Cada año, en la celebración de la Semana Santa -fecha en la que el mundo cristiano conmemora la pasión, muerte y resurrección de Jesús-, la naturaleza invierte sus roles. Por un extraño efecto mágico, el denominado domingo de Pascua -que esta vez tendrá lugar el próximo 21 de abril-, los conejos pasan de ser mamíferos a ser animales ovíparos (que nacen a partir de un huevo). O al menos así lo dice la célebre tradición del Conejo de Pascua, quien según cuenta la leyenda, elige esta fecha para brincar sigiloso entre matorrales y jardines, escondiendo coloridos huevos de chocolate que luego niños y niñas recolectan junto a sus familias, rindiendo honor a un rito que durante siglos ha recorrido el mundo entero.
Sin embargo, a pesar de su popularidad, pocos saben cómo se inició esta tradición, que según narran los historiadores, tiene orígenes ancestrales.
Los primeros relatos en cuanto a la historia del Conejo de Pascua se remontan al siglo XVI (dieciséis), en plena Edad Media, en Alemania. Por aquel entonces, los conejos eran considerados símbolo terrenal de la diosa de la primavera Easter, representante de la Tierra y la naturaleza, a quien los nativos celebraban durante el mes de abril. Las familias alemanas interpretaban la figura de este animal como un juez que evaluaba el comportamiento de los niños y niñas durante la temporada de Pascua.
Según indica el folclore, llevaba consigo huevos de colores con los que premiaba a quienes se portaban bien, en un acto similar al Viejito Pascuero en época de Navidad.
Cientos de años después, la tradición cruzó fronteras y se instaló en Estados Unidos junto con los inmigrantes alemanes que llegaron a Pensilvania. Gracias a ellos, se corrió la voz sobre la existencia del "Oschter Haws" o Conejo de Pascua en alemán, por lo que los más pequeños comenzaron a construir nidos en los jardines de sus casas para que el conejito pusiera sus huevos de colores. Más tarde, aquellos nidos se convertirían en elaboradas cestas para guardar los huevos recolectados, que a partir del siglo XIX (diecinueve) comenzaron a estar acompañados de conejos de chocolate.
El origen del Conejo de Pascua no solo se vincula a la tradición medieval alemana. Otra leyenda, igual de popular y de vinculación cristiana, cuenta que un conejo ingresó a la tumba de Jesús cuando este resucitó. Al verlo, el animal salió corriendo a dar la noticia, pero como no podía hablar, llevó consigo un huevo pintado como símbolo de vida y resurrección.
En la actualidad esta celebración se ha extendido más allá de su sentido religioso, dando paso a una instancia en que la búsqueda de chocolates con forma de huevo por parte de niñas y niños constituye una ocasión de reunión y unidad familiar.
En otros países
Italia
La mesa de la cena del Domingo de Pascua se decora con coloridos huevos, acompañados por unas "palomas de Pascua" o "colombas Pasquale" en italiano, un bizcocho con forma de paloma preparado con ralladura de naranja confitada.
Norte de Inglaterra y Escocia:
Niños y adultos participan en juegos como "el huevo rodante", en el que se lanzan huevos rodando desde la cima de una colina, o la "lucha de huevos", que consiste en chocar huevos reales unos con otros, para probar qué participante resiste más tiempo sin romperlos.
Israel
En las casas se cuecen huevos unos días antes del Domingo de Pascua para pintarlos con llamativos colores y dibujar conejos y entretenidos diseños sobre su superficie.
Luego se espera para comerlos en el banquete de celebración que se hace ese domingo por la resurrección de Cristo.
Alemania
Las familias cuelgan coloridos huevos en las ramas de los árboles, como si fueran adornos de Navidad. Luego, la mañana del Domingo de Pascua, los niños salen a los jardines a buscarlos. Más tarde las familias van a visitar la "osterfeuer", una hoguera que se enciende en honor a la celebración.
Polonia
El lunes de Pascua los polacos ponen fin a las festividades de Semana Santa con una divertida tradición que consiste en mojar a los amigos y familiares con baldes de agua, siempre y cuando el clima acompañe. El agua simboliza un elemento purificador, que limpia lo malo del año y trae buenas vibras para el nuevo periodo que comienza.