La cuarentena casi obligada que vivieron los niños el año pasado, luego del cierre de los colegios, los afectó profundamente en su socialización y desarrollo, provocando en ellos problemas conductuales.
Pero esta crisis ha tenido efectos incluso más severos, que no están a la vista, y que los padres tienen que detectar. Así lo muestra la segunda etapa del proyecto “Cuidemos a Nuestros Niños”, un estudio de un grupo de expertos en salud mental que en los últimos meses encuestó a 6 mil familias para medir el impacto de la pandemia en sus hijos.
La medición muestra que los niños han sufrido cambios conductuales, como que el 74% de ellos presenta una mayor reactividad emocional, el 51% está más desafiante, el 32% está más peleador y el 19% tiene problemas para adaptarse al cambio de rutinas. Además, el 35% aumentó sus conductas agresivas físicas.
Pero también se observan síntomas internalizantes, es decir, que no son tan fáciles de detectar: el 40% de los niños presenta cambios súbitos de humor, el 20% tiene fatiga o desgano, el 19% presenta una tristeza sin razón aparente y el 14% no quiere participar en juegos. Además, el 30% tiene miedo de quedarse solo en una pieza y el 23% tiene miedo de que un familiar se enferme.
La hipótesis de esta segunda versión del estudio, respecto a la primera parte publicada en agosto, era que los niños iban a mejorar su salud mental al generar mecanismos de adaptación. Sin embargo, se demostró que los problemas socioemocionales aumentaron.
Pilar del Río, psiquiatra de la Clínica MEDS que lidera el proyecto, dice que hay una señal de alerta sobre estos síntomas internalizantes que a veces pasan desapercibidos. “Es importante que los padres o cuidadores estén atentos a estos cambios sutiles, como cuando los niños están inhibidos, juegan menos, se ríen menos, no disfrutan como antes o están más irritables”, dice.
Si bien un porcentaje de la población sí será capaz de ser resiliente, la experta cree que “lo más probable es que sigan aumentando los trastornos de ánimo en los niños y ya tenemos certeza de que la salud mental es uno de los ámbitos que se verán deteriorados con la pandemia”.
¿Qué hacer para evitarlo? Del Río plantea que es urgente que reabran las escuelas, al menos en una parte de su jornada, para que los escolares puedan compartir con sus compañeros y para que otros adultos, como los profesores, puedan monitorearlos y ver anomalías.
“Los colegios son lugares propicios para detectar estos trastornos, porque los profesores ven a los niños todos los días, por muchas horas. Ojalá este año los niños puedan tener más redes de cuidadores, porque lo que ha pasado es que los principales cuidadores de los niños también están cansados y menos disponibles”, dice.
También recomienda que los equipos sicosociales de los colegios, coordinados con las autoridades, se preocupen de buscar problemas de salud mental entre los alumnos.
Consejo para familias
La psiquiatra advierte a las familias que la capacidad de resiliencia de los niños depende de tres factores, dos de los cuales son tarea de los padres: el primero es detectar a tiempo un problema de salud mental, para lo cual hay que pasar tiempo con los hijos y preguntarles sobre sus vidas.
El segundo es el acompañamiento, es decir, que los hijos se sientan validados y que no se les tilde de exagerados por sentir lo que sienten. “Si el niño se siente contenido, su cerebro se predispone a desarrollar los mecanismos adaptativos. Si el niño se siente retado o cuestionado, se activan los mecanismos de supervivencia y estrés, y más se enferma”, dice.
Y el tercero depende más del contexto personal que vive cada niño, es decir, su temperamento, sus antecedentes genéticos, pero también la cobertura de sus necesidades básicas mínimas.
Proyecto en liceos
La educación socioemocional se volvió vital luego de la pandemia, por lo que algunas instituciones están implementando proyectos que la incentiven. Ese es el caso de la Fundación Luksic, que adjudicó un fondo concursable de $ 500 millones a 48 liceos técnicos profesionales. Las iniciativas seleccionadas apuntan a desarrollar estas habilidades, y a la vez realizar talleres de orientación vocacional.
Álvaro Ipinza, gerente general de la fundación, dice que una mejor educación y mayores oportunidades “solo se conseguirán en la medida que el trabajo colaborativo sea la regla. Cada liceo es un mundo diferente, por eso que escuchar y dar respuestas a las necesidades de las comunidades escolares es esencial”.