Durante la última semana, quienes viven en los alrededores del paradero 27 de Vicuña Mackenna, en el límite entre La Florida y Puente Alto, parecen atrapados en un déjà vu. Una rutina que recitan de memoria y que comienza temprano en la mañana, con la llegada de decenas de voluntarios que llegan a recoger escombros y barrer las estaciones de metro de la Línea 4 ubicadas en sus comunas. Las mismas que, horas más tarde -sobre todo en las jornadas de protestas y toque de queda- volverán a ser ocupadas, quemadas y destruidas hasta altas horas de la noche, sin mayor control policial.

"A veces alcanzan a arreglar un poco y después llega un montón de gente a romper vidrios, a tirar pantallas desde arriba y a tratar de llevarse algunas cosas, aunque ya no queda casi nada", cuenta Daniela Donoso, locataria del sector de Elisa Correa, la estación que se quemó dos veces y que recién el viernes al mediodía retiró de su andén poniente los trenes incendiados el sábado 19, que durante toda la semana atrajeron a cientos de curiosos en busca de una selfie o una explicación.

El mismo día, la empresa Metro volvió a instalar un portón metálico en el acceso principal de la estación, una de las cinco paradas de la Línea 4 que resultaron completamente siniestradas y que quedaron fuera de la reactivación parcial de la red que se inicia hoy. La idea, explica uno de los encargados, es tratar de trabajar con cierta normalidad en las reparaciones del lugar, cuyas instalaciones -boleterías, torniquetes, cajeros- lucen completamente destrozadas y chamuscadas, por lo que son visitadas a diario por transeúntes en plan "turismo de catástrofe", como si fuera la zona de exclusión de Chernóbil. Algunos ingresan a las estaciones, recorren las vías y cuelgan lienzos en la estructura para que sean vistos desde la calle.

Con todo, algunos vecinos aseguran que las rejas no han logrado detener los destrozos nocturnos. "No ha habido carabineros ni fuerza militar, y si vienen se quedan unos minutos y se van", reclama Elena Díaz, residente del sector. La baja frecuencia de micros, los semáforos fuera de servicio y las bencineras y supermercados saqueados y carbonizados acrecientan la sensación de abandono de la intersección.

Germán Codina, alcalde de Puente Alto, reconoce la falta de resguardo policial en el lugar, "sobre todo en las estaciones que están siendo revandalizadas noche a noche. Los voluntarios pueden venir en la mañana, limpian y luego se vuelve a destrozar lo que va quedando. No queda nada más que quemar adentro de la estación, pero se termina rompiendo lo poco que queda".

El panorama no es muy distinto en las paradas que le siguen hacia el norte, como San José de la Estrella, Los Quillayes y Trinidad, en La Florida, que también instaló portones en sus accesos en los últimos días para intentar detener los destrozos, que se repitieron este fin de semana y se han extendido a los negocios aledaños.

"Los mismos vecinos estamos cuidando los locales y pagándoles a guardias de seguridad. Aunque ya no tienen nada más que robar, igual siguen las fogatas", advierte Cecilia, dueña de una peluquería de la zona y uno de los miles de vecinos que, según estimaciones de la autoridad, no tendrán servicio de tren subterráneo operando con normalidad en su barrio al menos hasta abril de 2020.