La Legua nació con muros. Desde sus inicios como toma de terreno, entre las décadas de los 40 y 50, en su límite norte siempre tuvo paredones de concreto que convertían sus pasajes en callejones sin salida.
La expropiación en 2012 de 4,2 hectáreas de terrenos pertenecientes a la Embotelladora Andina, el histórico vecino, derivó en la creación de 200 casas, 44 departamentos, plazas y calles con ciclovías. La apuesta intenta variar el contexto de la población, hoy marcado por el narcotráfico y la disputa armada por el territorio entre diferentes bandas.
Sin embargo, a este primer paso quedó pendiente la apertura de los pasajes. En 2017, el gobierno de Michelle Bachelet abrió Álvaro Sánchez Pinzón y Karl Brunner. Pero el plan de intervención urbana había quedado incompleto, hasta este miércoles, cuando el gobierno del Presidente Piñera culminó la demolición de los últimos cinco pasajes y concretó la apertura de La Legua.
Los trabajos estaban planificados desde hace semanas, pero las giras del Mandatario, primero, y luego la muerte de Camilo Catrillanca prorrogaron las obras. A partir de las 5 horas, una cuadrilla de siete trabajadores comenzó a preparar el escenario, que se concretó pasadas las 7.30, ya con el Presidente Piñera en el lugar y ordenando por radio a la retroexcavadora que derribara el muro del pasaje Ñuño da Silva. Consecutivamente, se materializaría la misma caída de ladrillos en Sánchez Calchero, Santa Catalina, Francisco de Zárate y Santa Elisa.
"No solamente estamos botando los muros físicos, sino que también estamos empezando a botar los muros de la pobreza, de la estigmatización, muros que durante tanto tiempo han afectado la calidad de vida de los habitantes de La Legua", dijo Piñera, con los escombros de la desaparecida pared de fondo y las casas bajas de la Legua Emergencia vistas por primera vez desde la calle Mataveri.
Al interior de los pasajes, y ante la masiva presencia de autoridades, policías y medios de comunicación, Inés se asomó con cautela para conocer su nuevo contexto. "Esperemos que sea para mejor", dijo. Sin embargo, las opiniones son diversas. Una de las vecinas de Ñuño da Silva, quien se negó a dar su nombre, consideró que la apertura permitirá que los tiroteos se produzcan en un nuevo sentido, antes impedido por los muros, y que aumente el riesgo. "Acá tiran un petardo y se agarran a balazos", indicó.
Para las 17 familias que desde ahora quedaron enfrentadas a La Legua Emergencia, los disparos son su principal preocupación. Y no exageran. Producto de esta opción, el gobierno blindó cada una de las viviendas con fuertes paredes de cemento. "Esperemos que no ocurra lo mismo que con los muros anteriores. Que apenas cayeron comenzaron los tiroteos", dijo uno de los propietarios de estas viviendas.
De las 22 casas construidas en calle Mataveri, cinco familias aceptaron subsidios en otros lugares y se fueron. En dos de estas viviendas vacías se instalará la PDI con una unidad de atención comunitaria, cuyo objetivo es lograr un acercamiento con la comunidad de La Legua, dar protección al entorno y canalizar ciertos focos de delincuencia. Para ello, la policía tendrá presencia permanente y contará con profesionales del ámbito social. "Seremos un vecino más", dijo la subcomisaria Priscila Muñoz, del Departamento de Apoyo y Acción Comunitaria.
"La PDI entiende que su rol social supera ampliamente el cumplimiento de su misión, que es investigar los delitos. Participar de este proyecto histórico para La Legua es un desafío que nos motiva a ser más profesionales y cercanos con la comunidad", dijo el director de la PDI, Héctor Espinosa.
La caída de los muros es el comienzo de las obras que se realizarán en el lugar durante aproximadamente dos meses. Además de la limpieza de los escombros y la basura contenida en los paredones, se nivelarán las calles para permitir el paso de vehículos, así como la instalación de iluminación led en cada acceso.