeptos es el Persa Víctor Manuel, del barrio Biobío, cuyos locatarios ya abrieron el fin de semana pasado, también con medidas de seguridad impensadas antes de la pandemia, como marcadores de distancia y lavamanos para el público.
El comercio extrema medidas, pero se niega a seguir cerrado.