Su cabeza viaja por el tiempo. Físicamente se encuentra en el living de su departamento y a su espalda hay un mueble con dos o tres repisas que están llenas de recuerdos: medallas, trofeos y fotografías. No para de hablar, de recordar, de dar ideas y revisar lo que se ha hecho en Santiago 2023. “La organización de los Juegos Panamericanos (JJ.PP.) va muy lenta. No quiero criticar, pero para un campeonato de esta envergadura, creo que vamos muy lento”, dice con una voz convencida.

Lucy López cumplió 93 años y es una de las 30.558 personas que se inscribieron para ser voluntaria en los JJ.PP. El 57% fueron mujeres y ella ya se siente parte del grupo de 17.000 que finalmente cumplirán labores de apoyo.

“¿Por qué quiero ser voluntaria? Creo que casi todas las satisfacciones de mi vida, excepto mis hijos, fueron a través del atletismo. Me hizo crecer mucho”, contesta sin titubeos. Y añade: “Quiero devolverle la mano al atletismo. También quiero que la gente joven cambie su chip, enseñarle que hay cosas bonitas en la vida que se pueden hacer, que no importa que no se gane una medalla, lo que importa es tener la satisfacción de lo que uno puede entregar”.

López no es una voluntaria cualquiera. Fue la primera mujer en darle una medalla al atletismo chileno (plata en salto alto con 1,45 m), precisamente en los primeros Juegos Panamericanos, en Argentina 1951. En aquel torneo, las atletas Beatriz Kretschmer, Eliana Gaete, Marión Huber y López tuvieron una descollante figuración. Chile terminó en la cuarta posición del medallero, con ocho oros, 19 platas y 12 bronces.

Su actuación en Buenos Aires transformó a Lucy López en un “diamante en bruto”, porque no era una experta saltando alto. Antes saltaba largo y corría 80 metros con vallas. Pero en el Sudamericano de Perú del 49 la saltadora de alto titular se enfermó y le pidieron que la reemplazara.

“Me dijeron ‘tienes que saltar’. Yo no quería, porque la varilla era metálica y triangular, y el estilo que se ocupaba en esa época dejaba una pierna como péndulo y si te equivocabas, le pegabas a la varilla. ¡Todavía tengo marcas de tantas veces que me pegué!”, recuerda entre risas y haciendo el amago de recogerse el pantalón.

López terminó en el cuarto lugar y en la delegación le dijeron “dedícate al alto”. Ahí comenzó a entrenar en serio la prueba que la dejaría en la historia y que llevaría a los dirigentes nacionales a poner su nombre a un torneo atlético.

“Estoy emocionada y agradecida que en vida se haya efectuado este torneo en mi nombre (San Carlos de Apoquindo, 2022). Luego de dejar el atletismo fui durante años entrenadora de atletismo en varios clubes y colegios, así que me siento feliz por todo”, indica Lucy.

Lucy López, junto a algunos de los trofeos que cosechó a lo largo de su carrera deportiva.

Tras la plata de Argentina en el horizonte asomaba la marca mínima para clasificar a los Juegos Olímpicos de Helsinki. El sueño, eso sí, duró poco, pues se casó y el mismo año de los JJ.OO. (1952) fue madre por primera vez.

Pero la maternidad no la detuvo. Tampoco la muerte de su papá, Erasmo López, deportista, fundador de la Federación de Básquetbol nacional y activo dirigente. Tampoco su quiebre matrimonial. “Me separé muy joven. Él era de un carácter muy fuerte, no podía vivir con otra persona al lado”, dice Lucy, aunque aclara que lo siguió viendo hasta el día de su muerte, hace ya casi cinco años. “Vivía acá al lado y nos cuidábamos mutuamente. Dios me puso en la balanza el amor y el atletismo. Y se inclinó para acá”, sostiene mostrando sus medallas y estatuillas de reconocimiento, como el Premio a la Trayectoria Deportiva o el que hace poco le entregó el Círculo de Periodistas Deportivos.

Lucy López siguió entrenando, hizo docencia y se recibió de profesora de Educación Física a los 36 años. Tuvo alumnas en el colegio Villa María y en la Universidad de Chile. Poco antes (1972) se había ganado una beca para estudiar en Alemania. Y también incursionó haciendo clases de vóleibol en el Universitario Salvador.

Durante uno de sus embarazos le descubrieron que un riñón le funcionaba mal. “Lo tenía pegado a la cadera... Me lo sacaron, me hicieron una bolsita que me la amarraron a la quinta costilla y aún está ahí”, cuenta. Y así siguió compitiendo.

En Puerto Rico, años después, ganó dos platas y un oro (en la jabalina) en un torneo para atletas senior. Pero volvió a batallar contra el destino: a su hija le diagnosticaron lupus y en el trabajo la jubilaron con apenas 27 años. Estuvo siete años en cama, y la Lucy madre a su lado.

Pero algo le faltaba a esta mujer incansable: organizar. Y cuando ya no pudo competir más, se hizo dirigenta. “En 2010 organicé un Sudamericano de Atletismo casi sola. Me decían que no había plata... Fui a muchas reuniones, pero tuve que pelear con el gerente. Hablé con algunas empresas que conocía de cuando estuve en la Asociación Santiago... Era cuestión de moverse”, señala.

Según la organización, en los JJ.PP. venideros los voluntarios harán de todo: “Serán el alma de los Juegos”, dicen. La labor de cada uno de ellos dependerá del área funcional y el deporte en el que apliquen durante el evento.

¿Y qué quiere hacer Lucy? “Estoy muy conforme con lo que he hecho (en mi vida), con lo que he entregado, pero el de arriba todavía quiere que entregue más”, dice mirando hacia el techo de su departamento. Y cierra: “Algo con el atletismo o con el vóleibol. Desgraciadamente, ando con bastón porque me operaron de la columna, pero ahí estaré”.