Quienes entienden de olas aseguran que, tras este naufragio y posterior rescate, Javiera Blanco Errázuriz volverá más fuerte y valiente al agua. Y es que, después de pasar casi siete horas a la deriva, la diseñadora debió superar los temores más íntimos para aguantar con vida hasta su rescate de las frías aguas del Pacífico. No fue sencillo.
Siete horas de sufrimiento y dudas, de ver la vida pasar en cada instante. Aunque no quiere hablar, pues aún se encuentra en estado de shock, amigos y cercanos reconocen que sus maniobras fueron las correctas. Amarrarse a la tabla y desprenderse de la vela fueron decisiones vitales para soportar a la deriva. Así, a las 23.05 de la noche del pasado sábado, fue encontrada por un helicóptero Cougar, tecnología utilizada por la Armada en esta clase de emergencias.
Todo estaba en orden al momento en que zarparon. Aunque las condiciones no eran las mejores, debido a la falta de viento sobre la costa de Pichidangui, ella y sus acompañantes decidieron adentrarse para vivir un sábado de windsurf, el deporte que la apasiona desde hace más de 10 años y del que incluso es instructora. Lo hicieron sobre una zona segura, con todas las medidas de seguridad tomadas, lo que terminó por salvarle la vida.
Las fuertes olas comenzaron a separarla del grupo. Debido a la falta de viento, la experimentada rider no pudo hacer water starter (técnica básica en la disciplina para avanzar en el agua). Se desesperó. Allí, sus piernas se acalambraron terriblemente y, sin darse cuenta, la fatiga muscular la inhabilitó de la cadera hacia abajo, dejándola completamente a la deriva, a merced de la corriente, dos kilómetros mar adentro.
Según su relato, sólo veía olas. Olas de cuatro y cinco metro. También zonas rocosas que, normalmente, la marea no deja al descubierto. Allá la llevaba la marea, donde la fuerte rompiente la hizo temer lo peor. Sin fuerzas, sacudida y hundida constantemente, colocó su vela en la popa y comenzó a desplazarse en busca de la orilla. Sin éxito, alejándose aún más de la costa. Terminó botándola, aguantando sola, al borde de la hipotermia, hasta el momento de su rescate.
Cinco veces vio pasar el helicóptero antes de su rescate. Incluso intentó acercarse a las bengalas que éste lanzaba al mar, pero ya sin fuerzas la maniobra era imposible.
Christian Bull, dueño de la homónima escuela, una de las más destacadas del país, conoce de cerca a Verónica. "Ella hizo todo correctamente porque sabe navegar. Fue instructora en mi escuela y sé que siempre sale con todos los implementos de seguridad necesarios, por algo está bien. Después de esto, estoy seguro que será más valiente, porque ya se enfrentó a esta situación límite y la superó", cuenta el afincado en el Embalse de Puclaro.
"La dificultad del rescate se encontró en el gran oleaje y la baja visibilidad de la noche, lo que requirió de alta concentración y trabajo en equipo de los miembros de mi dotación", explicó el Capitán de Corbeta Carlos Schnaidt, Comandante del helicóptero que la salvó.