Jean Pierre Bolívar (17 años), por la ventana de su momentáneo hogar, le da las gracias a un amigo que llegó a regalarle algo de ropa. Hace tres días, no tenía con qué vestirse. El sábado, un incendio entre las calles San Diego con Santiago, en el corazón de la capital, abrasó el cité en que vivía junto a su polola y otros cinco familiares. Uno de ellos tenía Covid-19 y Tamara Trinidad Peñipil (16), la novia, era quien cuidaba de él. Ellos y su pequeña de meses están a la espera de sus exámenes PCR, y como no tienen dónde dormir, casi como una ironía consiguieron techo en un hotel cuatro estrellas: el Best Western de Estación Central, ahora reconvertido en la Residencia Sanitaria del Servicio de Salud Metropolitano Central.

Porque los altos contagios en Santiago no solo se combaten en los hospitales. Aunque la cara más fea de la pandemia se está viviendo en los centros de salud, muchos pacientes contagiados que conviven sin sentir demasiadas molestias, padecen en sus hogares la incertidumbre de infectar a un ser querido. Otros no tienen cómo cuidarse y algunos, como Jean Pierre, Tamara y su hija, simplemente no tienen dónde dormir. “Tengo familia que me recibirá cuando salga de aquí”, confía Jean Pierre, que para mantener a su joven familia irá a descargar camiones a Lo Valledor.

Jean Pierre Bolívar y Tamara Trinidad Peñifil junto a su bebé. Están hospedados desde el sábado, tras sufrir un incendio en el cité que vivían. Foto: Andrés Pérez

Junto a él, hasta ayer aquí se recuperaban 237 pacientes, siete menos que la capacidad total del recinto. Muchos de ellos son funcionarios de la salud, aunque la variedad de casos es totalmente heterogénea. “Tenemos a muchos trabajadores de salud, pero la decisión de quién hace cuarentena aquí se toma por diagnóstico clínico”, explica la doctora Patricia Méndez del Campo, directora del Servicio de Salud Metropolitana Central (SSMC). “Al principio fue pensado para que pacientes que no podían hacer su cuarentena la hicieran acá, pero luego también se fueron dando otro tipo de casos, como mamás que no tenían dónde dejar a sus hijos, embarazadas, muchos migrantes que vivían en la calle o hacinados o las mismas personas que llegaron por el incendio de este fin de semana”, profundiza.

El subdirector Christián Álvarez (rosa), junto a la directora del SSMC, Patricia Méndez del Campo (verde), y el director de la Residencia Sanitaria, Víctor Ortuvia (blanco), junto a funcionarios del Servicio de Salud. Foto: Andrés Pérez

Cada habitación encierra una historia distinta y compartir la habitación es un azar. Como la de Jorge Lavín y José Luis Rodríguez, positivos desde hace dos semanas. Ninguno de los dos se conocía, pero llevan 12 días conviviendo juntos. Lavín es reponedor de un supermercado y cree que ahí se contagió y, como vive con dos adultos mayores, tuvo que trasladarse hasta aquí. Rodríguez, en cambio, estaba en situación de calle y dormía afuera del Consulado de Perú, en Providencia, aguardando por la posibilidad de volver a su país. “No nos podemos quejar de nada, porque de verdad que nos atienden muy bien, pero el encierro es algo a lo que nadie está acostumbrado”, asegura Lavín.

Otros lo llevan un poco mejor. Mayra Lapierr y Josefina Luengo, son dos TENS del Hospital San José que también cumplen cuarentena aquí, tras contagiarse atendiendo a pacientes. Aunque trabajaban en el mismo centro de salud, no se conocían, y juntas han debido soportar los embates del virus en el cuerpo. "Ya pasamos los cinco días peores. Primero perdimos el olfato y el gusto, luego tuvimos fuertes dolores de cabeza y fiebre, y después nos pudimos recuperar”, cuenta Luengo. En la residencia pasan los días mirando televisión, completando sudokus o videollamando a sus familiares, pero con la tranquilidad de no haber contagiado a ninguno.

Intentos de fuga

En su célebre Ensayo sobre la ceguera, José Saramago imaginó cómo sería un refugio para contagiados sufriendo de un virus mundial. Por suerte, lo que el premio Nobel de Literatura imaginó a finales del siglo pasado no tenía nada que ver con lo que aquí pasa. “No me gusta decirles residencias, prefiero decirles hoteles. Porque así intentamos tratar a los pacientes que vienen aquí”, explica el médico Víctor Ortuvia, director de este verdadero refugio para infectados. Por surrealista que parezca su afirmación, lo cierto es que aquí los huéspedes cuentan con casi las mismas comodidades con que contaba cualquier pasajero antes del arribo de la pandemia.

Una paciente recibe la atención médica diaria en la Residencia Sanitaria del SSMC. Foto: Andrés Pérez

Entre estas paredes se trabaja 24/7. Ortuvia, junto a 24 enfermeras, dos técnicos en enfermerías, siete pediatras, un sicólogo y un asistente social -además de cuarenta trabajadores de aseo, comida y seguridad- se encargan de todo con mucho cuidado, pues infectarse es siempre una posibilidad. Hasta ahora, dice, no lamentan ningún contagio del personal. “Tratamos de ser un soporte social para los contagiados, por eso es que tenemos profesionales de todas las áreas apoyando”, cuenta el doctor. Desde su apertura, el 4 de abril, 600 personas ya han pasado por la residencia.

Pero convivir en un encierro sanitario no es lo mismo para todos. Aquí también han llegado drogadictos y alcohólicos, que al sufrir del síndrome de abstinencia, se han desesperado. “También está el caso de extranjeros, que al venir de otra cultura ha costado mucho hacerlos entender que deben cumplir con esta cuarentena”, narra Ortuvia.

Contener cada caso ha sido un esfuerzo adicional, aunque siempre han conseguido hacer entender el peligro de una fuga a los pacientes. “Aquí no nos entendemos a la fuerza. El doctor y las enfermeras son muy comprensivas y por suerte han hecho entender a los pacientes de la gravedad de su contagio. Siempre se busca el diálogo, intentar por todas las vías explicarles que aquí estarán bien", confiesa Christian Álvarez, subdirector del SSMC.

Lo difícil no es convivir con las personas, lo difícil es comprenderlas, decía Saramago. En este hotel, pese a todo, la comprensión y la empatía parece ser aún el lenguaje común.

Una de las habitaciones hasta ayer disponibles en la Residencia Sanitaria del SSMC. Foto: Andrés Pérez