¿Su nombre completo?
- Camilo Eduardo Gajardo Escalona.
- ¿A qué se dedica?
-Obrero.
El diálogo entre el juez de garantía Marcelo Ovalle y el joven de 28 años, registrado en la audiencia de formalización del 9 de agosto pasado, es escueto y directo. Así, cercanos a Gajardo Escalona, imputado por la colocación y envío de seis artefactos explosivos de carácter terrorista, señalan que son muchas de sus conversaciones con él. Tanto en su entorno como en los equipos a cargo de la investigación en su contra, dicen que si una palabra puede definir a Gajardo, sería "reservado".
Aunque la fotografía del sospechoso forma parte del expediente de la Fiscalía Sur desde los primeros meses de 2017, su identificación con nombre y domicilio ocurrió recién el pasado 6 agosto, casi 900 días después del primer ataque en que se le atribuye participación: el envío de un paquete-bomba a la casa del entonces presidente del directorio de Codelco, Óscar Landerretche.
La apertura y detonación del artefacto enviado a través de una empresa de courier -cuyo costo de envío fue de $ 2.960, según la investigación- lesionó al economista, su hija de entonces 3 años y a su asesora del hogar. Las pericias posteriores hechas al artefacto detectaron que la bomba había sido fabricada con cabezas de fósforos caseros.
La nueva modalidad de atentado explosivo, que días más tarde se atribuiría el grupo ecoterrorista "Individualistas Tendiendo a lo Salvaje", dio paso a una intensa y reservada investigación por parte de la Fiscalía Sur y un equipo de Carabineros formado por cinco unidades especializadas, priorizados por sobre la Policía de Investigaciones por su experiencia en desactivación y detonación de artefactos explosivos.
Con la fotografía obtenida tras la entrega de la encomienda-bomba a Landerretche y los testimonios de testigos en el Transantiago que se habrían tomado ese día, lograron describir al supuesto atacante.
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Carabineros en la casa de Landerretche tras atentado. Foto: Agenciauno/Archivo[/caption]
Los testigos hablaban de un hombre delgado y de manos finas que usaba mascarilla, gorro y estaba abrigado pese al calor. También mencionaban que portaba un cuchillo, que parecía nervioso y que en el trayecto se sacó varias capas de ropa quedando en polera con un estampado indígena y bermudas negras. Con la imagen se elaboró un perfil antropométrico que determinó su estatura y que tenía marcas en el rostro.
De paso, abrió dos interrogantes: ¿Quién es y cómo la policía identificó a Camilo Gajardo?
La Tercera indagó en el entorno del acusado para reconstruir el perfil de quien es sindicado por la fiscalía como el autor de seis hechos de carácter terrorista, por los cuales arriesga una pena que podría llegar al presidio perpetuo simple.
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Camilo Gajardo nació primero. Su hermano mellizo lo hizo minutos después. Ambos, junto a una hermanastra mayor, un hermano menor, su padre y su madre, pasaron su niñez y adolescencia en la Villa los Evangelistas, en la población Bajos de Mena de Puente Alto.
Ahí, donde terminan varios recorridos de bus, los vecinos dicen que Gajardo era un lector frecuente, tímido, educado y que no salía de su casa más que para jugar fútbol e ir al colegio. Su educación secundaria la realizó en la misma comuna, en el Liceo Industrial. Egresó el 2008 con promedio 5,8 y varios cursos técnicos aprobados, entre ellos, el de "mantenimiento y operación de máquinas y equipos eléctricos" y el de "sistemas electrónicos digitales". Pero su calificación más alta no la obtuvo entre circuitos y tornillos, sino que en Historia, donde obtuvo un 6,7 de promedio.
A pesar de que en la PSU no ponderó más de 450 puntos, Gajardo se propuso estudiar Diseño Gráfico en el centro de educación superior Los Leones. "Camilo es una persona que luego del colegio estudió en un liceo técnico, tuvo la mención de electricidad y luego intentó desarrollar una carrera profesional en el área del Diseño Gráfico, la que no pudo llevar adelante por problemas de carácter económico", asegura Alejandra Rubio, defensora penal pública que asumió la representación del joven en la causa en su contra.
Desde el entorno de Camilo Gajardo admiten que este hecho fue motivo de frustración. Así fue como a comienzos de 2009 el joven abandonó el aula para salir a trabajar en distintas empresas relacionadas con la construcción, transformándolo en como hoy él mismo se define: un obrero.
Entre los trabajos formales que registra, está un paso por una empresa de plásticos. Y de manera informal, según sus vecinos, Gajardo habría realizado obras menores de reparación, pintura y arreglos en casas del barrio. Así como en la población conocían su oficio, también sus detenciones por parte de Carabineros habían sido motivo de conversación.
