“La terapia con la Chimu no es solo una instancia que lo ayuda emocionalmente, sino que lo sostiene”, dice la mamá de Gaspar. Chimu es una perrita de la Fundación Tregua y hace casi cuatros años está destinada a entregar terapia a diferentes pacientes y en distintos centros. Dentro de su agenda, una vez a la semana, está la visita a Casa de Luz: una residencia que abrió en septiembre de 2022 para atender a niños con enfermedades complejas o terminales.
En esas visitas semanales, Chimu se encarga de entregarle atención a Gaspar: un niño de ocho años que ha pasado por múltiples procedimientos médicos y largas hospitalizaciones debido a sus numerosos diagnósticos. Padece parálisis cerebral, epilepsia refractaria, inmunodeficiencia y encefalopatía epiléptica. Desde hace dos meses, Gaspar se encuentra en Casa de Luz recibiendo cuidados paliativos.
Eso sí, solo hace cuatro semanas que recibe las visitas de Chimu. Generalmente están juntos alrededor de media hora, tiempo en el que realizan diversas dinámicas. Pero la actividad favorita de ambos es jugar con pelotas. Aunque esto es nuevo para Gaspar, quienes lo rodean ya han notado los efectos positivos de la perroterapia.
Jennifer Medrano (38), madre de Gaspar, cuenta que “es superimportante, en el caso de los niños que están en cuidados paliativos, tener más contención que solo la del equipo médico. En ese escenario, la terapia no solo lo ayuda emocionalmente, sino que lo sostiene. Gaspar tal vez no sabe mucho lo que pasa a su alrededor, pero que venga la Chimu lo saca un rato de su realidad y ha sido un muy buen aporte”.
Nicole Bello es terapeuta ocupacional de la Casa de Luz y también relata lo positivo que ha sido esta terapia para los pacientes del hospicio: “Los perros les traen un montón de alegría a los niños y cambian mucho la actitud que ellos tienen frente a lo que podríamos realizar de intervención. Hay veces que los pacientes están con dolor o no tienen ganas de interactuar, pero cuando llegan los perros cambian y quedan recargados de energías. A los papás también los ayuda”, dice.
El proyecto Tregua tomó vuelo luego de ganar el premio Humanizando la Salud, organizado por el Laboratorio Chile-Teva. Inmediatamente después firmaron la colaboración con Casa de Luz y hoy cuentan con 14 perros que se dedican a realizar terapias y que fueron entrenados desde cachorros para hacerlo, detalla Nicole Faust, terapeuta ocupacional y técnico en Intervenciones Asistidas con Perros (IAP).
“Son perros que conocen distintos sonidos. Entonces si van al dentista, por ejemplo, no se van a asustar y tampoco se van a asustar si alguien le hace un cariño torpe, porque trabajamos con personas con discapacidad, entonces les van a llegar esos cariños. Eso es lo más importante en los perritos: la socialización”, añada Faust.
Los canes de Tregua no solo visitan Casa de Luz. También van a hospitales, clínicas, casas de acogidas e, incluso, acompañan a algunos pacientes al dentista o en las terapias físicas. Esto porque, además de entregar contención, Faust explica que cumplen otros roles: “Su trabajo es ser motivadores y facilitadores. Ellos hacen que los objetivos terapéuticos se cumplan mucho más rápido y que sea más entretenido para la persona estar en terapia”.
“Dogtores”
Como cualquier otro funcionario, Uva, Milo, Miel y Canela deambulan por los pasillos del hospital Félix Bulnes. Portan su credencial, así que pasan como un colaborador más del establecimiento. Los cuatro perros son parte de un programa que implementó el centro asistencial de forma oficial en mayo, luego de un piloto de cuatro meses. Cada viernes entregan atención en el área de rehabilitación y de psiquiatra infanto-juvenil.
La subdirectora de Desarrollo del hospital, Catherine Contreras, afirma que ya han visto efectos positivos en el proceso terapéutico, incluso los pacientes tienen mayor disposición para asistir a los tratamientos. “Los pacientes, por lo general, tienen una condición neurológica o restricciones motoras. Entonces, decir hoy que ha mejorado la intención comunicativa, son razones que nos demuestran que debemos seguir con este proyecto”, afirma.
Además, Contreras explica que está científicamente comprobado el aporte de los canes en el área clínica: “Hay estudios que dicen que con la presencia de los perritos aumentan las hormonas de la felicidad, pero también ellos pueden llegar a reducir otras hormonas que se generan en situaciones de estrés, como las atenciones médicas o el hecho de ingresar a un hospital”.
