Nunca habían nacido tan pocos chilenos. Esa cifra, la de los 171.992 nuevos niños y niñas que se registraron durante 2023, es una más de las tantas que vienen a reflejar la crisis de natalidad que vive el país. Chile no sólo es la nación con la tasa de fecundidad más baja del continente, también carga con una tasa de reemplazo fijada en 1,2 hijos por mujer: muy por debajo de los 2,1 requeridos para mantener los niveles de población.
Parte de esa realidad estudió Alejandra Abufhele, profesora de la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez y coautora del paper Beyond early motherhood: Trends and determinants of late fertility in Chile, publicado el año pasado.
“Constatamos algunas cosas. Lo primero es que, a través del tiempo, ha subido la edad promedio a la que las mujeres tienen su primer hijo. Lo segundo es que la proporción de mujeres que tiene su primer hijo en edades adolescentes ha disminuido de manera súper importante, y la que ha aumentado es la proporción de madres que tiene su primer hijo después de los 30. Por último, mostramos que las mujeres que tienen hijos más tarde son las que se educan más, las empleadas y las que están casadas”, dice la académica.
Las conclusiones son compartidas en el mundo científico. Hace unos meses, en entrevista con CNN Chile, el médico Fernando Zegers, de la Escuela de Medicina de la Universidad Diego Portales, aseguró que “hace 20 años, la mayor parte de los nacimientos eran en mujeres de entre 20 y 24 años. Ahora nos estamos acercando a los 30 años para el primer hijo”.
No fue lo único que expuso. En esa oportunidad comentó que los bajos números de nacimientos no sólo se explicaban por las políticas públicas contra el embarazo adolescente. Lo hizo con datos. Mostró que en 2010 había 53 nacimientos en adolescentes por cada mil. Hoy esa cifra está en 15,4.
En los índices del Registro Civil la baja de nacimientos ha quedado inscrita anualmente. Según las estadísticas de 2021, que es el último año en que tienen información a nivel comunal, la tasa de natalidad a nivel país era de nueve nacimientos por cada mil habitantes. Diez años antes era de 14,3. Esa merma, en promedio, de 5,3 nacimientos menos por cada mil habitantes no fue igual en todas partes.
En Alto Biobío, ubicada en el suroriente de la Región del Biobío, la baja fue tres veces más pronunciada. Esa comuna, de hecho, fue donde más bajó la natalidad en esos 10 años: los 12,5 nacimientos por cada mil habitantes que se registraron en 2021 eran 17,6 menos que los que habían anotado en 2011. Aun así, la comuna sigue figurando entre las 10 con mayor fecundidad del país.
El ranking de las cinco comunas donde más bajó la natalidad en ese periodo sigue con Santa María (-12,1 por cada mil habitantes), de la Región de Valparaíso; Chañaral (-10,4) y Alto del Carmen (-10,1), de la Región de Atacama, e Iquique (-9.4), de la Región de Tarapacá. Cada una presenta realidades distintas, pero sí hay algo que une a tres de ellas. Todas, menos Alto Biobío y Santa María, donde la actividad productiva predominante es la agricultura, son comunas donde la minería juega un rol primordial. De hecho, los municipios en el sexto y séptimo lugar de ese listado -Andacollo y Copiapó- comparten esa característica.
“Entre 2011 y 2021, el precio del cobre fluctuó considerablemente debido a factores económicos y geopolíticos”, describe Juan Carlos Guajardo, doctor en economía y director ejecutivo de Plusmining.
A pesar de haber alcanzado un máximo histórico de aproximadamente $ 4,6 dólares por libra a mediados de febrero, el metal sufrió una caída brusca que se prolongó hasta 2015, registrando precios de $ 2,05 a fines de ese año. Luego fue mezclando alzas y bajas, hasta que, en 2021, recuerda Guajardo, “alcanzó un máximo de más de $ 4,85 por libra, impulsado por la demanda en energías renovables”.
La paradoja de Iquique
Huechuraba, Quilicura y Peñalolén comparten el primer lugar entre las comunas de la Región Metropolitana donde más descendió la fecundidad entre 2011 y 2021: las tres experimentaron una merma de 8,9 nacimientos por cada mil habitantes.
“La reducción de la natalidad es un fenómeno en el que confluyen múltiples factores, como el acceso a la educación, la participación de las mujeres en el mundo laboral, las mejores perspectivas de desarrollo individual, entre otros. Si Huechuraba está entre las comunas donde más se acentúa esta tendencia, uno puede suponer que esos factores también se han acentuado en nuestra comuna”, explica el alcalde Carlos Cuadrado (PPD).
En Peñalolén atribuyen esta caída al esfuerzo que han hecho para prevenir el trabajo adolescente, asegura la alcaldesa independiente Carolina Leitao: “Si bien la reducción de la fecundidad adolescente es un fenómeno observado en todo el país, con descensos del 26% en la última década, en Peñalolén esta ha sido más profunda, con una baja del 37% en el mismo período”.
Con la excepción de Pudahuel (-8,3), el resto del listado está concentrado en el sur de Santiago. Ahí se aprecian las bajas de San Bernardo (-7,3), Puente Alto (-7,2) y La Pintana (-7,1), por ejemplo.