La primera de ellas ocurrió el 13 de noviembre de 2011. Ese día un guardia lo encontró rayando las paredes de un local de la compañía de teléfonos con latas de pinturas. "Libertad a los presos de la lucha callejera", escribió en el muro. Además, según los registros policiales, portaba panfletos con la misma frase. Aunque la policía llamó al fiscal de turno denunciando el hecho, se dispuso su inmediata libertad por no constituir delito.
Luego, el 29 de junio 2012 fue detenido junto a otras 24 personas en una marcha no autorizada por la Intendencia. La fiscalía aplicó principio de oportunidad para todos los detenidos, el 19 de julio de ese mismo año y la causa se cerró sin condenados. Y en marzo de 2013, Gajardo fue nuevamente detenido en una marcha junto a ocho personas, por supuestos desórdenes públicos en Alameda con Ecuador.
Para Alejandra Rubio, su abogada defensora, "las detenciones policiales no forman parte de los antecedentes que los tribunales tengan en vista a la hora de calificar la participación culpable de una persona en un determinado delito. Acá las detenciones que registraría Camilo Gajardo son de carácter policial, que nunca dieron lugar a un procedimiento administrativo en policía local o de faltas ante un tribunal de garantía ni menos aún vinculado a la comisión de algún delito o crimen". Para la profesional, su representado mantiene una "irreprochable conducta anterior".
Así, con sus papeles de antecedentes sin condenas, Camilo Gajardo buscó nuevas oportunidades laborales. El 2018 comenzó a trabajar en una hojalatería ubicada en la calle Pacífico, un sector industrial de la comuna de San Joaquín. En el barrio, algunos trabajadores conocen la empresa donde Gajardo prestaba servicios externos. "Era bastante piola", asegura un funcionario de un taller contiguo.
En la hojalatería, Gajardo se dedicaba a fabricar e instalar perfiles y canaletas. La empresa es pequeña, pero está fuertemente ligada a su familia, ya que ahí también trabajaba su hermano, su tío y su padre, Leonel Gajardo, quien, tras el arresto de su hijo, retomaría sus labores en el taller en los días siguientes.
Desde esta empresa, un trabajador administrativo, que pidió reserva de su identidad, aseguró que antes de su arresto, a Camilo Gajardo le habían notificado su desvinculación para fines de agosto. No por su conducta o desempeño, sino porque simplemente los trabajos habían disminuido de manera drástica.
En Puente Alto, una vecina y amiga de la familia asegura que "en su casa son de ver películas, tienen esa cosa de Netflix y son muy buenos para eso. Camilo jamás salía en la noche. Él estaba en su pieza o en el computador".
Según la investigación, Gajardo Escalona habría mantenido una vida paralela en internet. A través de Darknet (una web que circula en redes encriptadas) se habría vinculado con otros miembros de ITS alrededor del mundo. También habría subido cartas y fotografías de los artefactos explosivos. Según fuentes de la causa, el seudónimo que supuestamente utilizaba en internet era "Tanu", uno de los tantos espíritus del pueblo originario Selk'nam.
Además del fútbol y la lectura, Camilo Gajardo también tenía otra pasión: la música. Una de sus bandas favoritas es Nido del Cuco, grupo musical que compone temas enfocados en el respeto a la naturaleza, el medioambiente y la lucha contra la desigualdad social. Mucho antes del arresto de su hijo, la vida familiar de los Gajardo Escalona estuvo marcada por un hecho que vincula a su padre, Leonel Eduardo Gajardo Aedo. A comienzos de los años ochenta, cuando tenía 18 años, el hombre fue detenido por participar en una marcha contra el régimen de Augusto Pinochet. Gajardo Aedo integra la lista de prisioneros políticos y torturados que la comisión Valech construyó en 2011. "La detención del padre de mi defendido se desarrolló en circunstancias donde las garantías procesales se encontraban suprimidas, en la época en que nos encontrábamos en dictadura. Él fue detenido por participar en una marcha y por esa participación se le imputó participación culpable en actividades de carácter terrorista, cargo que era bastante frecuente en esa época", dice la abogada Alejandra Rubio.
A casi 40 años de ese hecho, hoy Camilo Gajardo es objeto de una investigación por seis delitos terroristas y por sus presuntos nexos con una red internacional de ecoterrorismo, según la Fiscalía Sur.
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La revisión de 1.600 cámaras, el análisis de las bases de datos de pasajeros y evasores del sistema de transporte público permitieron a los equipos especializados de Carabineros -conformados por funcionarios del Sebv, OS-9, OS-7, Labocar y Gope- reconstruir las rutas de traslado y escape del presunto autor de los atentados explosivos a través del envío de paquetes-bomba. Y aunque su nombre no estaba aún en poder de los investigadores, su fotografía circulaba entre los policías que estaban a cargo de sus labores de búsqueda.
