El hoy extinto Cread de Playa Ancha, en la Región de Valparaíso, fue durante años el hogar de hasta 120 niños y niñas vulneradas. Quienes estuvieron en su interior lo recuerdan como "una pequeña ciudad", llena de candados, rejas y restricciones. A partir de las denuncias de maltrato que emergieron y las sugerencias internacionales que incentivaron su clausura, el 13 de marzo último el recinto de administración directa del Servicio Nacional de Menores (Sename) cerró sus puertas definitivamente.
Mientras los medios de comunicación registraban esta actividad, 13 niñas ya habían sido trasladadas a 2,5 kilómetros de allí. El Cerro Alegre, conocido así por sus distintivos jardines durante el Siglo XIX, fue el lugar escogido para que las jóvenes, entre 12 y 18 años, iniciaran el proyecto con que el gobierno pretende dejar atrás la crisis en el sistema de protección a la infancia.
Una casona de tres pisos de fachada color amarillo, amplios patios y 426 metros cuadrados construidos es una de las cuatro residencias familiares (Cerro Alegre, Villa Alemana, Viña del Mar y Quillota) que se construyeron en la región para dar atención a un porcentaje de los niños que soportaron el viejo Cread.
Sólo tres personas ajenas a la casa pueden permanecer al interior del hogar porteño y, producto de la inestabilidad emocional de las niñas, se prohíbe revelar detalles de sus crudas infancias. Sin embargo, Tamara Leiva, directora de la Residencia Familiar Cerro Alegre, explica que existe un factor común: el consumo de drogas en sus círculos directos, en particular de pasta base. Este mal llevó a que algunas de las menores vivieran a temprana edad en la calle o que consumieran alcohol y drogas cuando una muñeca o una pelota debiese haber sido su única entretención.
La casa presenta comodidades. Los baños que antes se compartían con un centenar de personas hoy llevan en las puertas el nombre de una, dos o tres niñas. Además, tienen espejos, uno de los principales atractivos para las adolescentes.
Los cuartos, compartidos en el pasado entre 10 o 20 personas, a partir de ahora son individuales o de hasta un máximo de tres. Sólo aquellas niñas con impedimentos por enfermedad no van al colegio durante las mañanas, pero una vez en la semana, mientras algunas son voluntarias en algún local turístico del sector, la menor pasea el perro de una de las vecinas que se ha acercado con entusiasmo al hogar.
Un letrero multicolor en la entrada de la casa especifica las labores de limpieza para cada joven. Lo mismo sucede en la cocina, donde se detalla con día y hora quién debe poner y levantar la mesa o realizar el lavado de los platos. Según relatan los funcionarios, este nuevo esquema no ha estado exento de problemas. Sin embargo, la directora insiste en que han ido disminuyendo con las semanas, gracias a la adaptación de las niñas y la intervención de la veintena de personas que son parte del equipo.
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En el Cerro Alegre de Valparaíso se encuentra la residencia para niñas, que comenzó a funcionar en febrero pasado.[/caption]
Cucharas y cuchillos
A las 13.00 horas, las niñas y los trabajadores se sientan todos juntos a almorzar. En este momento las jóvenes experimentan uno de los principales cambios en comparación al régimen implementado en Playa Ancha. En el Cread, las niñas solo manipulaban cucharas. Ahora se les permite utilizar tenedor y cuchillo. La directora del hogar admite que estos pequeños cambios no han sido fáciles y relata que hubo un episodio en que una de las menores amenazó con agredir a otra con uno de estos utensilios.
"Les dijimos que si volvía a ocurrir algo de ese estilo retornaríamos a las cucharas. Nunca más pasó, ellas valoran el cambio", dice Leiva, quien destaca el nuevo escenario al considerar que se trata de un modelo "más normalizante".
"El objetivo es que las niñas, cuando dejen de depender de nosotros, se puedan desenvolver en la sociedad como cualquier persona", explica la directora.
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La escolarización y el apoyo de tutores son elementos que pretenden diferenciar al modelo actual de su antecesor.[/caption]
Críticas
Las asociaciones de funcionarios, sin embargo, no ven con buenos ojos el nuevo modelo. Incluso, advierten que en el caso de los hogares de varones, como Viña del Mar y Villa Alemana, se han producido agresiones al personal, destrozos de las nuevas casas y consumo de drogas.
Rubén Munizaga, dirigente nacional de la Asociación Nacional de Funcionarios Regionales del Sename (Anfur), señala que hasta ahora "las residencias no han dado el ancho de lo que se esperaba. El problema es que el nuevo modelo se implementó abruptamente y sólo ha sido marketing del gobierno".
Para el director regional del Sename en Valparaíso, Rachid Alay, "ha sido un comienzo no falto de dificultades, pero cuando uno hace la evaluación se pueden ver resultados positivos. Vamos por el camino correcto, pero es un cambio radical, con resultados a largo plazo". La autoridad, además, no descartó ajustes en la conformación de los equipos de funcionarios y negó que se esté evaluando el cierre de algún hogar.