La resistencia del Teatro Caupolicán
Luego de la muerte del carabinero que trabajaba como guardia en agosto, el temor a un cierre no ha abandonado al tradicional recinto santiaguino. La administración se ha reforzado, pero reclaman por lo que ocurre en el exterior.
El 25 de agosto de 2024 marcó un antes y un después para el Teatro Caupolicán, emplazado en calle San Diego, en pleno centro de Santiago. Esa madrugada, el desarrollo de la Fiesta Dame -evento famoso entre la comunidad LGTBIQ+- se vio interrumpido luego de que uno de los guardias que prestaba servicios para el evento falleciera por una herida de bala en el exterior del recinto. Horas más tarde se conoció que el hombre en realidad era carabinero y junto a otros cuatro compañeros tenía este trabajo extra, algo prohibido por la institución.
El hecho sembró preocupación entre las autoridades de gobierno, quienes además, en un contexto de escala de violencia, apuntaron a la falta de medidas de seguridad en los locales de eventos. El delegado presidencial de la RM, Gonzalo Durán, incluso, dijo estar evaluando un posible cierre del histórico Caupolicán. “Vamos a estar clausurando lugares que han afectado gravemente la seguridad de la población”, dijo.
Pero pese a que hasta hoy los dichos de Durán no se cumplieron, más aun luego de que gremios apuntaran a una “rendición” de las autoridades frente al combate de la delincuencia, el debate sobre la clausura del teatro sigue abierto. Sobre todo luego de que ayer se publicara el reglamento que regula eventos masivos y que eleva exigencias para los organizadores, buscando evitar el despliegue de carabineros en actividades privadas. El problema, dicen desde el propio Caupolicán, es que nada de eso servirá si afuera sigue todo igual, con lo que un posible cierre podría darse ya no por la decisión de las autoridades, sino porque la gente sencillamente dejará de ir por incivilidades externas que hacen que el lugar ya no sea seguro.
A casi seis meses del hecho, José Antonio Aravena, administrador del recinto, le hace frente a esta situación. “Nosotros contamos con la seguridad privada. Incluso contratamos una empresa única que se encarga de los eventos para personalizar la atención. El problema sucede a las afueras del teatro. Es ahí donde no tenemos potestad y requerimos de la ayuda del municipio y autoridades. No queremos ser sancionados por algo que escapa de nuestras manos”.
Los esfuerzos, dice, se redoblaron con el objetivo de no permitir que el Caupolicán cierre. “A eso nos rehusamos. El teatro forma parte de la historia, es un edificio de conservación que no puede trasladarse del día a la mañana a otro sector. Vamos a seguir trabajando. El Caupolicán sigue trayendo nueva música, nuevos cantantes, nuevas bandas (...) tiene un espacio importante dentro de los centros para espectáculos a nivel nacional”, agrega.
Esa experiencia cultural es la que, dice, se ha visto manchada por externalidades.
Las medidas
“Una gran cantidad de ilícitos han tomado espacio fuera del Caupolicán, en gran medida cuando se realizan eventos masivos. El sector se ha consolidado como un caldo de cultivo para los delincuentes”, asevera el administrador. Los problemas llegan cada vez que hay un espectáculo. Sin falta. “Se arriman personas de todos lados a cobrar por estacionamientos de manera ilegal. Hay motochorros que roban a quienes hacen la fila para esperar el show”, relata Aravena.
La última de estas escenas las presenció la noche del 4 de febrero cuando el teatro recibió al cantante coreano Taemin. Un día antes, fanáticos pernoctaron fuera del recinto para lograr una mejor ubicación. Según Aravena, parte de ellos fueron asaltados. Les robaron celulares y otras pertenencias. “Sabemos que estos hechos pueden darse en cualquier lugar que aloje un evento masivo, pero nos preocupa que acá se haya vuelto recurrente y afecte el funcionar de este lugar cultural e histórico para el país”, asevera.
Según asegura, lo anterior se ha dado ya que la zona ha dejado de ser cubierta por carabineros y escasean medidas de prevención. Antes del estallido social, recuerda, la cuadra contaba con dos casetas de seguridad, cámaras en todas las esquinas y una patrulla de Carabineros permanente. Hoy solo resiste una caseta, no hay iluminaria y carabineros poco se asoman, dice.
César Moreno, vecino y dueño de Power Bike, ubicada frente al Teatro, corrobora la información. Fue frente a su negocio que el carabinero resultó baleado el año pasado. “Vemos robos por sorpresa, hay falsos feriantes cuando hay eventos y aprovechan de delinquir. El problema no son los eventos del teatro, es lo que llega anexo a estos. Antiguamente contábamos con un carro policial apostado todo el tiempo, ahora ni siquiera inspectores”, agrega.
La administración del Caupolicán ha iniciado una mesa de trabajo en conjunto con locatarios de San Diego y la Municipalidad de Santiago con el fin de activar un paquete de medidas para revertir la inseguridad y no ser sancionados por externalidades.
“Hemos ordenado varias directrices del interior del teatro, pero lo que nos preocupa es el exterior. Solicitamos al municipio iluminar las calles que están muy oscuras para evitar la delincuencia que se puede presentar mientras nuestro público llega o se retira. Y colaboración con Carabineros para eventos de gran complejidad y así contar con una patrulla cuando se requiera”, describe Daniela Méndez, representante legal de Cormen, la empresa encargada de la seguridad del teatro.
La Tercera pidió una versión a la Dirección de Prevención y Seguridad Comunitaria del municipio, pero su equipo declinó dar declaraciones antes de que las medidas señaladas estén aplicadas. En la Delegación, en tanto, explican que la instancia de reuniones por seguridad se dio luego del fallecimiento del carabinero y que actualmente no hay un trabajo especial en curso.
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