La preocupación de los expertos por el alza del turismo en la Antártida
Cada vez más personas visitan el continente blanco, con un récord de 124.262 turistas en la última temporada. En conversación con La Tercera, científicos advierten sobre los impactos ambientales de esta tendencia, desde la alteración de la fauna hasta el aumento de las emisiones de carbono.
La Antártida experimenta un auge turístico preocupante. Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), el aumento de visitantes ha sido constante desde la década de 1990. En 2017, se registró una cifra de 44.000 turistas. Mientras que en la temporada 2022-23, 104.897 personas visitaron el continente, y el año pasado la cifra llegó a 124.262 visitantes.
Más de 80.000 de estos turistas pisaron el continente helado, una estadística alarmante para los conservacionistas, quienes advierten que la presencia humana puede perturbar ecosistemas frágiles, alterar el comportamiento animal y traer consigo, sin darse cuenta, organismos foráneos invasores.
“La cantidad de turistas a Antártida ha aumentado dramáticamente. Por ejemplo, la Península Antártica (que es una de las regiones más accesibles) fue visitada por más de 100,000 personas en los últimos años”, dice a La Tercera Carlos Moffat, académico en la Escuela de Ciencias y Política Marina de la Universidad de Delaware.
Dicha alza fue uno de los temas que se trataron en la 46ª reunión consultiva del Tratado Antártico celebrada en India en mayo de 2024, en la que representantes de más de 56 países plantearon “la gestión sostenible de la Antártida”, los impactos de la actividad humana y la crisis climática sobre el continente blanco.
Los arribos en cruceros
La gran mayoría de los turistas que viajan con la Asociación Internacional de Operadores Turísticos de la Antártida (IAATO) llegan en crucero. Solo el 1% arriban al continente en avión, indica el portal EuroNews.
Los cruceros de lujo han hecho que el destino sea accesible a una mayor variedad de personas y ahora es una aventura imprescindible para muchos. Existen regulaciones que controlan la frecuencia, la duración y el número de visitantes a cualquier sitio de la región, y no se permite el desembarco de más de 100 personas a la vez.
Si bien en términos de cruceros, un barco con menos de 270 pasajeros normalmente se considera pequeño, para la Antártida cualquier embarcación con entre 150 y 270 pasajeros se considera grande, ya que no todos pueden desembarcar a la vez. Muchos barcos de lujo con más de 200 pasajeros realizan más de un desembarco al día.
“Lo que he notado es un aumento del número de buques con gran capacidad (más de 500 invitados). La mayoría de estos barcos no tienen medios para llevar invitados a orilla. Sospecho que seguirá creciendo, lo importante es exigir que los buques cumplan con las regulaciones ya vigentes”, explica a La Tercera Erin Pettit, profesora de Geofísica, Glaciología y Ciencias Climáticas en la Universidad Estatal de Oregon.
Pero las emisiones de carbono de los cruceros son un problema. Un viaje turístico promedio a la Antártida genera 5,44 toneladas de emisiones de CO2 por pasajero, o 0,49 toneladas por pasajero y día. Todo esto contribuye al calentamiento global, que impulsa el aumento de las temperaturas en el continente. Sólo este año, los científicos observaron una ola de calor en la Antártida donde las temperaturas alcanzaron 10 °C por encima de la media.
Fauna silvestre
Para Theodore Scambos, investigador senior del Centro de Ciencias de la Tierra y Observación (ESOC) y del Instituto Cooperativo de Investigación en Ciencias Ambientales (CIRES) de la Universidad de Colorado, el mayor impacto del aumento del turismo es la alteración de la fauna local.
“Los barcos turísticos son muy buenos pidiendo a la gente que no deje nada de basura. Sin embargo, como los pingüinos son una gran atracción turística, la gente quiere verlos porque son especies nativas de la Antártida. Y allí el problema es que se perturba un poco la vida silvestre y el paisaje con huellas”, explica.
“El aumento de las visitas a lugares con muchos animales (por ejemplo, colonias de pingüinos) cambian el comportamiento de los animales, incluyendo dónde deciden reproducirse o alimentarse. Hay preocupación de que el aumento del número de barcos de turismo aumenten el riesgo de colisiones con ballenas”, complementa el académico Moffat.
Y agrega: “Se puede incrementar los riesgos a la salud de la fauna de la Antártida si no se toman precauciones para evitar la transmisión de enfermedades desde humanos a animales y viceversa”. Tal es así, que las revistas de ciencias a nivel mundial ya reportaron esta semana que la gripe aviar llegó a la Antártida y se está expandiendo rápidamente.

La consternación de los científicos es alta, porque muchos animales que viven en la Península Antártica se reproducen en colonias densas, lo que significa que el virus tiene mayores probabilidades de propagarse a un ritmo acelerado. “Una sola isla puede albergar el 90% de la población de una especie”, dijo la veterinaria de fauna silvestre Marcela Uhart a la revista Science.
La Antártida es un continente sin propietarios, según establece el Tratado Antártico de 1959, que designa al mismo como un territorio dedicado “a la paz y la ciencia”, donde no se permite la explotación de recursos naturales. Por esa razón, es poco probable que el presidente estadounidense Donald Trump desarrolle planes para adquirir territorio antártico, aseguran los expertos consultados por este medio.
“A diferencia de Groenlandia o el Canal de Panamá, la Antártida no le pertenece a ningún país. El Tratado Antártico, del que EE.UU. es signatario, afortunadamente designa a Antártida para actividades pacíficas centradas en la investigación científica”, descarta Moffat. Mientras que Scambos asegura que “la Antártida no tiene el valor económico que le interesa a la administración de Trump”.
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