Con la llegada de las Fiestas Patrias, las familias chilenas buscan panoramas con los que entretenerse en este fin de semana extra largo. Y una de esas atracciones es el circo, espectáculo con más de 200 años de historia que incluso en la actualidad es patrimonio cultural inmaterial.
El paso del tiempo ha hecho que este tipo de show se haya visto enfrentado a una reestructuración por una serie de factores, que van desde los avances tecnológicos hasta la pérdida de público. Y ahí, dicen desde las entrañas de los circos, se fueron dando cuenta que el uso de animales y los casos de maltratos hacia estos que se fueron destapando en distintas partes del mundo, hicieron lo suyo comunicacionalmente. Y aunque según lo establecido en la ley 20.216, donde los circos en Chile están autorizados a utilizar animales en sus funciones, varios han decidido prescindir de ellos.
De paso por la comuna de San Bernardo actualmente se encuentra el Circo Gigante de México, que trae sus elementos de infraestructura desde el país azteca. Cuenta con 38 años de trayectoria, de los cuales 15 han sido bajo la administración de Karla Pairoa, quien heredó el negocio de su padre y abuelo. Ella recuerda que varios años antes “los circos chilenos -como el 90%- tenían animales, y esa era como la atracción antiguamente: hace un par de años para la gente era un panorama venir al circo a visitar a los animales durante el día”.
De hecho, el Circo Gigante de México en sus inicios contaba con animales de distintas especies, como tigres, leones o babuinos. Un hecho que cambió hace casi 20 años, cuando decidieron no contar con más animales para los actos. “Al principio nos afectó un poco, pero ya estamos todos acostumbrados y estamos sin ellos”, dice Pairoa, añadiendo que “el circo siempre va evolucionando, inventando cosas y reinventándose”. Su show hoy se enfoca en realizar actos con payasos, equilibristas, e innovadoras rutinas para los más pequeños: autos robots, princesas, rutinas de motocicletas, como el globo de la muerte, y motos voladoras.
En tanto, el Circo Panamericano, dirigido por la familia González, se dedica al arte circense desde finales de los 60. Hace 20 años el show contaban con animales, entre leones y caballos, los que formaban parte de su equipo y familia. Sus razones para prescindir de ellos, eso sí, fueron otras: la falta de personal y quien los cuidara los llevó a tomar la decisión de donarlos a un zoológico: “La verdad es que entregarlos fue muy difícil porque después no los vimos en buen estado. Trataron de llevarlos a algunas selvas y tampoco se adaptaron, porque fueron criados dentro de casa en familia”, comparte Ángela González, hermana mayor de la familia.
Y aunque inicialmente vieron una disminución de público a los shows sin animales, hoy Ángela lo recuerda como “un pasado muy lindo, pero nos dimos cuenta de que el talento humano es mucho más y pesa mucho más”. En la actualidad el Circo Panamericano se destaca por ser uno de los más modernos en términos de infraestructura en Sudamérica, pero sobre todo sobresale por sus trapecistas voladores, entre ellos Jonathan González, quien ha recibido reconocimiento mundial por su talento y actualmente se encuentra trabajando en el Cirque du Soleil.
Pero hay más ejemplo. Con 11 años de trayectoria El Gran Circo de Ruperto nunca ha trabajado con animales. Christian Henríquez, conocido popularmente como Ruperto, comenta que “los circos decidieron no tener más animales y ahí es donde vino la reinvención. Se reinventaron en artistas, en personajes, en infraestructura. En todo eso el circo evolucionó de manera espectacular en cuanto a calidad”.
Junto a su hija Antonella Henríquez, su circo está presentando actualmente “Érase una vez un príncipe azul”. En esta el personaje de Ruperto interpreta al Príncipe Azul, que es hechizado por la Bruja influencer para quitarle sus seguidores y su belleza.
Entre los aspectos más avanzados a nivel tecnológico del show está una pantalla que remplaza al maestro de ceremonias tradicional, la que también se utiliza para ambientar las escenas a lo largo de la obra. Y, por supuesto, se utilizan actos del circo tradicional: trapecio, malabarismo, aros, puñales, bailes e incluso un payaso que interactúa con el público.
Ante un arte que está en constante cambio, desde el Circo de Ruperto sus actores principales consideran que lo más importante de su puesta en escena es el mensaje que entrega: “(Como sociedad) Nos atrapó internet, hemos dejado de lado cosas muy importantes como compartir con la familia y por eso decidimos hacer esta obra”, recalca Christian.
A su vez, Antonella afirma que “sería muy bueno que los circos empezaran a hacer ese tipo de producciones, que dejen un mensaje al público, que se vayan viendo cosas hermosas, pero con un mensaje y lleguen a su casa a reflexionar también”.
Pero a pesar de los cambios y desafíos que los circos llegan a enfrentar en tiempos actuales, desde el Circo Gigante de México, Pairoa considera que el circo es una función que el público chileno “quiere mucho”, pues es una instancia que “disfruta toda la familia, desde los grandes hasta los chicos”.
Con todo, Ángela González describe que al menos desde el Circo Panamericano han visto que “se ha perdido un poco la tradición de venir al circo, hay otras entretenciones que nos están robando un poquito el protagonismo sin saber que el circo no es tan solo entretención, es cultura”.
Este último circo estará realizando tres funciones (12:00, 16:00, 19:00) el 18, 19, y 22 de septiembre, y el 20 y 21 serán dos (16:00 y 19:00) al costado de la Municipalidad de Puente Alto. Mientras que El Gran Circo de Ruperto tendrá tres funciones diarias (15:30, 18:00, 20:30) durante Fiestas Patrias en el Mall Arauco Maipú. Asimismo, el Circo Gigante de México cuenta con dos funciones diarias (17:00 y 19:30) durante estos días en el Mall Plaza Sur.