Así, según fuentes de la investigación, Carabineros fijó como punto de interés el área sur de la Región Metropolitana, puntualmente la población Bajos de Mena, en Puente Alto. En específico, el corredor del Transantiago por avenida Santa Rosa hasta Américo Vespucio fue el lugar clave donde 320 policías de civil, trabajando las 24 horas, entre jueves y domingo, comenzaron a rastrear y seguir a sospechosos. Un universo de 40 personas coincidían con las características físicas de las imágenes de seguridad captadas en Avenida Matta, tras la entrega del artefacto explosivo a Óscar Landerretche, en 2017.
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Imagen captada en 2017, en Avenida Matta.[/caption]
Un antropólogo fue el encargado de hacer el análisis que, entre otros aspectos, fijó la estatura del sospechoso entre 1,62 y 1,68 metros, sus características físicas -entre ellas, un brazo con menor movilidad- y su color de piel. Con esto, sumado a las bases de datos del Registro Civil, la policía intentó, sin éxito, obtener su identidad a través de herramientas de reconocimiento facial.
"El sospechoso siempre viajaba en bus, nunca en Metro. También ocultaba su rostro con gorros, polerones con capucha o lentes", asegura una fuente de la investigación. Pero el 6 de agosto, a las 7.00 de la mañana, un oficial de Carabineros alertó sobre la presencia de un sospechoso con características y estatura similar a la imagen captada dos años atrás. Así, el uniformado tomó el mismo bus del recorrido 207-E, y acompañó al joven hasta la hojalatería de San Joaquín. Tras realizar una vigilancia discreta, un equipo policial esperó hasta pasadas las 18.00 horas, hasta que el trabajador terminó su jornada laboral.
El viaje de regreso los llevó hasta su vivienda en la villa Los Evangelistas, en Puente Alto.
Una cuenta de agua permitió conocer la identidad de los residentes de la vivienda de dos pisos y reja de color blanco. De este modo Carabineros estableció las redes familiares e identificó a Camilo Gajardo Escalona, de 28 años, como el presunto autor de los seis ataques explosivos.
Las redes sociales de su madre, dueña de casa, permitieron obtener su fotografía. Y la revisión de la basura de domicilio, depositada en la vía pública, una pista clave, a juicio de la fiscalía: una página impresa de una revista antisistémica con instrucciones para elaborar un artefacto explosivo de idénticas características a los utilizados en, al menos, tres ataques. Bajo la imagen estaba la leyenda "ensaya, practica, crea, atenta…".
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Evidencia recogida desde la basura, ubicada en la acera de la casa del imputado. (A la izquierda)[/caption]
"Esa última página de la revista Ajajema se encontró en la basura el día anterior de la detención del imputado. Desde esa basura que había sido recogida por personal policial, desde la vía pública, se obtuvieron algunos perfiles genéticos que permitieron efectuar alguna comparación", detalló el fiscal Claudio Orellana el día de la formalización de Camilo Gajardo.
Tras las diligencias de rigor, vino el arresto. Ocurrió a las 18.30 del 8 de agosto, cuando Gajardo salió del trabajo. La policía lo rodeó, lo redujo y lo esposó, para luego trasladarlo a un centro asistencial. Luego, en la comisaría, se le pidió personalmente autorización para tomarle muestras de ADN que serían comparadas con las encontradas en dos artefactos explosivos desactivados y que tendrían una coincidencia del 99,9% con las muestras biológicas del ahora imputado, según el informe de genética forense de Carabineros N° 3954-5-2019.
El primer artefacto analizado fue hallado el 13 de abril de 2018 frente a la U. Católica Silva Henríquez, en el centro de Santiago. Y el segundo, dentro de un paquete-bomba encontrado el 5 de mayo de 2019, en la caletera del acceso sur, en San Bernardo, que aludía al presidente del directorio de Metro de Santiago, Louis de Grange. Este artefacto, encontrado tras una alerta de la inteligencia policial, nunca llegó al domicilio del ingeniero civil, ubicado en Las Condes. El explosivo fue desactivado por personal experto del Gope, lo que permitió encontrar la evidencia genética.
Hasta hoy, solo familiares de Gajardo han defendido directamente su inocencia. "A él lo están inculpando", señalaron tras su control de detención.
Respecto a su eventual participación en los hechos, su abogada defensora criticó que la policía tomara muestras sin estar ella presente, hecho por el cual presentó un recurso de amparo que fue rechazado. Y en cuanto a su participación en los hechos, la abogada Alejandra Rubio asegura que "la participación culpable de Camilo Gajardo tiene que ser el producto de una actividad de investigación llevada a cabo por el Ministerio Público dentro de los límites legales".
Tras decretar un plazo de 150 días para la investigación, hoy Camilo Gajardo deberá esperar los resultados de distintas pericias ordenadas por la fiscalía, recluido en una celda ubicada en el primer piso de la Cárcel de Máxima Seguridad.
Tres horas de patio son el único momento de desencierro que posee, en un régimen de estricto control que, incluso, le restringe el contacto con Felipe Rojas, imputado por el crimen de Fernanda Maciel y quien sería su único compañero de piso en el recinto carcelario.
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