Levantándose desde el subterráneo

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Empleados de Metro, encabezados por la jefa de estación, Dominique Zaio, se abrazan tras la reapertura de la Estación Santa Ana.

Hace un mes, en el origen del estallido social, la red de Metro fue atacada. Además de una lenta recuperación de sus operaciones, la empresa intenta reparar la mística de sus empleados. Aquí, tres funcionarios recuerdan el desborde, analizan los motivos del descontento y hablan sobre la recuperación del eje del transporte capitalino.


La movilización social comenzó en Chile la tarde del 18 de octubre. Hace justo un mes. Sin embargo, el descontento se manifestó en Metro el lunes 7 de octubre, cuando un grupo de 100 estudiantes realizó la primera evasión masiva en la Estación Universidad de Chile. Las protestas fueron en escalada. Y el jueves 17 quedó marcado como una de las jornadas más representativas en la institución, donde miles de manifestantes llevaron a los hechos la consigna "evadir, no pagar, otra forma de luchar", en varias estaciones emblemáticas del tren subterráneo.

Una de ellas fue Patronato, puerta de acceso al tradicional barrio comercial y a la Vega Central, en la Línea 2. Álex Merino, trabajador con más de 15 años de servicio en Metro, era el jefe de estación esa jornada y como medida de prevención ante los llamados a la evasión en redes sociales dispuso a un grupo importante de personal en los puntos de acceso. El grupo, sin embargo, poco pudo hacer para evitar que la manifestación se tomara la estación horas más tarde, ya que la mayoría de los que la protagonizaron ingresaron desde los trenes que iban en dirección a Vespucio Norte.

"Salieron desde los carros, abrieron las puertas laterales y las de salida para que la gente pasara sin pagar. También patearon los validadores y sacaron martillos, muchos venían preparados, eran alumnos y martillos. Parecía una escena de The Wall, de Pink Floyd. Yo estaba con una guardia y una asistente y ellas se pusieron muy nerviosas, tuvieron que encerrarse en mi oficina, no había nada que hacer, yo traté de cuidar al personal", agrega el jefe de estación. "Ese día no vi a cabros malos, pero sí noté una efervescencia alta y que estaban envalentonados".

La apreciación de Álex cambió diametralmente al día siguiente. "El viernes cambió ese perfil, ya no eran niños, eran grupos más grandes y organizados, y ¿qué se puede hacer cuando queman tu lugar de trabajo? Acá uno llega todos los días y por años a las estaciones y verlas quemadas fue muy fuerte, hubo colegas que quedaron encerrados, que no los dejaron salir. Algunos se tuvieron que evacuar en un tren que los pasó a rescatar, porque no podían salir de la estación".

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Según el balance de daños entregado por el gobierno, tras las manifestaciones del jueves 17 se registraron evasiones masivas en 51 estaciones y en los días posteriores se contabilizaron 79 estaciones con daños, 21 de ellas completa o parcialmente incendiadas. A la fecha, Metro tiene 94 de sus 136 estaciones operativas, lo que representa el 69% del total de la red y, según la empresa, el servicio no podrá operar en plenitud hasta fines de 2020.

Antes del estallido social, la principal preocupación de Javier Pinto, director de la Corporación Cultural del Metro, se centraba en el inicio de las labores de un mural que realizaría el reconocido artista nacional Alejandro "Mono" González en la Estación Franklin. Por lo mismo, cuando comenzaron a desarrollarse las primeras manifestaciones, solicitó que se le asignaran labores en el lugar para custodiar personalmente la obra en proceso. Hoy, en esa estación, Alejandro González traza las últimas líneas de su mural, el que no fue vandalizado, como sí lo fueron las escaleras de los accesos a la Línea 6. En la estación, a unos metros de la obra, Javier Pinto, con más de 35 años de trabajo en Metro, se pregunta en voz alta: "¿Por qué a nosotros?".