Integrar a la perros a terapia es algo relativamente nuevo en el país, pero en otras partes del mundo es muy común. El director del hospital Félix Bulnes, Fernando Millard, tuvo la oportunidad de ver esta terapia en el extranjero y esa experiencia lo motivó a implementarlo.
“Hace 15 años conocí diversos sistemas hospitalarios en Francia, Bélgica, Holanda e Inglaterra. Allí, los perros podían visitar a sus dueños en UCI y pude constatar que eso provocaba un segundo aire en estos pacientes. En esas situaciones de riesgo vital, una sonrisa es un gesto extraordinario. Y estas mascotas podían otorgarles estos momentos. Aquí en Chile logré implementar esta maravillosa iniciativa con perros adiestrados que visitan a los pacientes mientras son tratados por nuestros profesionales. Se convirtieron en dogtores. Y también se ha constatado que, con estas visitas, la estadía de los pacientes es mucho más grata y llevadera”, cuenta Millard.
Algunos canes de la fundación también visitan cada martes la red de salud UC Christus. Ahí realizan tres tipos de intervenciones: sesiones individuales enfocadas a la rehabilitación, como los pacientes con lesiones medulares; acompañamiento a los pacientes oncológicos en sus quimioterapias y, por último, sesiones grupales para los pacientes del área de salud mental.
La jefa del Programa de Medicina Física y Rehabilitación de la sede San Carlos de Apoquindo, Lorena Oyanedel, afirma que los “colegas caninos” han sido un aporte en el tratamiento de los pacientes, desde el punto de vista emocional y clínico.
“Los pacientes quedan muy contentos, pues sienten que los perritos los sacan de su entorno y olvidan un poco del contexto hospitalario y así se sienten más acogidos. Ahora, desde el punto de vista de satisfacción de los pacientes, ninguno ha dicho que no le gusta. De hecho, todos dicen que les encanta está terapia. Ahora, desde el punto de vista funcional, es difícil observar, pero desde el equipo de rehabilitación sí podemos decir que facilitan mucho nuestras intervenciones”, detalla.
María Daniela Adriazola (34) fue diagnosticada con cáncer de colón hace dos años. Su tratamiento requiere de sesiones de quimioterapia semana por medio. Se las realiza los martes, justamente asistida por los canes de la Fundación Tregua. Y estos cuatros meses que la han acompañado le ha significado una diferencia positiva.
“A mí me encanta. La quimioterapia es un proceso muy duro, entonces cuando llegan los perritos me sacan del esquema. Para mí ha sido importante contar con ellos, porque uno se siente acompañado y recomiendo al 100% la terapia”, relata Adriazola con cierta emoción.
“Por mi hijo”
En 2011, buscando opciones para su hijo de tres años que acababa de ser diagnosticado con autismo, Jonathan Solís encontró respuesta en la terapia con animales. Pero se encontró un gran problema: la oferta en Chile era casi nula.
Motivado por entregarle ayuda a su hijo y ampliar la diversidad de tratamientos en Chile, Solis fundó Teacan, una organización que entrega terapia a través de ocho perros y cuatro caballos. “La idea nació desde una necesidad de apoyar a mi hijo y luego creé la fundación. No solo para ayudar, sino que también para beneficiar a otras familias que necesitan este apoyo, pues este tipo de terapia es cara. Se necesita de un equipo especializado y no hay tanta formación nacional”.
Solís es el director general de la fundación. Pese a sus estudios superiores en Finanzas, hoy es educador canino profesional, técnico en intervenciones asistidas con animales y especialista en doma racional. Incluso hay veces en que se traslada a hogares infantiles o de adultos mayores para entregarles apoyo. En ese contexto, cuenta que de los ocho años que lleva entregando servicio, la respuesta ha sido positiva la gran mayoría de las veces.
“En casi la totalidad de los casos, la intervención es positiva. Muy rara vez hemos tenido situaciones donde el paciente no disfruta de la presencia de un animal en el contexto clínico. Por el contrario, casi siempre es beneficioso y bien aceptado”, afirma.
Al igual que la especialista del hospital Félix Bulnes, Solís explica que hay un sustento científico para entregar este tipo de terapia: “El vínculo humano-animal responde frente a una necesidad y todas las personas tienen una respuesta fisiológica a este estímulo y que genera hormonas como la serotonina, asociada a la felicidad. Nosotros aprovechamos eso y lo utilizamos como herramienta terapéutica con fines de rehabilitación. Y, generalmente, los animales cumplen un rol de apoyo y refuerzo frente a intervenciones clínicas”.