Fuera del límite capitalino, la situación más llamativa es la de Iquique. La ciudad de Tarapacá es la capital regional donde más decayó la natalidad en la década revisada.
“Según mis apreciaciones, la disminución puede darse por dos factores. Primero, la postergación de la maternidad para priorizar metas personales y profesionales de las parejas, principalmente de las mujeres. Las usuarias también coinciden en que prefieren tener menos hijos, con el fin de darles mejor educación y condiciones en general”, indica Marcela Buendía, coordinadora de Matronería del Hospital de Iquique.
“En segundo lugar –agrega Buendía–, creo que este fenómeno también se da por una exitosa cobertura en la Atención Primaria, en donde entregan métodos anticonceptivos y educación para un mejor control de la natalidad”.
El caso de Iquique es especialmente crítico, porque si no fuese por los hijos nacidos de madres extranjeras, la caída habría sido mucho más acentuada. De hecho, en 2011 nacieron 750 niños o niñas de mujeres migrantes. En 2021 la cifra fue de 1.235. El año pasado el número registrado fue de 1.112. La curva de las madres chilenas en esa ciudad es completamente opuesta. Si en 2011, 4.715 mujeres dieron a luz, 10 años más tarde sólo 2.373 fueron madres. El año pasado se contabilizaron 2.408 nacimientos de connacionales en Iquique.
“En Iquique, entre 2012 y 2023, hubo una caída de casi un 20% de la natalidad. Pero dentro de ese grupo, las nacionales caen entre 47% y 50%, mientras que las extranjeras suben poco más de 100%”, describe el Dr. Fernando Zegers. De mantenerse esa curva, en un futuro en Iquique podría darse una situación impensada: que nacieran más hijos de mujeres extranjeras que de chilenas.
“Lo que uno esperaría de un Estado consciente de su realidad sociodemográfica es preocuparse de la población de migrantes que llega a residir a Iquique y que, bien acogidos, pueden representar el futuro de esa localidad. Sin embargo, los migrantes siguen viviendo en condiciones de vulnerabilidad multidimensional y estigmatizados como criminales. Pienso que el tema no es sólo demográfico, sino que social. Es una bomba de tiempo que el Estado no parece querer enfrentar”, advierte Zegers.
Esta tendencia no se da sólo en Tarapacá, señala Alejandra Abufhele.
“En 2011, la proporción de nacimientos de madres extranjeras a nivel nacional era un 3% del total de nacimientos en el país. El año 2021 ese porcentaje es de 17,4%”.
Un oasis en la pampa
Algo está pasando en Huara. En esa comuna de alrededor de tres mil personas, en medio de la provincia del Tamarugal, en Tarapacá, nacen, en proporción, más chilenos que en cualquier otra parte del país. Ahí se registran 16,1 nacimientos por cada mil habitantes. No sólo eso: entre 2011 y 2021 Huara fue la localidad donde más aumentó la fecundidad, con un alza de 3,2 nacimientos cada mil habitantes, en esos 10 años. Bastante por sobre otras con altas tasas de nacimientos, como Alhué (15,4), Ercilla (15,2) y Lampa (13,7). Este fenómeno, sin embargo, es bastante reducido. Sólo en 18 de las 346 comunas medidas, subió la fecundidad en ese período.
Esto no siempre fue así en Huara. Según las estadísticas obtenidas del censo de 2017, un 57% de la población de esa comuna tenía 30 años o más. El envejecimiento de la comuna se apreciaba aún mejor al desglosar esa cifra. Por ejemplo, ese año el 38% de los residentes tenía más de 45 años y sólo el 43% tenía 29 años o menos. Además, tenían una tasa de natalidad de 13,49 nacimientos por cada mil habitantes ese año.
La respuesta al crecimiento está en la migración.
“Nuestra población ha aumentado porque, durante la pandemia, tuvimos muchos ingresos de personas bolivianas. Siempre habíamos tenido a personas de ese país acá, porque somos una comuna fronteriza, estamos a dos horas de Colchane, pero con los pasos irregulares eso creció mucho”, explica María Fernanda Chávez, enfermera del Cesfam de Huara.
La llegada de nuevos vecinos, comenta la profesional, estresó al sistema de salud en un principio. Antes de 2021 el centro de salud era un consultorio rural y no un Cesfam, lo que involucraba una dotación más baja de funcionarios y menos recursos para atender a la serie de partos domiciliarios de extranjeras que no alcanzaban a planificar su parto para agendarlo en el Hospital de Iquique y, por lo mismo, debían realizarlo en sus hogares. Residencias que, recuerda Chávez, muchas veces eran espacios precarios.
“Muchos se quedan a vivir en Huara por las oportunidades laborales. Los migrantes se dedican a la agricultura. Se van a sectores como Sibaya o Bajo Soga, donde hay plantaciones de melones, sandías, acelgas y lechugas. Es como un oasis en medio de la pampa”.
Para una comuna acostumbrada a ver a sus jóvenes marcharse después de completar su educación, el nacimiento de nuevos vecinos ha revitalizado su vida comunitaria y sus instituciones.
“Los niños migrantes necesitaban colegios y ahora hay uno, con cuarto medio y carreras técnicas, e incluso jardines infantiles –describe Chávez–. Eso ha ayudado a que el pueblo no muera”.