Al rector del Instituto Nacional le ha tocado vivir días complejos, luego de que un grupo de encapuchados lo agrediera y rociara con bencina, al igual que a otros cuatro docentes del colegio. Denunció que hoy no cuenta con la normativa legal necesaria para castigar a los alumnos violentos. Y si bien el Ministerio de Educación anunció un proyecto de ley para poder expulsar a estudiantes sorprendidos cometiendo actos graves o gravísimos, el optimismo de Fernando Soto es limitado. "Es un avance, pero no creo que resuelva todos los problemas. Esa aplicación de la norma que aparece inserta en la propuesta y que faculta a los directores para expulsar a aquellos alumnos que sean identificados y que hayan sido responsabilizados por actos de violencia extrema con connotación de delito no resuelve todo. El tema es que cuando uno enfrenta a estos grupos pseudoanarquistas, que suelen cubrirse de overoles, tapar su calzado y encapucharse, es muy difícil identificarlos, pero lo positivo es que esto ha puesto el tema en el debate y ha provocado que nuestra comunidad educativa manifieste de manera unánime su total y absoluto rechazo".
Hace unos días el alcalde Felipe Alessandri dijo que profesores de su colegio le habían contado que han sido víctimas de robos, agresiones y amenazas ¿En qué momento se llegó a crear un ambiente tan complejo en el Instituto Nacional?
La primera mirada que me surge al respecto es que este colegio tiene 4.300 estudiantes. Toda la investigación de la academia dice hoy día que no pueden existir colegios tan numerosos, porque en alguna medida eso, pese al esfuerzo de todos los miembros de la comunidad, deshumaniza las relaciones. El país exige al Instituto Nacional responder a la demanda de todas las familias que quisieran tener a sus hijos acá, pero nosotros ya no damos abasto.
¿Hay profesores que tienen que convivir con sus agresores en una misma sala de clases?
Efectivamente, han habido profesores que han tenido que estar compartiendo con ellos durante un mes mientras se realiza la investigación, entonces, claro que eso es tensionante para un profesor, que tiene que estar con todos sus sentidos, sus emociones, sus afectos, en pos de tratar de conseguir los aprendizajes que ha planificado para su curso. Es, sin duda, una tarea compleja.
Si bien los resultados académicos siguen poniendo al Instituto en la primera línea de los establecimientos públicos y sobre el promedio nacional, cada vez se van alejando un poco más de los colegios particulares ¿Cree que es recuperable esa brecha?
El Instituto Nacional sigue siendo el colegio que todos los años le entrega mayor cantidad de alumnos a la Universidad de Chile y es el segundo colegio que mayor cantidad de alumnos le entrega a la U. Católica, incluso, considerados en ese grupo los colegios particulares pagados. Entonces, el esfuerzo de los muchachos sigue estando presente cada año. Cada año este tipo de colegios está amenazado por las interrupciones, una, dos, tres semanas, un mes. Y el alumno que egresa de cuarto medio, si se revisa su historial en los años escolares, ha perdido casi un año de clases. Afortunadamente, en nuestro Instituto eso ha ido disminuyendo de manera drástica, tanto así que en el año 2017, después de más de 10 años, por primera vez los alumnos salieron de vacaciones a términos de diciembre, no hubo necesidad de hacer clases recuperativas en enero.
¿Usted ha podido hablar con los padres de algún alumno que haya protagonizado hechos de violencia?
Nuestros coordinadores de convivencia escolar, el departamento de psicoorientación y la unidad técnico-pedagógica se entrevistan con los apoderados y se intenta establecer una estrategia de apoyo. Muchos se sienten sorprendidos de que sus hijos estén en esta situación.
¿Cuál es el rol de los papás?
Los padres deben ser los primeros responsables de la formación de sus pupilos. La institución escolar es un complemento a esa formación, así es que tienen ellos que dar cuenta de esa primera y fundamental responsabilidad. Hoy día los colegios, por ejemplo, están impedidos de devolver a sus hogares a aquellos alumnos que entran a mitad de jornada, que llegan atrasados, o que vienen sin el cumplimiento del manual de convivencia, en lo que se refiere a sus uniformes. Hoy la norma obliga a los colegios a resguardar siempre a los niños y aceptar con esto de la Ley de Inclusión, que el niño venga vestido como estime conveniente.
¿Esa mayor libertad en favor de los alumnos ha influido para mal?
Creo que las nuevas generaciones han leído con mucha atención cuáles son sus derechos, pero no han puesto la misma atención a cuáles son sus obligaciones, y, por supuesto, eso también se nota en el seno familiar. A veces hay muchos que mandan en sus hogares y las mamás o papás a veces no ponen la suficiente claridad y la más correcta orientación de cómo deben ser las pautas de comportamiento.