Para Vanessa Tagle, madre de dos niñas de 5 y 13 años, la vida en cuarentena ha sido una montaña rusa de emociones. Sus hijas han tenido cambios de comportamiento atribuibles al extenso encierro, por ejemplo, reactividad emocional, problemas de sueño y aumento del apetito.

“La mayor, como es adolescente, tiene pataletas porque está hostigada, cansada y piden que la dejen sola y que la dejen respirar. En cambio, con mi hija menor, las pataletas son porque no le hacemos caso, no la estamos mirando, porque quiere atención o siente que no valoro lo que ella hace”, dice la madre.

También hay problemas a la hora de dormir. La hija menor no descansa hasta que se detiene la actividad en la casa, pues “le cuesta acostarse, me espera y se da vueltas, muerta de sueño, hasta que dejo lo que estoy haciendo para hacerla dormir”, detalla Tagle.

En mayor o menor medida, esta situación se repite en todos los hogares chilenos con niños, quienes han estado en sus casas por obligación desde el 16 de marzo, cuando las actividades fueron suspendidas en los colegios y jardines de todo el país.

Y esto se refleja en un estudio, realizado por un grupo de psicólogos reunidos en el proyecto “Cuidemos nuestros niños”, que encuestó a 6.149 familias sobre el impacto que la pandemia ha tenido en sus hijos, revelando que el 61% ve un aumento en la reactividad emocional de los niños (pataletas), el 42% presenta una mayor actividad psicomotora (inquietud e hiperactividad) y el 73% aumentó significativamente su nivel de demanda hacia los adultos.

El estudio también muestra una serie de síntomas que niñas y niños empezaron a mostrar durante la pandemia. Por ejemplo, el 43% está más desobediente, 41% tiene más apetito, 29% tiene cambios de humor súbitos, 26% está más peleador, 23% tiene miedo de quedarse solo en una habitación y 21% teme que algún familiar se enferme.

Las familias reportan otros 18 síntomas que, en menor medida, surgieron durante la pandemia, y que van desde problemas de adaptación, hasta desgano, tristeza, dolores de cabeza, dolores de estómago, sarpullidos, dolores musculares, náuseas e incluso tics.

El estudio también revela un alto estrés de parte de las madres, que equivalen a la mayoría de quienes respondieron la encuesta: el 67% dice que le preocupa el bienestar socioemocional de los niños, el 33% dice que la pandemia les ha afectado negativamente y el 56% afirma que le ha costado mucho dedicar tiempo para sus hijos.

Pilar del Río, psiquiatra de la Clínica MEDS y una de las investigadoras, explica que esto demuestra que “la pandemia ha sido muy estresante para los adultos, pues estamos acostumbrados a atender todas las demandas de los hijos y ahora eso se nos fue de las manos, porque tenemos muchas más demandas”.

“A los adultos les cuesta entender que, para que sus hijos estén bien, primero ellos tienen que estar bien”, agrega. Además, el 59% de los cuidadores señala que ha sido difícil disponer de tiempo libre, “algo que es imposible en la pandemia”.

Impacto en adolescentes

El estudio también revela que la pandemia provocó problemas de sueño en los niños. Al 43% le cuesta más dormirse ahora y el 16% se despierta durante la noche. Además, durante la pandemia, el 11% empezó a mostrar conductas agresivas y el 10% muestra agresiones verbales, mientras que el 17% presenta conductas regresivas, como podrían ser mojar la cama o chuparse el dedo.

Andrea Aguirre, psiquiatra infantojuvenil Clínica Universidad de los Andes, cuenta que los niños y adolescentes han sufrido bastante por la pérdida de sus pares, porque necesitan estar junto a ellos en su proceso de búsqueda de identidad.

“Para los adolescentes, es fundamental estar con sus pares y no con sus padres. De alguna manera, este encierro es antinatura, porque los jóvenes se ven obligados a estar con sus padres cuando quieren estar lejos de ellos”, explica.

De hecho, ahora que algunas comunas comenzaron la etapa de transición, ha habido un aumento de consultas por problemas de salud mental. “Veo más ansiedad y depresión, porque se perdió el vínculo social”, explica.

En el caso de los niños, también ha notado una mayor demanda hacia los padres. “Los niños se ponen desafiantes, porque están hiperactivos. No es gratis todo esto que está pasando, tiene un impacto en la salud mental”, detalla.

Vanessa Tagle también confirma que sus hijas han presentado algunos de los síntomas, como mayor apetito, pues quieren mantener la rutina del recreo escolar. “Además, los niños están conscientes al miedo que tienen los padres a perder el trabajo”, dice, pues en el curso de una de sus hijas, la profesora hizo una encuesta en los alumnos, quienes reportaron esa presión.

Recomendaciones

Para enfrentar esta situación, los expertos han dicho que es clave que las familias formen rutinas en sus hogares.

Andrea Aguirre explica que es fundamental mantener los ciclos biológicos del sueño y de la alimentación, hacer ejercicio y levantarse todos los días con un objetivo en mente. “Una de las cosas que más deprime es la desesperanza, el no tener un objetivo en la vida, no saber para donde voy”, plantea.

El estudio del proyecto “Cuidemos nuestros niños” también entrega algunos consejos para los adultos, como estar calmados; propiciar ambientes de juego, pero no pasar todo el día jugando con ellos; y buscar espacios de distensión durante el día.

Por ejemplo, respecto a la reactividad emocional, el estudio sugiere: “Intenta calmarte tú primero, no minimices su emoción, ayúdalo a identificar lo que le pasa, no pienses que te está manipulando, acompáñalo hasta que pueda regularse y si por algún motivo reaccionas mal, no dudes en reparar”.