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Javier Pinto, director Cultural de Metro, junto al mural realizado por Alejandro "Mono" González.[/caption]

Arquitecto de profesión, Pinto participó activamente en la planificación de obras de las líneas 4 y 5 en sus anteriores cargos. "Uno de mis trabajos en obras urbanas era digitalizar la ciudad de Santiago, para poder determinar la ubicación de los trazados, para abarcar los mejores puntos para las estaciones, dónde había mayor necesidad (...). Cuando el Metro llegó a Puente Alto fue un carnaval. Cuando llegamos a Maipú, fue otro. Esas son comunas gigantes, ahí eran evidentes las demandas y justamente esas son las dos terminales en las que no estamos operando (Estación Puente Alto se habilitará hoy). Es una paradoja", señala el funcionario, quien al acto responde a la interrogante planteada al principio. "Mi reflexión personal es que el que quiere provocar caos no ataca las cosas que funcionan mal. Ataca lo que funciona bien y nosotros estábamos haciendo la pega", analiza.

En la Línea 2, Álex Merino aporta otra idea: "Cuando la sociedad está enrabiada con el Estado va a ir a pegarle donde más le duele. Casi todos los presidentes inauguraron líneas, entonces dañar el Metro es un golpe que le duele al Estado".

Metro se levanta

El 28 de octubre, la jefa de estación Dominique Zaio -que el 17 de octubre estaba en la Estación Santa Ana- subió un posteo a su cuenta de Twitter. "Haciendo catarsis de todo lo que hemos vivido... aguanten, compañeros", fue parte del mensaje publicado en el que incluyó la imagen (ver foto principal) de 12 trabajadores abrazados en círculo. Según Zaio, han sido varias las jornadas de reflexión que los empleados han tenido, las que en ocasiones han incluido la participación de psicólogos de la Mutual de Seguridad, para la entrega contención emocional en casos que lo requieran.

"Esa foto la tomaron cuando pudimos reabrir la Estación Santa Ana. Nos abrazamos y nos dijimos 'estamos bien y juntos vamos a salir de esta'", cuenta la funcionaria. La profesional dice estar de acuerdo con el fondo del descontento social, pero considera que dañar el Metro afectó directamente a las personas. "El alza de las tarifas creo que fue un punto más en las necesidades de la gente.

Comparto los puntos de la movilización, las personas de zonas alejadas deben pagar un bus rural y luego el Metro, entonces es obvio que pedirán justicia social, pero yo no comparto la violencia", indica.

Para la jefa de estación, las jornadas de reflexión han sido claves para planificar el trabajo de normalización del servicio y donde la consigna "Metro se levanta" se repite entre los funcionarios.

"Los propios trabajadores comenzaron a crear grupos de WhatsApp con el nombre 'Metro se levanta', lo que se fue extendiendo al resto de la empresa, al punto que hoy representa el espíritu con que estamos abordando la reconstrucción", señala Patricio Baronti, gerente de Personas de la empresa. "Nosotros siempre hablamos del espíritu metrino. Los que somos parte de la empresa sabemos de qué se trata. Y en este caso ese espíritu nos llevará a sacar esto adelante", añade Zaio.

La ministra de Transportes, Gloria Hutt, comparte esta apreciación. "La entrega de los metrinos ha sido admirable y fundamental. Ellos son conscientes del bienestar social que su trabajo entrega y, por lo mismo, están haciendo todo lo posible para restituir en el más breve plazo la red", indicó.

Sobre medidas y plazos concretos para la recuperación del servicio, Metro indicó que los trabajadores que cumplían labores en las estaciones siniestradas hoy están apoyando aquellas que están operativas. Y a medida que las estaciones dañadas se vayan reabriendo, los equipos regresarán a sus destinaciones originales. De igual manera, según la empresa, parte de los equipos de proyectos han puesto su foco en la reconstrucción de las estaciones por sobre la extensión de la red, para así cumplir con los plazos para restablecer el servicio.

En la Estación Franklin, Javier Pinto defiende en nombre de la empresa los cuestionamientos por las alzas de precios argumentando que eso sucede "por ser una tarifa integrada al Transantiago", aunque reconoce que esa fue la gota que rebasó el vaso. Pero al mismo tiempo comparte una reflexión: "Las consecuencias no son solo un trastorno gigante para la ciudad, sino que también dejaron a las personas más vulnerables sin acceso a su trabajo(...). Hoy hay gente que cambió la 1.15 hora que se demoraba, por tres horas y media. Tres horas y media de recorrido desde sus casas a su trabajo".

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